Traducir

miércoles, 16 de octubre de 2013

Amarrado a ti Capítulo 94

En el bordillo (Carolina)
 
-Por cierto, ¿cómo te llamas?- se sienta a mi lado.
-Carolina- río levemente y consigue que sonría-, aunque algunos me llaman Caro.
-Oh, bien, entonces te llamaré Lina.
-Qué idiota eres- río, dándole un golpe en el brazo-. Gracias…
Andrea se encoge de hombros y sonríe, pasándose la mano por el pelo y alborotándoselo. 
-¿Sabes? –abre una cajetilla de cigarros y me ofrece uno. Niego con la cabeza y él se encoge de hombros-. Eres muy guapa, no deberías preocuparte tanto por adelgazar- me repasa de arriba abajo con una mirada traviesa y enciende uno de los cigarros.
-¿Cómo… cómo lo sabes?- me remuevo nerviosa.
-Te escuché en el baño y ahora mismo te has delatado tú misma.
-Ah…
-Te lo digo en serio, muchas querrían ser como tú- exhala todo el humo.
-Me arrepiento, ¿sabes? Sólo quería que el metro me robase el aliento…
-Eso es más sencillo de lo que crees- sonríe.
Siento sus ojos clavados en los míos, expectantes, y cada vez más cerca de mí. Mi vista se nubla al intentar seguir mirándole y mis labios son capturados por los suyos. Sujeta mi nuca y me acerca más a él. Me quedo parada, sin saber qué hacer. ¡No me lo esperaba! ¡Le acabo de conocer! 
-¿Sabes la diferencia?- espero a que me diga la respuesta-. Que yo no te mataré- susurra, observándome con esa mirada intensa color mar. 
-Ya lo has hecho, pero de distinta forma- me abrazo a su cuello y cierro los ojos, vencida por el miedo que he pasado en el metro.
 
 
Un hospital de Milán (Carlo)
 
La enfermera me abre la puerta de la habitación y entro en silencio, bajo la atenta mirada de ésta.
-¿Puedo quedarme a solas con Mara?- le pido, con vergüenza.
-Sí, pero sólo unos minutos- aclara, cerrando la puerta tras ella.
Paso por detrás de la cortina y me encuentro con su rostro. Siento un pinchazo en el pecho al verla así. Sus ojos están cerrados, su piel muy blanca y débil, y su cuerpo lleno de cables. Me acerco con mucho cuidado y acaricio su rostro con la máxima delicadeza. 
-Ho… Hola, Mara…- susurro con pesadez. Ella no me va a responder, claro-. No sabes cuánto te he echado de menos, ¿sabes? Sé… sé que me estás escuchando y quiero que sepas que te perdono mil veces más, porque… te quiero, joder… te quiero como nadie te querrá nunca- rozo su mano con la mía, esperando cualquier movimiento por su parte-. Y te lo demostraré todas las veces que sea necesario… ¡Y qué digo! Siempre… Por favor, sé que eres fuerte… y que dentro de muy poco estarás dándome la lata por ser tan ñoño- no puedo evitar que se me salten las lágrimas-. Espero que me perdones por todo lo que te he hecho en este último año también, estoy dispuesto a empezar de cero contigo, porque no puedo vivir sin ti… Estos últimos días han sido muy duros, por favor… Te quiero, te quiero más de lo que te puedas imaginar…
Me aparto un poco de ella. La veo tan frágil ante mí que siento como si hubiese un abismo entre nosotros, como si ella estuviese a quilómetros de aquí, como si no pudiese alcanzarla nunca. Pero tengo la impresión de que ella me ha escuchado…
-Lo sé… estás… estás amarrado… a mí… ¿recuerdas?- susurra con dificultad a la vez que sus ojos azules se dejan ver. Me derrumbo al verla reaccionar e intento pensar con coherencia.
-¡Mara!- me abalanzo hacia ella y la beso con torpeza-. Espera- le pido.
Salgo corriendo de la habitación y aviso a la enfermera.
-Ahora… Ahora viene el médico… Oh, Dios mío, no sabes cuánto te echaba de menos- ella sonríe ante mis palabras. 
-Te… quiero, idiota- susurra y sus ojos se cierran de nuevo, cansados.
 
 
Por las calles de Milán (Aroa)
 
Doy vueltas sin rumbo, sin ganas de quedarme en el hotel. He cogido el papel en el que tengo apuntada la dirección de la calle y he instalado el GPS del móvil. 
Si digo que mis piernas están temblando, me quedo corta. Todo me parece tan irreal…
“Ha llegado a su destino”. Bueno, mejor dicho el destino es el que me ha hecho llegar hasta aquí. Observo un bloque de pisos y mi cuerpo experimenta un leve mareo. ¿Cuál será su reacción al verme? 
Es demasiado pronto como para aparecer todavía, así que decido ir a dar una vuelta por los alrededores. 
 
Milán es impresionante. Hay miles de tiendas, pero la mayoría son de esas que se observan desde afuera, o sea, que son demasiado caras como para comprar allí. No me alejo mucho del bloque de pisos, pero sí que me adentro en un bar. 
Sólo hay una pareja más sentada delante de un pequeño escenario y alguien subido en éste, de espaldas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario