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jueves, 29 de marzo de 2012

Pensar en ti


Parlons de solitude
Es difícil. Es demasiado difícil controlar lo que sientes cuando algo muy fuerte se revela contra ti, cuando todas tus pautas no pueden detenerlo. Pero no me queda de otra, no puedo dejar que salga, no puedo dejar que vean que no estoy bien. No puedo dejar que los demás se den cuenta de que detrás de esta sonrisa hay miles de lágrimas derramándose. Estoy luchando contra mí misma, contra la ilusión. No quiero volver a pasarlo mal, no quiero volver a caerme de boca contra el suelo por no mirar lo que hay delante, por no ver la realidad. Porque quiero ser realista, no quiero ilusionarme con algo imposible, no quiero pensar que algo puede ocurrir aún sabiendo que no va a pasar, porque no sirve de nada. El problema es que no puedo conseguirlo, no puedo hacerme creer a mí misma que puedo parar todo esto. No puedo obligarme a no sentir nada. Es duro, pero, ¿quién dijo que sería fácil no pensar en ti?

martes, 27 de marzo de 2012

Amarrado a ti Capítulo 13



-Em…. Nada, que me he estado probando maquillaje y me lo estoy quitando porque no me ha gustado como me ha quedado-digo, no muy segura de mí misma. Mi madre me mira, sabiendo que es mentira.
-Ya…-dice, alejándose, sin decir nada más, pero antes se vuelve a girar, asomando la cabeza por el marco de la puerta y le sonrío a través del espejo.
Buf… Casi, menos mal que no me ha preguntado nada más… Sé que se ha dado cuenta y no me cree, pero ha decidido no insistir más. Gracias mamá.

En una cafetería, en una universidad de música (Darío)
¿Por qué no dejan de mirarme? Me siento incómodo, seguro que me he sonrojado. Remuevo una vez más el café con la cuchara y le doy un sorbo. Demasiado caliente, ¿es que no hay leche que no esté tan caliente? Me tiraré horas para poder tomármelo.
La chica de ojos azules era muy guapa, me gustaría volver a verla. Esos ojos se han quedado gravados en esta cabeza, que piensa demasiado. ¿Cómo puede ser que con una simple mirada, me haya cautivado así? Seguro que ni ella lo sabe. Pero es que era preciosa… Pero no tan guapa como Aroa, Aroa es única. Su pelo al viento, chocando dulcemente contra su cuello, dibujando ondas en el aire. Ella es perfecta y nadie se puede comparar con ella. Pero no la tengo y eso me mata por dentro… Me gustaría haber podido disfrutar estos días con ella. Abrazarla hasta dormirnos, juntos, compartiendo momentos únicos a su lado. Y besarnos, como la primera vez, miles de veces más. Pi… Pi… Es mi móvil. Lo busco corriendo y enciendo la pantalla. Es un número oculto. Esas chicas me siguen mirando. Bueno, lo cojo, con tal de desconectar y hablar con alguien, que estoy cansado de tanto silencio.
-¿Sí?-respondo, después de pulsar el botón verde.
Se escuchan respiraciones al otro lado de la línea. Se me pasa la idea de colgar por la cabeza, pero tengo curiosidad, además, no tengo nada más que hacer.
-¿Diga?-insisto-¿Hay alguien?
Las respiraciones cesan y se escucha un suspiro. Mi cuerpo se hiela y aprieto los dientes.
-¿Quién es? Voy a colgar-advierto, esperando una respuesta.
-¡No!-reconozco la voz y siento que el mundo se me cae encima-. Te quiero-susurra, al otro lado de la línea. Es su dulce voz. Se me forma un gran vacío en el pecho y necesito sentarme. Me siento algo mareado. La llamada se corta. Pi... Pi…

No muy lejos de allí, en un instituto de Milán (Mara)
Es hora de comer. Carolina ha ido a buscar la bebida a las máquinas mientras yo me quedo en la cola, esperando nuestro turno. No hemos hablado más del tema, aunque seguramente ahora lo hará. Cuando antes han acabado de hablar, ha venido hacia mí sonriendo, pero no ha dicho ni una palabra. Carlo está cerca, sólo nos separa un par de personas, dos chicos para ser exactos, mayores que yo. Le miro de reojo, pero éste está pendiente de Carolina. Siento unos celos enormes, sólo de pensar que la prefiere a ella. Sé que está mal, pero es inevitable. Carolina viene hacia aquí, igual de sonriente que antes. Ve como Carlo la mira y le sonríe. Cuando llega a donde estoy yo coge su bandeja y la apoya en el mármol negro.
-¿Has visto como me miraba?-susurra en mi oído-Aiish Mara, estoy más enamorada que nunca-dice algo más fuerte, dando un pequeño saltito bajo sus pies.
-¿No me digas?- sonrío como puedo e intento ser amable-. ¿Al final qué día vais a quedar?
-Me pasará a buscar a casa sobre las seis del sábado… ¡Este sábado!-dice alegre, ilusionada.
-¡Qué bien!-intento parecer impresionada.
Los chicos de detrás se nos quedan mirando, especialmente a Carolina, que no para de moverse como una loca. Yo en su momento también me sentía así, pero no tenía la oportunidad de sacarlo fuera de mí. Sólo cuando entraba en mi habitación y me lanzaba en la cama era cuando podía chillar de alegría. Dar rienda suelta a mis sentimientos.
-Oh Mara, creo que nadie ha estado tan enamorada como yo, ¡es que me siento la más feliz del mundo!
Yo… Yo he estado como tú… Ojalá estuviese sola… Ojalá pudiese aislarme del mundo ahora mismo, poder llorar sin tener que dar explicaciones a nadie. Pero lo único que puedo hacer es sonreír, sonreír a algo que me duele, sonreír a la tristeza que me queda por conocer.
Me sirvo un filete y una ensalada y sigo a Carolina, que camina hacia la mesa de siempre, la de al lado del gran ventanal.
-Le he dicho a Carlo que se venga con nosotras a comer-dice alegre, jugueteando con su puré.
-¿Y qué te ha dicho?- Por favor, que haya dicho que no, que haya dicho que no…
-Que no lo sabe, depende.
-¿Depende? ¿De qué?
-De si tiene que hacer el trabajo o no, el de filosofía.
-Ah bueno…- Por favor que tenga que hacer el maldito trabajo de filosofía. Si tiene que hacerlo, me prometo que estudiaré para todos los exámenes de filosofía, será mi asignatura preferida. Todo, con tal de que no venga a comer con nosotras.

Hola!!!
¿Cómo estáis? Espero que os esté gustando Amarrado a ti. Quiero contaros algo :) Ya tengo la escena en la que X persona le dice a otra X persona la frase "Amarrado a ti", aún queda para que la leáis, pero aún así, espero no decepcionaros! La escribí ayer por la noche y quería contároslo. Estoy feliz porque no sabía quién la iba a decir, pero ahora estoy contenta porque lo he conseguido! Aún la sigo escribiendo, aún queda bastante. Habrán escenas buenas y otras no tanto, espero que os guste!! Un beso muy muy grande!!

miércoles, 21 de marzo de 2012

Llueve y el sol no nos sonríe

Llueve. Llueve demasiado, los cristales están empañados, hace frío en la calle, pero estas paredes no dejan que se vaya el calor de la estufa eléctrica. Me pregunto si ha cambiado algo. Si soy sincera, han cambiado demasiadas cosas, algunas buenas, por desgracia, se han acabado. Siento que el tiempo ha pasado demasiado rápido, que se me escapa entre las manos, no puedo pararlo, me arden las manos si lo sujeto con fuerza y estiro en dirección contraria. No es justo que no podamos disfrutar de lo que nos hace feliz por un tiempo razonable, por muchas horas o días que sean nunca nos va a ser suficiente, porque sabemos que cuando se acabe, el mundo se derrumbará y caeremos con él. Porque si nos paramos a pensar un momento, nos daremos cuenta que hay miles de cosas que nos gustaría hacer, pero que no nos atrevemos a llevarlas a cabo por miedo a fallar, porque es blanco o negro, es todo o nada. Arriesgar, una palabra que muchas veces se nos queda grande, es posible que sea nuestra peor enemiga, pero, ¿por qué no hacer que sea la que nos ayude a seguir adelante, a conseguir lo que realmente queremos?
Llueve, los dos lo sabemos, así que ¿por qué no salir a la calle y mojarnos? Así que ven, dame la mano y aunque hoy llueve y el sol no nos sonríe, haremos lo posible para hacer que este día triste sea el mejor de nuestras vidas, tú serás mi paraguas.

martes, 20 de marzo de 2012

Amarrado a ti Capítulo 12





En el cambio de clase (Mara)
Necesito hablar con Carlo, pero no está, no le veo. Le busco con la mirada pero ni rastro de él. Se ha ido.
-¿A quién buscas?-me pregunta Carolina poniéndose delante de mí.
-Eh… No, a nadie, bueno, sólo miraba a ver si venía el profesor de matemáticas-improviso.
-Ah… ¡Tía! ¡Qué majo que ha sido Carlo! Es un sol…
Sí, un sol enorme, que me ha desconcertado bastante.
-Eh… Sí, ha sido muy bueno conmigo-admito.
Miro disimuladamente para los lados, en su busca, pero no aparece por ningún sitio. ¿Dónde se habrá metido este chico?
-Estás muy ausente, Mara, hoy. ¿Te ocurre algo?-dice pasando su mano por delante de mi cara- ¿me quieres mirar?-se está mosqueando, eso no es bueno.
-Eh… sí, es que el nuevo curso y eso, pues, estoy un poco estresada y no pienso bien- ¿Que no pienso bien? ¿Pero qué digo? Me río de mí misma, y Carolina conmigo.
-Ah-sigue riendo-. Oye, ¿sabes dónde está Carlo?- ojalá lo supiese, yo también le estoy buscando.
-No, ¿Por qué?-pregunto, sin que se me note.
-Es que me ha dicho de salir, pero no el día-dice buscándolo con la mirada.
Yo también le busco, haciendo como si le ayudase, aunque yo también necesito hablar con él. Ahí está, sale de la puerta del baño y viene hacia nosotras.
-¡Ah! ¡Mira Mara! Está ahí-se pone roja- ¿cómo puede ser tan guapo?- no lo sé, pero es guapísimo, intento reírme, pero es lo último que me apetece hacer.
-Ah sí, es verdad, ves a preguntarle-digo, sin mucho entusiasmo.
-Sí, sí, ¡deséame suerte!- dice alejándose, cruzando los dedos.
-Suerte-susurro, pero no me oye.
¿Todavía siento algo por Carlo? Claro que sí, ¿por qué mentirme? No consigo olvidarle. Y ahora mi mejor amiga va a quedar con él, a solas, sin saber que yo hace un tiempo también estuve igual de ilusionada que ella. Sus besos fueron únicos, me hacían sentir tantas cosas… Estaba enamorada… Y ahora sus besos serán para Carolina. Estoy feliz por ella, porque es mi amiga y quiero lo mejor para ella, pero estoy derrumbada por dentro. Siento que todo se me cae encima, que me vuelvo pequeña, insignificante a su lado. Pero no puede ser que Carlo me haya olvidado, si tan enamorado estaba como decía. Me gustaría tener esa confianza en mí misma de la que muchas hablan para poder acercarme a él y preguntarle por nosotros. Todo era perfecto, a pesar de que sólo nos mostrábamos cariño en el baño averiado, al que nadie iba, obviamente porque no funcionaba, o cuando quedábamos en su casa, porque en la mía estaban siempre mis padres, los cuales no conocían la existencia de esa relación. Delante de la gente sólo teníamos que comportarnos normal, nos hablábamos de cosas de clase, para que así nadie pensara que había algo, sobretodo Carolina, así de simple. Me sentía mal, pero esperaba que si llegase el momento de contárselo me entendería como buena persona que es. Ella siempre me ha apoyado y a veces me odiaba a mí misma por no contarle lo de Carlo, pero es que era tan bonito cuando estábamos juntos…
Están hablando y a Carolina se la ve tan ilusionada… Ella llevaba años esperando ese momento, me contaba cuando le miraba y se sonreían, y yo, como siempre me obligaba a sonreír, esperando que no se diese cuenta de mi amor hacia el chico de ojos verdes.

A cientos de quilómetros, en una habitación
-Aroa, ¡haz el favor de bajar!- grita mi madre desde la escalera.
Buf… Lo que faltaba… Miro el reloj, ya es tarde, me he pasado el tiempo mirando al techo, pensando, sin aclarar nada. Tengo que hacer un trabajo, pero no me apetece nada, además, tengo que quedar con Lucía para hacerlo, es en pareja. Lucía es la que va después de mí en la lista y es la razón por la que voy con ella. Parece buena chica, pero no me da muy buena espina, demasiado guapa. Tiene unos grandes ojos azules, casi grises, y el pelo muy rubio. Ayer la vi mirando a Pablo descaradamente, y luego vi como él le sonreía. Buf… Normal que se fije en él, es tan guapo…
-¡Aroa!- la voz insistente de mi madre, ahora más cerca.
 Creo que ha subido. ¡Oh, no! Mi cara delata mi tristeza. Me levanto de un salto de la cama y voy hasta el espejo del escritorio. Oh…  Tengo todo el rímel corrido, manchando mis mejillas de negro. Y mis ojos están hinchados y ojerosos. ¿Qué voy a hacer? Mi madre no se va a tragar que me he dado un golpe, no es tan inocente. Piensa Aroa, piensa… Saco una toallita de desmaquillar y me la paso por toda la cara y luego me lavo la cara con agua en el baño.
-Aroa, ¿qué estás haciendo?- pregunta mi madre entrando en el baño. Es tarde. 

martes, 13 de marzo de 2012

Amarrado a ti Capítulo 11


En esa habitación envuelta de pensamientos contradictorios
Aish… Todavía no sé qué voy a hacer… Camino de un lado a otro, entre esas cuatro paredes, en busca de una solución para mi confusión. He llegado a pensar que debería dejar atrás, en el pasado, a Darío y centrarme en Pablo, parece buen chico y él parece que está interesado en mí. A mí me atrae, todavía es pronto para decir más, pero tiene algo que le hace especial, diferente a los demás chicos. Tengo esperanzas para el sábado, quien sabe lo que puede llegar a pasar. Me he prometido que cuando llegue el sábado me voy a centrar sólo en él, no voy a pensar en Darío, y voy a aprovechar el momento con Pablo.
He tirado todo, las fotografías, las canciones y su carta, para hacer borrón y cuenta nueva. Lo necesitaba, me he quitado un gran peso de encima. Las fotografías las he roto en pedazos pequeños, para no tener la tentación de mirarlas otra vez, y he juntado todos los pedacitos, metiéndolos en una bolsa de plástico. Lo mismo he hecho con la hoja de canciones y su carta. La carta es lo que más me ha costado. La he leído por enésima vez y la he tirado.

A cientos de quilómetros, en un pupitre (Mara)
-Señorita, haga el favor de prestar atención-escucho una voz de fondo- ¡Señorita Berneri!-doy un salto en la silla, un golpe en la mano con la pata de la mesa me saca de mi ensimismamiento.
-¡Ah! ¿Sí?-digo nerviosa, sin saber por qué me llama. Se escuchan algunas risas de fondo.
-Le he dicho que prestase atención-dice con voz firme-, quizá, usted, ya sabe la respuesta del ejercicio que estamos corrigiendo. ¿Podría hacernos el favor de decirnos su respuesta?
¿Qué? ¿Qué ejercicio? Me muevo un poco en mi silla, en busca de alguna idea. No los he hecho… ¿Que se los ha comido el perro? No, no tengo perro… Eem…
-¿Señorita? ¿Los tiene hechos?
-Eem… -pero no me da tiempo a contestar.
-Profesora, se los he pedido yo, que no entendía el ejercicios 36, ¿puedo devolvérselos?-no me lo puedo creer.
Miro a Carlo sorprendida, todos le miran sorprendidos, hasta la profesora suelta un pequeño chillido. Carlo es uno de los mejores estudiantes del centro y siempre hace los deberes, siempre lo entiende todo y nunca necesita ayuda.
-Claro-dice la profesora. Carlo se levanta de su pupitre y se dirige al mío. Hace tiempo que no hablábamos y esto me ha dejado descolocada. Lleva sus ejercicios en la mano y cuando está delante de mi pupitre me lo acerca para que yo los coja. Nos miramos a los ojos, como nunca lo había hecho, ni cuando estábamos saliendo.
-Gracias-susurro, sin entender todavía por qué me ha hecho este favor. Se vuelve sin decir nada, y se vuelve a sentar en su sitio.
-Bueno, ahora sí, señorita Berneri, ¿puede corregirnos el ejercicios 33?
-Sí, por supuesto-digo mirando a Carlo de reojo, que mira su libreta, aún sabiendo que en la suya no hay nada escrito.

En el aula 103, delante de un examen
Ya he rellenado más de la mitad y estoy bastante seguro de que mis respuestas sean correctas, pero siempre tengo dudas. Estoy concentrado en la hoja que tengo delante. Me quedan 20 minutos y tres preguntas que responder. Venga… Los minutos pasan, y mi bolígrafo azul no deja de escribir, no puede parar, no debe parar, me duele la muñeca, pero no puedo dejar de escribir, sino no acabaré. 10 minutos. La gente que va acabando va saliendo del aula, sólo quedo yo y cinco chicos más. Me sudan las manos, pero no puedo echarme para atrás ahora, sólo queda una pregunta. ¿Qué? ¿Veinte líneas? Agarro el bolígrafo con fuerza y suspiro hondo. Cierro los ojos y pienso en qué voy a poner primero. Ya está… Cojo aire y empiezo a escribir muy rápido, seguro de mí mismo, poniendo las palabras adecuadas en todo momento.
Suena el timbre, me levanto y le entrego el examen al profesor, satisfecho. Me mira por encima del hombro, esperando a que le diga que me ha ido fatal, pero no es así, me ha ido mejor de lo que creía. Ahora falta esperar a la nota.
Camino, mirando al frente, pensando en ella, en Aroa. Podré verla. Podré respirar su perfume, esa mezcla entre rosas y vainilla, ese que me hace soñar. Aún falta mucho tiempo, casi dos meses, pero es poco, comparado con hace unos meses, que creía que no la volvería a ver jamás.
Voy a la cafetería y me pido un café con leche. Soy tradicional, pero es el único café que me gusta, lo sé, estoy en Italia. He probado el capuchino pero no me acaba de gustar. Pero bueno, para gustos, los colores. Me siento en una mesa cerca de unas chicas, la única libre de toda la cafetería. Son dos chicas morenas, más o menos de un año más que yo. Me miran de reojo y se dicen cosas al oído. Se pensarán que soy nuevo, al no verme normalmente por la universidad, la mía está en casa. Entonces me viene a la cabeza la imagen de esa chica, la del autobús. Esos ojos me miraban de una forma especial.

martes, 6 de marzo de 2012

Amarrado a ti Capítulo 10





Todavía en el autobús (Darío)
Esa chica rubia no me ha dejado indiferente. Tengo el presentimiento de que algún día nos volveremos a ver. Era muy guapa, nada más verla me he dado cuenta de que había algo, quizá conexión, o química. Pero bueno, ahora no debo pensar en ella, tengo que concentrarme en el examen si quiero ver a Aroa estas navidades. Aroa… Otra vez… ¿Es que no te vas a ir nunca de mi cabeza? Buuuf… ¡Mierda! ¡Son menos cinco! Como el conductor no se dé prisa voy a llegar tarde… ¡Venga! Aquí está mi parada. Pulso el botón para que el conductor pare y éste obedece a mi señal. Bajo corriendo los escalones, después de un “gracias” y un “adiós” rápidos, casi inaudibles. Ya ha tocado el timbre, tengo que darme prisa si quiero hacer el examen. Voy corriendo, esquivando una multitud de nuevos músicos, que caminan lentamente, algunos chocan con mis brazos y tengo que ir pidiendo perdón, cosa que realmente ahora mismo no me apetece hacer, no me puedo entretener. Subo las escaleras dando zancadas para llegar más rápido, aunque parece que de un momento a otro me vaya a comer el suelo. Allí está mi aula, la 103. Aguanto la respiración para tranquilizarme un poco, pero no sirve de mucho, mi corazón sigue latiendo con fuerza. Cojo el pomo y abro la puerta bruscamente. Todos me miran, habrá por lo menos 100 personas. Ya os imagináis la vergüenza de llegar tarde. El profesor se gira y me mira serio de arriba abajo.
-Perdón, ¿puedo entrar?-pregunto jadeante.
El profesor se acerca y me mira a través del cristal de sus gafas negras.
-Sí, pero que no se vuelva a repetir, que sea jugador de fútbol no quiere decir que se pueda permitir llegar tarde.
¿Qué quiere decir con eso? Como si estuviese en primera división…
-Grazie-me limito a decir, mientras busco con la mirada un sitio libre.
El hombre me entrega la hoja de examen y voy hasta mi asiento. Lo dejo sobre la mesa y saco un bolígrafo. Bueno, allá vamos…

Sobre la cama, mirando el techo de la habitación
Ya he leído su carta por lo menos diez veces y lo haría una vez más si no fuese porque mis lágrimas me lo impiden. Sí, estoy llorando, no he aguantado más, he tenido que soltar todo lo que llevaba dentro. Me trae tantos recuerdos… Ojalá pudiese coger un avión e irme hasta donde está él, a buscarle y decirle que no le he olvidado y que le sigo queriendo, pero es imposible. Sé que es imposible, pero pronto le veré, pronto es estas navidades. Cada vez que lo pienso se me encoge el corazón, queda todavía mucho, pero se me hace corto el plazo que me da la vida para aclarar mis ideas. Sí, porque Pablo se está convirtiendo en alguien muy especial y este sábado voy con él al concierto de Maldita Nerea. No sé qué voy a hacer. Y Darío, sigue aquí, en mi corazón. Tengo el móvil en las manos, su número está marcado, el mismo que me llamó el martes. Sigo preguntándome si debería llamarle. Quizá, si lo hiciese, todo sería más fácil… Vuelvo a mirar la pantalla y cierro los ojos, y así, me pierdo en mis pensamientos.

En clase, esperando a la profesora (Mara)
Paolo me tiene deprimida. No me enamoré de él, pero sí que me ilusioné.
Era verano, yo estaba en España de vacaciones con la familia, en la playa. Era martes, lo recuerdo como si fuese ayer, estaba leyendo “Tre metri sopra il cielo”, hacía mucho calor y el aire bochornoso daba a entender que iba a hacer buena noche. Eran ya las 10 de la noche y en la playa ya no quedaba mucha gente, pero no estaba desierta. El cielo estaba oscureciendo y las letras del libro cada vez eran más difíciles de leer, la luz de la farola del paseo tampoco alumbraba demasiado, y eso no ayudaba en absoluto. Necesitaba desconectar del mundo, Carlo estaba a cientos de quilómetros de esa playa y ya hacía dos semanas que no sabía nada de él. Estuvimos juntos a escondidas un mes antes de venirme de vacaciones, después decidimos dejarlo, y en ese momento yo estaba destrozada. Y para colmo, mi mejor amiga Carolina estaba enamorada de él desde pequeña. Ella no supo nada de lo nuestro, ni lo sabe aún. Fue cuando, al cerrar el libro a falta de luz, me levanté y detrás de mí vi a un grupo de chicos. Me miraban sonrientes, esperando una mirada insinuante de mi parte. Me puse nerviosa y empecé a andar más rápido. Estaba sola, indefensa, pero me aferré a mi libro lo más fuerte que pude, como si me diese fuerzas para andar más rápido. Uno de ellos, un chico alto y delgado, me sujetó el brazo y me atrajo a él. Me intenté apartar, pero su fuerza me ardía en la muñeca. Tuve miedo y sentí impotencia al ver que no podía hacer nada. Tan insignificante al lado de esos chicos, me sentía perdida, no veía a mi alrededor más que esos torsos corpulentos, que cada vez sentía más cerca. Me sentía mareada, sin fuerzas. Pero alguien me cogió del otro brazo y me apartó de ese horror. Su mano no me apretaba, sólo me sujetaba con delicadeza, pero a la vez con firmeza. Escuché gritos a mi alrededor y mis párpados cedieron. Cuando los volví a abrir vi unos ojos negros mirándome bajo la luz de una farola. Una mirada preocupada, pero a la vez protectora. Fue entonces cuando escuché su voz “¿Estás bien?”, preguntó. Pero no respondí, no me salían las palabras, esos ojos me habían dejado sin habla, atónita. “¿Quién eres?” susurré con un escaso español, después de buscar las palabras adecuadas. “Soy el que trabaja en ese chiringuito”, contestó, señalando una caseta de la playa. Me levanté de un salto al ver que todavía era de noche, tenía que volver a casa. Me despedí de él y le prometí que nos volveríamos a ver. Al día siguiente fui al chiringuito y ahí estaba él, en la leve penumbra del techo de madera. Dos chicas en bikini estaban sentadas en una mesa cercana a la barra y miraban en su dirección, sonriendo. En ese momento, decidida, fui a donde estaba él y vi la tarjeta que colgaba del bolsillo de la camisa azul cielo: Pablo Sarrasec.
-¡Ciao Paolo!-sonreí.