Traducir

lunes, 21 de abril de 2014

Amarrado a ti Epílogo

Dos semanas después, en un local de Barcelona (Aroa)
 
-Aroa, por favor, sonríe, que parece que se te haya muerto el pez –comenta Lucía, ofreciéndome un chupito de tequila. 
Han pasado más de quince días desde la última vez que hablé con Pablo. En la universidad nos hemos visto todos los días, pero he hecho todo lo posible por ignorar sus miradas a pesar de sentarnos juntos en algunas clases. 
Duele demasiado saber que ya no podemos estar juntos, que se ha acabado. Incluso se rumorea que tal vez esté saliendo con su vieja amiga, sí, la misma con la que le encontré en su apartamento. 
Supongo que no estábamos hechos el uno para el otro…
-¡No puede ser! –grita Lucía, eufórica. 
Lucía no ha vuelto a ver a Sergio, a pesar de que él la ha llamado para arreglar ciertos asuntos. Al parecer la chica con la que había empezado a salir le ha dejado y ahora quiere volver a iniciar la relación que rompió con Lucía, pero ella se niega a caer en esa tentación. 
-¿Qué ocurre? –miro a todos lados sin entender nada.
-Vamos, ¿no lo sabías? 
-Ay, Lucía, ¿saber el qué? ¿Qué pasa?
-¡Que esta noche toca aquí Maldita Nerea! ¡Es un mini concierto benéfico! 
-Vamos, déjate de bromas, que no estoy yo para…
La música se detiene y mi comentario se escucha en toda la sala y me ruborizo.
-¿Ves? –me gira con fuerza, obligándome a mirar hacia el escenario, donde ya se encuentra el grupo preparado para iniciar ese concierto.
-No me lo puedo creer –me llevo las manos a la boca, al escuchar los primeros acordes-. ¿Lo has hecho aposta? ¿Por eso querías que saliésemos hoy?
-¡Qué va! ¡Yo no sabía nada! –la miro torciendo la boca, sin terminar de creérmelo.
El concierto empieza con la canción de “Cosas que suenan a…”, y sujeto de la mano a Lucía, llevándomela hacia la pista de baile. Cantamos la letra desgarrándonos la voz y bailando como nunca. Recuerdo el concierto con Pablo, nuestro primer beso y un gran nudo se apodera de mi garganta, haciéndome sentir mal. ¿Por qué no consigo olvidar todos esos sentimientos que él me provoca? ¡Con lo fácil que olvida él! Quiero vivir, sentirme bien conmigo misma, sin la necesidad de tenerle cerca.
La canción termina y el cantante carraspea.
-Buenas noches, amigos, la próxima canción va dedicada a una chica que, si no me equivoco, se encuentra entre el público –miro hacia los lados, buscando a la persona aludida, pero ninguna parece ser la indicada-. Una persona me ha pedido que le diga unas palabras, ya que está seguro de que a él no le va a querer escuchar, espero que a mí sí -suelta una breve carcajada. Todo el público está expectante. Él saca un papel del bolsillo y empieza a leer-. “Aroa, no siempre es tarde para rectificar los errores que hemos cometido y yo quiero que volvamos a ser lo que éramos… Supongo que recordarás todos los buenos momentos, porque no todos fueron malos, ¿verdad? He metido la pata hasta el fondo, lo acepto, pero necesito que me perdones…” 
-Porque te quiero y sólo espero que tú todavía no me hayas olvidado… -susurra una voz conocida a mis espaldas, pronunciando a la vez las últimas palabras que el cantante.
Me quedo parada en medio de la pista. La canción empieza a sonar y algunas miradas curiosas ya se han dado cuenta de que soy yo la remitente de ese mensaje. Me sonrojo frente a tanta atención. La letra de esa melodía es la nuestra, la de nuestro primer beso, “Con trocitos”, y me estremezco al recordar ese momento. ¡Cómo han cambiado las cosas desde aquel bonito instante! 
Me giro hacia él y me atrevo a mirar esos ojos color carbón que me observan suplicantes, esperando una respuesta. Me encuentro entre la espada y la pared, sin saber qué decisión tomar, me siento en trance, sin ser capaz de reaccionar. Pero mis piernas toman posición por mí y me obligan a ir en dirección contraria a la que dicta mi corazón.
Me alejo de toda esa gente que se ha colocado en círculo a nuestro alrededor y salgo de ese local, con la necesidad de escapar de allí y tomar aire. Me siento en un bordillo cercano, llevándome las manos a la cabeza y descargando toda esa tensión acumulada. No me importa que todas las personas que hay fuera fumando se den cuenta de que estoy llorando. 
-¿Aroa? –pregunta una voz femenina tras de mí y se sienta a mi lado.
-¿Lo sabías? ¿Te dijo que iba a hacerme esto?
-Sí y no, me pidió que te llevase a este local, pero no me comentó nada más –confiesa Lucía, suspirando.
-No deberías haber…
-No –me corta-, Aroa, te lo digo de corazón. Me contó bien cómo habían ido las cosas y te prometo que está muy arrepentido y que no siente nada por esa chica. Pienso que deberías perdonarle…
-Tú no has perdonado a Sergio…
-Sergio es un capullo –suelta una carcajada.
-¡Pero es la misma situación!
-Aroa, conozco a Pablo. Sé que ha cometido un grave error, y si fuese otro chico te diría que lo mandases a la mierda, pero pienso que este chico vale la pena.
-Eso mismo creía yo… -resoplo, llevándome las manos al rostro.
-¿Podemos hablar? –pregunta Pablo tras de mí.
Me levanto y me coloco a su lado, dispuesta a escuchar todo lo que quiera decirme.
-Siento todo lo que ocurrió, pero no puedo estar así contigo, sin hablarte, sin saber de ti…
-¡Pablo, te has acostado con esa chica!
-Pero entiéndeme, por favor, estaba enfadado, fue un arrebato, pensé que te había perdido.
-Me perdiste al acostarte con ella.
-Por favor, perdóname, Aroa…
-¿No entiendes que no puedo perdonarte? ¡No puedo fingir que no ha pasado nada! 
-¿Me quieres?- sujeta mi mano con firmeza.
-Haz el favor y déjame en paz, no me preguntes eso porque sabes que me fastidia…
-Sólo respóndeme, ¿me quieres o ya me has olvidado?
-No te he olvidado… pero tampoco te quiero como te quería antes –se me forma un nudo en la garganta y se me saltan las lágrimas.
-¿Piensas tirarlo todo por la borda? –se acerca demasiado y doy dos pasos hacia atrás. 
-¿Yo? Tú has sido quien ha enterrado lo nuestro.
-No, te recuerdo que quien lo derrumbó primero fuiste tú cuando decidiste irte…
-En cuanto llegué allí me di cuenta de que a quien quería era a ti, que quería luchar por lo nuestro y que estaba dispuesta a ello –mis lágrimas ya no pueden aguantar más y deciden salir sin obstáculos de nuevo.
Untitled-¿Y ahora ya no? Mírame y dime que ya no quieres tener nada conmigo –me obliga a mirarle a sus ojos brillantes, sujetándome con sus manos mis mejillas.
Sus manos arden en mis pómulos, recordando sus dulces caricias y sus besos cariñosos. Mi cabeza se encuentra totalmente aturdida, sin capacidad de razonamiento coherente. Es cierto que yo fui quien lo estropeó todo, yo fui quien decidió romper la relación para cometer la mayor locura de mi vida, pero al darme cuenta de que le quería, pensé que todo estaba solucionado. Estaba en su derecho de acostarse con aquella chica, ¡ya no estábamos juntos! Pero me sentí engañada, decepcionada, y eso no puedo negarlo ni olvidarlo. 
Sus ojos expectantes esperan ansiosos una respuesta decisiva, incluso parecen llegar al extremo de la desesperación. Resoplo con los sentimientos a flor de piel y la respuesta preparada…
-Te quiero demasiado, eso no lo puedo negar… -Pablo hace el indicio de besarme, pero hago una pausa y sigo hablando- pero me siento incapaz de estar como antes. Te perdono, pero no puedo estar contigo, ya no es lo mismo…
Pablo se revuelve el pelo y agacha la cabeza, rendido. Me alejo de su lado, incapaz de verle así y me adentro en el local de nuevo. Lucía me mira sorprendida al verme aparecer y me hace un gesto para que le explique.
-Verso acabado, punto –respondo, dándole a entender todo, a la vez que empieza la canción que se titula de ese modo.
Me arrepiento de todo lo que acabo de decir, he ido en contra de mis sentimientos, pero no me iba a hacer ningún bien estar con él. No hubiese conseguido olvidar lo que ha ocurrido, no hubiese vuelto a ser lo mismo. 
-Te arrepentirás…
-Lo sé, pero amor y odio no es una buena combinación.
Lucía me ofrece otro chupito de tequila y sonreímos.
-¡Por el futuro! –brinda antes de llevárselo a la boca.
-¡Y por el presente! –rectifico, segura de mí misma.
Hago lo mismo y caminamos de nuevo hacia la pista, dejándonos llevar por el ritmo de aquella canción. 
Duele dejar ir una oportunidad a la que por un tiempo nos hemos querido aferrar, pero en ocasiones es necesario percatarnos de lo que realmente nos merecemos, y yo me merezco vivir y ser feliz. No necesito que nadie me ofrezca esas posibilidades, soy capaz de buscarlas sola. 
Además, he aprendido que no debemos amarrarnos a nadie y que lo mejor es volar con los pies en la tierra, aprovechar esos instantes de felicidad que el tiempo nos puede arrebatar en tan sólo un segundo, porque si nos enamorásemos y luego quisiéramos olvidar necesitaríamos toda la vida. 



Buuuuf, personitas, ¿qué os ha parecido? Sólo puedo daros las gracias por haberme leído y seguido durante todo este tiempo, ¡un beso muy muy muuy grande! <3

martes, 15 de abril de 2014

Amarrado a ti Capítulo 119

En ese mismo sofá (Andrea)

Siento su piel contra la mía, sin ningún obstáculo de por medio que nos impida sentir. Arde en mis manos, las mejillas sonrosadas de la mayor timidez que jamás había conocido. Es un gran misterio, un tesoro por descubrir, uno de ésos que pocos son los que aspiran a ir más allá de la superficialidad. 
Se levanta de un salto y se aleja de mí, llevándose las manos a la cabeza, nerviosa.
-Yo… -murmura, caminando por el salón.
-¿Qué… qué pasa? –Pregunto sin entender su reacción-. ¿Qué he hecho?
-Yo… Tú… Tú no has hecho nada… Yo… Tengo que irme –balbucea, con los nervios a flor de piel y recogiendo su vestido con torpeza.
-Eh, ¿se puede saber qué te pasa? –la sujeto de la muñeca, impidiendo que siga con sus movimientos, y siento algo bajo mis dedos, algo que no cuadra. No será…
-Yo… Me tengo que ir, de verdad, es tarde…
-Lina, espera, ven, por favor –le ruego, pidiéndole que se siente en el sofá de nuevo.
Se lleva las manos a la cabeza otra vez sin decidirse, pero finalmente opta por mi petición. Se acerca sigilosa, con la cabeza gacha, y se sienta algo alejada de mí.
-Cuéntamelo, por favor, no me gusta verte mal… -envuelve sus manos en el vestido negro, arrugándolo.
-Nunca he llegado a este punto con nadie –se disculpa, ruborizándose.
-Así que era eso… -sonrío, aliviado.
-Sí, me da mucha vergüenza… Yo… No sé qué decirte… No me siento… Preparada –se sonroja aún más, y me enternece.
-Lina –me quedo petrificado al presenciar lo que tengo delante. Ella se percata de mi observación y, pálida, se lleva las manos a la espalda, levantándose de nuevo del sofá-. ¿Qué…?
-Nada –contesta tajante.
-Lina, por Dios, no me digas que… Joder, Lina, no deberías…
-¡Déjame, no sabes nada! –sus mejillas se enrojecen de nuevo y sus ojos enrabiados amenazan con llorar.
-Joder, Lina, Lina, por favor, ¿por qué lo has hecho? –ignoro su respuesta. Mi mente no para de volver a recordar sus antebrazos llenos de cortes.
-No preguntes, por favor, ya te he dicho que no es nada, ¡no te metas! –se coloca el vestido con agilidad y recoge sus cosas, con la intención de irse lo más pronto posible.
-¡Lina! –la sujeto con firmeza para que no se vaya y ésta se encoge, dolorida por el lugar en donde la estoy cogiendo. La suelto de inmediato y echa a llorar desconsolada. 
-No te metas en mi vida, por favor, déjame, no quieras saber nada más, ¡olvídalo! –hago caso omiso a sus palabras y la abrazo con delicadeza.
-Lina, tranquila, han sido días duros, por favor, confía en mí –se aferra a mi cuello y deja salir todo ese sentimiento acumulado de culpa-. Sht, tranquila, Lina, no te preocupes, ahora ya está todo bien, estaré siempre que me necesites, ¿de acuerdo? –me aprieta con más fuerza contra ella y acaricio su cabello, intentando que se calme. 
Permanece entre mis brazos en silencio y su llanto me oprime el pecho por ser el culpable de abrir esa herida que parecía haber cicatrizado.
Una vez ya está más tranquila decide recular hasta el sofá y se deja caer, mordiéndose el labio inferior y observándose los brazos que quedan descubiertos por las mangas remangadas. Sorbe por la nariz y yo me siento a su lado, mirando al suelo.
-Me sentía sola –confiesa en un susurro rasgado-, había perdido a mi mejor amiga, me sentía engañada por las dos personas que más me importaban en la vida –paso mi brazo por sus hombros y la acerco a mí-. Lo había perdido todo… -hace una pausa-. Además, después del accidente, al creer que Mara había… muerto… -traga saliva y resopla, nerviosa-, pasó lo que pasó.
-Casi pasa… -murmuro, recordando la escena del metro.
-Tú lo impediste –asiento, ausente.
Nos quedamos en silencio, pensando en todo lo ocurrido, en la intensidad de los hechos y en la fugacidad de la vida. Si yo no la hubiese seguido, si no la hubiese cogido… Ella ahora no estaría aquí y no hubiese tenido la oportunidad de conocerla.
-Prométeme que no lo vas a volver a hacer –le pido seriamente, sin atreverme a mirarla.
-No lo he hecho –apoya la cabeza en mi hombro, clavando su mirada en mí.
-Lo intentaste –insisto, dándole más importancia al asunto.
-Pero al final no lo hice –vuelve a insistir ella.
-Joder, Lina, si yo no hubiese estado allí… Te hubieses suicidado, ¡Lina! ¡Maldita sea! ¡Querías hacerlo, te querías matar, joder! –se me saltan las lágrimas y me levanto rápidamente, restregándome los ojos con los puños para impedir que salgan más, no puede verme llorar, yo nunca lloro.
 
 
En ese sofá (Carolina)
 
Observo su reacción desesperada, sin saber qué hacer. No me esperaba que le afectase tanto, me acaba de conocer, si es que se puede decir que me conoce… Realmente es la única persona que sabe lo que me ha pasado, que conoce mis secretos más dolorosos. Me acerco a él y me abrazo a su espalda.
-Lo siento… -susurro.
Entrelaza mis dedos con los suyos y permanece en silencio, sin apartar su mirada de mis antebrazos. Sus facciones se tensan y me siento más culpable que nunca. Él ha querido ayudarme cuando más lo necesitaba, se ha ofrecido sin ningún tipo de interés, sólo para no verme mal. Se gira hacía mí y apoya la espalda en la pared.
-Lina, en serio, ¿me prometes que no lo vas a volver a intentar pase lo que pase?
Nos miramos por primera vez en tanto rato a los ojos e inevitablemente sonrío al verle así, con esa necesidad en su mirada de escuchar mi respuesta. Me acerco a él y me aproximo a su oído.
-Te lo prometo –susurro sin mentiras, segura de mis palabras y concienciándome a mí misma de que él y yo misma no nos merecemos que lo vuelva a hacer, la misma vida no se lo merece.
Me besa como nunca me hubiese imaginado que lo haría, con fuerza, como si jamás quisiese apartarse de mí, y me aferro a su cuello con la intención de que no se termine nunca ese momento. Jamás había sentido algo así, ni siquiera con Carlo, y me sorprendo al experimentar ese nuevo sentimiento. Porque después de la tormenta siempre llega la calma, y ahora incluso ha salido el arcoíris. 

by juue_xx

Bueno, personitas, sólo queda el epílogo, así que sólo puedo decir que espero que os guste :)
¡Un beso muy muy muuy grande! <3

lunes, 14 de abril de 2014

Ese instante de sublime felicidad

La noche amenazaba con terminarse, dando rienda suelta a los primeros rayos de sol a esas horas de la madrugada. Sus piernas aún tenían fuerzas para seguir bailando junto al ritmo de las canciones que sonaban en aquel local, pequeño pero acogedor. Las risas iban y venían, ahogadas bajo el alto volumen, tendiéndose en el aire y en camas de humo y alcohol sobrevalorado. 
Como si de una explosión se tratase, sus ojos chocaron en la distancia, creando un túnel oscuro a su alrededor, cuya única salida era la mirada del otro. Los minutos pasaban, sin prisa pero sin pausa, y el brillo de sus sonrisas aumentaba a cada giro de reloj, y de pasos de baile. Callados por las letras y por los rápidos latidos de sus corazones, corrieron por los caminos desconocidos de sus vidas. Eran miradas indiscretas las que se contaban todo lo que sus voces silenciaban y ellos, incapaces de acercarse, se mantenían sumidos en sus pensamientos, buscando respuestas sin preguntar nada y cuestionándose si se invitarían a una copa. 
Sabían que se miraban y que se escaparían a donde hiciese falta para deshacerse de la cordura, pero disimulaban bajando la vista avergonzados por los escalofríos que sus cuerpos estaban viviendo. No se conocían, pero sentían añoranza en cada cruce de miradas, como si hubiesen compartido anteriormente miles de recuerdos. 
Como dos niños a los que les tocaba irse del parque, intentaron hacer todo lo posible por quedarse un poco más en aquel paraíso de miradas indecisas. Pero llegó el momento de decir adiós a aquella apetecible sensación de tenerse, a esas sonrisas torcidas que amenazaban con rozarse a lo lejos y a ese instante de sublime felicidad que ya terminaba. 
La última sonrisa que se dedicaron aquella noche quedó grabada en sus recuerdos y tatuada en sus venas, imposible de borrar. No escucharon sus voces, pero aquella despedida en silencio dijo más que cualquier caricia o beso, porque nunca llegaron a nada, pero sus miradas fueron más allá de la imaginación. 

The Vampire Diaries

viernes, 11 de abril de 2014

Sentir sin querer queriendo

La aterrorizaba mostrarse débil, frágil como el cristal más fino, y desvariar ante lo que quería creer ordinario. El tiempo había pasado a una velocidad tan vertiginosa que ya no asimilaba que quizá no le volvería a ver en muchos meses, quizá años, y ahora le tocaba aceptar que la única solución era olvidar lo que pudo ser y no fue, o tal vez lo que nunca pudo llegar a ser nada. 
Era como esas pesadillas que llegaban a altas horas de la madrugada y el sudor frío se concentraba en la nuca, manteniéndola en el más duro insomnio. Todos los días llegaba la noche, el momento de derrumbe, de la pérdida de todas las fuerzas que creía tener. Con todas las veces que había caído con la misma piedra era incapaz de cambiar el rumbo... No quería sentir, pero sentía sin querer queriendo, recordando lo que un día consiguió sacarle miles de sonrisas, pero enrabiada porque sus mejillas se bañaban en lágrimas sinceras una vez más. 
La podrían llamar masoquista, pero siempre se había considerado una negada para dejar atrás el pasado. ¿Cuántas veces se había prometido ante el espejo que no volvería a caer? Miles, y de nuevo estaba en el suelo, observando la piedra que le había provocado la caída, la sonrisa altiva que le caracterizaba desde arriba, mientras que ella se sentía incapaz de alejarse de allí. 
A él no le importaba que ella padeciese un rasguño más, nunca le había preocupado lo más mínimo, quizá incluso jamás se percató de su presencia. ¿Cómo iba a hacerlo? Si ella vivía en otro mundo, ella pertenecía al del olvido.
No debí saber quién eras, no debí contar mis penas.
Noviembre es siempre triste y tú viniste proponiendo guerras.

Storm Days

lunes, 7 de abril de 2014

Amarrado a ti Capítulo 118

Muy lejos de allí, en un apartamento de Barcelona (Pablo)
 
-Joder… -maldigo al entrar a casa.
Ahora sí que he metido la pata. Estos últimos días no hago más que fastidiarla. Acabo de perder a la chica que más quiero en este mundo por haberme dejado llevar por mis antiguos sentimientos hacia Laia. 
-Lo siento…
Laia se levanta del sofá al verme entrar en el comedor y espera tal vez una explicación de lo ocurrido.
-La culpa la tengo yo, he sido el mayor gilipollas que jamás nadie se encontrará. La he cagado mucho, Laia, tanto contigo como con ella…
-Sí, la has cagado… Pero bueno, deja de lamentarte, que así no consigues nada tampoco. 
-Se han complicado tanto las cosas en tan poco tiempo que ahora me siento inútil, incapaz de hacer nada bien. Soy un maldito negado que se deja llevar sin cuestionarse las consecuencias que conllevarán sus acciones. 
-Pablo, escúchame, ahora no puedes cambiar lo que ha pasado, ¿entiendes? No seas cobarde y búscala, joder, no hagas que me sienta yo peor por haber roto una relación.
-Los únicos culpables somos Aroa y yo, no hemos estado a la altura ninguno de los dos. Hemos dudado de nuestros sentimientos y no hemos podido llevarlos hacia adelante con nosotros. 
-Tiempo al tiempo, Pablo… -me abraza y resoplo, cansado de todo lo ocurrido.
-Ya no se puede hacer nada, se acabó.
 
 
En un hotel de Milán (Mara)
 
Las luces de la habitación se encienden, iluminando aquella lujosa inmobiliaria de toque vintage. Los brazos de Carlo me rodean suavemente y suspiro, con los nervios a flor de piel, como la primera vez. 
-¿Ya puedo preguntarte? –le indico, con una sonrisa que no me cabe en el rostro.
-Lo llevas haciendo todo el camino –ríe, dándome un beso en la mejilla.
-¿Por qué me has preparado todo esto?
-Porque ya que no pudimos celebrar los seis meses, pues ¿por qué no celebrar los siete?
-Pero si ni siquiera hemos estado juntos todo este tiempo –río sin entender nada.
-Pero yo te he querido igual…
Un escalofrío recorre mis piernas y me mantiene en silencio durante unos instantes. Fijo la mirada en el tocadiscos que permanece sobre un mueble de madera al fondo de la habitación y Carlo se dirige a él, apartándose de mí. Me quedo en el marco de la puerta, observando sus movimientos. 
-No era necesario todo esto… 
Una melodía que reconozco al instante comienza a inundar el ambiente y Carlo se vuelve a acercar a mí. 
-Voglio farti un regalo, qualcosa di dolce, qualcosa di raro. Non un comune regalo di quelli che hai perso o mai aperto o lasciato in treno o mai accettato. Di quelli che apri e poi piangi, che sei contenta e non fingi e in questo giorno di metà settembre ti dedicherò... il regalo mio più grande escucho la voz de Tiziano Ferro en esa preciosa canción y me estremezco de nuevo.
-¿Sabes qué, Mara? –le miro para que siga hablando-. Me siento estúpido por no haber hecho las cosas bien –hago amago de hablar-, por favor, déjame hablar o me arrepentiré –sonríe, rodeándome con sus brazos-. No sé cómo empezó todo, por qué fui tan tonto al haberte dejado ir, al dejarme llevar por mi propio orgullo… Nunca me hubiese imaginado que se podría querer tanto a alguien, pero ahora sí, y te quiero mucho, más de lo que te puedes llegar a imaginar, porque…
Le beso, callando sus palabras, dejándole a medias, pero sin tener la necesidad de saber más, no necesito los porqués, me quiere, lo sé, y me lo ha demostrado. La voz de Tiziano se apaga pero al momento vuelve a romper el silencio iniciando una nueva canción en aquella noche cualquiera. 
-Ti amo…
 
 
No muy lejos de allí, en un piso (Carolina)
 
-No me lo puedo creer –sonrío, observando un cuadro de su comedor.
Andrea se acerca lentamente a mí y lo observa también.
-Me lo compraron mis padres, no sé quién lo…
-Es de Juan Gris, Portrait de Madame Josette Gris -le indico antes de que pueda decir nada más.
-¿Te gusta el arte?
-Bueno, algo sé. Está en el Museo Reina Sofía de Madrid.
-¿Has estado allí?
-Ojalá –río, nerviosa. Está demasiado cerca de mí-. Algún día iré.
-Estoy seguro de eso –me rodea con sus brazos por la espalda y apoya su mejilla en mi hombro.
-¿Lo estás?
-¿No debería estarlo? –sonrío al escucharle.
-Quizá no, no puedo asegurarte que vaya ir.
Portrait de Madame Josette Gris (Retrato de Madame Josette Gris)
-Tienes mucha vida por delante, ¿quién te lo impedirá?
-Bueno pregunta –inspiro lentamente.
-Lina, creo que el único impedimento que tienes eres tú, tú y tus miedos y ataduras.
Me giro para mirarle y muestra un semblante serio. Le observo, cuestionándome sus palabras, sabiendo que tiene razón aunque me cueste aceptarlo. Sus ojos azules parecen más profundos que nunca, quizá sus palabras los han vuelto así. Más intensos, mareantes y vertiginosos. Los pierdo de vista al sentir sus labios sobre los míos, con cuidado, sin prisa y con toda esa seguridad que escasea en mí. Un hormigueo recorre mis piernas, subiendo hasta mi boca, y mis ganas de tenerle cerca aumentan de manera progresiva. Nos dejamos caer en el sofá que hay bajo el cuadro, sin separarnos ni un solo segundo, y al sentir su mano bajo el vestido me estremezco, pero dejo que siga…
Nuestras ropas caen y mis brazos quedan visibles ante él. 


¡Personitaaas! Solamente queda un capítulo más dos capítulos de epílogo (o sea tres capítulos jajaja), estoy muuy emocionada, ¡espero que os guste y que no os decepcione! Aish dios mío :D
Os dejo el enlace a un concurso que ha creado Tábata en su blog (haz click aquí para ver las bases)
¡Un beso muy muy muuy grande! ¡Os quiero!

domingo, 6 de abril de 2014

Muñeca sin alma

Se sentía incapaz de todo. ¿Por qué todo se complicaba por momentos? Ya no tenía inspiración para expresar todo lo que sentía, sus dedos no se sentían con fuerzas para poder gritar al mundo sus sentimientos, ni su cabeza podía poner en orden las ideas que quería plasmar. Esa misión era como meterse en un laberinto de dolor y humo en el que no encontraba ninguna salida. Sus palabras se quedaban ahogadas en la densidad de la atmósfera, y su sonrisa se caía por la fuerza gravitatoria. ¿Dónde estaba la salida de emergencia? Siempre le habían dicho que las había, que era la última vía de escape hacía la intemperie, pero no sabía el modo de llegar hasta ella. Se encontraba en un mar de dudas, de sentimientos contaminados y de corazones rotos, y se sentía un trozo de trapo, una muñeca sin alma incapaz de olvidar lo que un día la hizo sentir viva.
Estaba tan acostumbrada a escribir sobre él, que ahora se sentía vacía.

(23) Tumblr

Siento muchísimo no publicar nada, pero es que he intentado escribir muchísimas entradas y me veo incapaz de terminarlas, no puedo, no tengo inspiración, no sé qué me está pasando...
Gracias por seguir ahí ¡Un beso muy muy muuy grande!

martes, 1 de abril de 2014

Amarrado a ti Capítulo 117

Por las calles de Milán (Giulia)
 
Su brazo rodea mi cintura y me atrae a él, tranquilo, mientras caminamos por las calles, sin un rumbo concreto. No entiendo cómo he llegado a sentir tanto por alguien. Había creído que le perdería con la llegada de su antigua amiga, pero finalmente se ha quedado a mi lado. Había tenido muchísimo miedo, jamás he querido tanto a un chico y ahora que se ha hecho realidad ni siquiera me lo creo. ¡Quién me diría a mí que un lío de una noche acabaría así! Pero realmente no empezó así, ya nos habíamos visto en la universidad, pero nunca me hubiese imaginado que le tendría entre mis brazos. 
Llegamos a un parque y vamos directos a los columpios después de conectar con una mirada cómplice.  Me siento en su regazo y nos balanceamos lentamente, al ritmo del dulce viento que esta noche está dispuesto a enfriarnos las mejillas. 
Miro a Darío fijamente a escasos centímetros de mi rostro y me ruborizo. A veces me encantaría saber qué piensa, qué se le pasa por la cabeza en momentos como éstos. Acto seguido, sonrío de oreja a oreja.
-¿Qué pasa? ¿Qué tengo? –empieza a inquietarse de tanto silencio y se toca la cara en busca de alguna anomalía.
-No, nada –sonrío.
-Vamos, ¿qué tengo? –insiste, ya preocupado.
-Qué idiota eres- río, pero al momento me pongo seria.
-Eh, ¿me vas a contar qué pasa?
-Que me asusta quererte tanto, Darío. No te quiero perder… -me muerdo el labio, nerviosa.
-Yo también te quiero –me besa con un movimiento rápido-, mucho –y me besa de nuevo-, mucho –y repite su acción una y otra vez hasta que consigue hacerme reír.
Me aparto y sigue dándome besos en la mejilla y río a carcajada limpia. Me levanto corriendo y sigo por todo el parque, perseguida por ese chico que me encanta. Escapo de sus brazos una vez me atrapa y sigo corriendo, hasta quedarme sin aliento.
-Me ahogo –río, dejándome caer sobre el césped, y Darío se sienta a mi lado.
-¡Qué poco aguante!
-Oh, vale, futbolista, perdóname por no ser tan profesional –me cruzo de brazos, intentando parecer indignada.
-Estás perdonada- hace caso omiso a mi pose de enfado, se acerca poco a poco a mí y me besa dulcemente. Me dejo llevar por la emoción del momento e intento acompasar nuestros latidos, que van a mil por hora. 
 
 
En una discoteca de Milán, no muy lejos de allí (Carolina)
 
-¿Nos vamos ya? –comenta Carlo y los demás asentimos, conformes. 
-Yo tengo el coche donde hemos cenado, ¿queréis que os lleve a casa?
-Oh, nosotros nos vamos andando, que vivimos cerca -comenta Mara, intentando que Andrea y yo nos quedemos solos-. Caro, tus padres se piensan que te quedarás a dormir en mi casa, así que no aparezcas por la tuya, que ya he hablado con ellos –miro a Mara con los ojos abiertos como platos y ésta me lanza un beso.
-¿Qué vas a hacer? ¿Quieres que vayamos a tomar algo a mi piso? –me comenta Andrea, sin malicia.
Me ruborizo de inmediato al pensar en lo que podría ocurrir allí, pero intento relajarme. Mara me tira del brazo y me acerca a ella bruscamente.
-Disfruta –me guiña un ojo y se aparta, yéndose de allí abrazada a Carlo.
-Te voy a matar –gesticulo, mirándola.
-¡Adiós!
-¡Adiós! –nos despedimos al unísono.
Nos alejamos de ellos, caminando hacia el restaurante donde estábamos antes. Mis tacones tintinean sin reparo por esas calles, rompiendo el silencio que se ha creado entre los dos. ¿Cómo puedo llegar a ser tan tímida? Me siento estúpida al no saber qué decirle ahora. ¿Y vamos a ir a su casa? ¡Oh, Dios mío! Que alguien me salve… Va a ser lo más incómodo que voy a hacer en toda mi vida. 
-¿Te gusta Carlo? –pregunta de improviso. 
Me giro sorprendida hacia él, sin esperarme esa pregunta. ¿Quién debe de haberle dicho eso?
-¿Por qué me preguntas esto?
-Me ha dado esa impresión… No sé, la manera en cómo le mirabas –enciende un cigarro.
-Es complicado…
-No debería… O te gusta o no te gusta… -se encoge de hombros.
-Verás –resoplo-. Yo… yo siempre he estado enamorada de Carlo… Todo ha pasado muy rápido… Carlo y yo hemos estado juntos unos días, pero él siempre ha querido a Mara y ellos habían estado juntos en secreto. Eso y el accidente me han hecho darme cuenta de que debo olvidarme de él, que no es para mí. 
Andrea da una calada a su cigarro y sigue caminando, pensativo y asimilando lo que le he dicho. Por favor, no quiero que se enfade conmigo…
-¿No es incómodo?
-¿Incómodo? -Pregunto sin entender.
-Sí, o sea, que estéis todos juntos a pesar de todo…
-Me he propuesto que no lo sea, porque mi amistad por ellos está por encima de cualquier sentimiento.
Se encoge de hombros, conforme, y sonrío al observarle. Somos tan distintos… Llegamos al coche y entramos.