Traducir

jueves, 26 de diciembre de 2013

Seis días no eran nada después de todo.


"¿Por qué apartas la mirada 
si te pillo mirándome otra vez?
Qué difícil predecir una vez más
mañana dónde estarás."

Habían pasado seis días desde la última vez que lo vio y seis días no eran nada después de todo. Tanto tiempo esperando a que llegasen las mañanas tranquilas y las copas de champán después de cenar, que había olvidado lo que todo eso conllevaba. No podía arrancar de su mente esa sonrisa radiante justo antes de irse, ni esa risa burlona después de cada frase dicha ni esos ojos penetrantes que desafiaban al paso del tiempo. 
¿Cuántas veces había deseado perderle de vista y ahora su vista no hacía más que buscarle en cada rincón? Los días sabían a eternidad y estaban comenzando a pasar sin orden alguno. ¿Acaso sabía en qué día vivía? Los calendarios marcaban un jueves veintiséis, pero su pensamiento había decidido sentarse en el último viernes que escuchó su voz. 
Esperaba ansiosa a que llegase el último día del año, ése en el que se olvidaba todo lo ocurrido anteriormente después de un sorbo. No quería olvidar los años pasados, pero sí los miedos que tanto la habían acompañado a lo largo de éstos. Deseaba ahogarse en una copa de ron y ver en ella el reflejo de aquellos odiosos ojos observándola tras su espalda. 
Porque sólo habían pasado seis días y ya quería volver a saborear la amargura de esa maldita adicción que llevaba su nombre.

Photo

martes, 24 de diciembre de 2013

Amarrado a ti Capítulo 104

-¡No me puedo presentar en Milán! 
-Poder puedes, lo que ocurre es que no te atreves –se cruza de brazos.
-No quiero irme para allí y quedar mal.
-¿Por qué ibas a quedar mal?
-Porque ella ha ido a encontrarse con un chico del que siempre ha estado enamorada. Los dos sabemos lo que ocurre cuando eso se lleva a cabo.
Laia se ruboriza y, para evitar que yo me percate de ello, empieza a poner la mesa. 
-Oh… No… No lo decía por… por lo de anoche… -tartamudeo sin saber cómo explicarme.
Laia se gira para mirarme y se empieza a reír escandalosamente por mi reacción. 
-¿Qué pasa…? –pregunto extrañado por su comportamiento.
-Que te preocupas demasiado. No me ha molestado en absoluto, olvida lo que ocurrió anoche, anda, fue una tontería, le puede pasar a cualquiera –confiesa con el rostro neutro. 
¿Lo dice en serio? ¿Después de todo lo que me confesó anoche, dice que sólo fue una tontería? Me encojo de hombros y suena el timbre, será el repartidor.
 
 
En un hospital de Milán (Carolina)
 
-Ya puede pasar –me informa la enfermera y entro en la pequeña habitación de paredes blancas.
Lo primero que veo es el cuerpo de mi amiga estirado sobre la camilla y conectado a una multitud de cables que la hace parecer aún más frágil. Su melena rubia despeinada cae sobre la almohada de forma desordenada y sus ojos azules se clavan en mí en cuanto me ven pasar por la puerta.
-¡Mara! –sonrío de oreja a oreja sin poder reprimir las lágrimas.
-Caro… Perdóname, por favor… Por todo lo que te he hecho… -los ojos de Mara se empañan y la abrazo cuidadosamente.
-Estás así por mi culpa, perdóname tú a mí –le pido al recordar el accidente.
-No hay nada que perdonar –sonríe, joder, echaba tanto de menos la sonrisa de mi mejor amiga… -. Va, ¿alguna novedad?
-Vaya que sí, cuando salgas de aquí tengo que presentarte a alguien –me pregunto si realmente veo a Andrea como algo más-. Mara, has dormido demasiado, sabes que dentro de poco te va a tocar salir de fiesta, ¿no?
-¡Estoy deseando salir de este hospital! –Muestra una mueca de desagrado-. Y, por cierto, ¿puedo saber el nombre del afortunado?
-¡Aaaaaaaaaaah! –suelto una carcajada-. No, no lo conoces, ¡ya lo verás!
-¿Y si me muero ahora mismo y no me entero? –ríe.
-No lo digas ni en broma, que ya bastante mal lo he pasado por tu culpa... –le reprocho.
-No, pero dime cómo se llama, vamos, Caro –me suplica juntando las manos a la altura del pecho.
-Andrea, se llama Andrea.
-¡Oh, Caro! –se le iluminan los ojos-. ¿Pero estáis juntos?
-¡No! –dejo salir una risa nerviosa-. Somos amigos…
-Sí, amigos…
-Hola, chicas –entra Carlo en la habitación y observa la escena.
-Hola- sonreímos al unísono. 
-¿Sabéis? No os imagináis lo bien que me hace veros así de nuevo –se me revuelve el estómago al recordar los enfados.
-Eh, que fuiste tú quien nos metió en este enredo –bromeo con la dura realidad que me había separado de mi mejor amiga.
-Realmente, lo siento muchísimo –Carlo me mira preocupado y le doy una colleja para quitarle importancia al asunto.
-Ya estamos bien de nuevo, no importa lo que ocurrió –sonrío, feliz por vernos de nuevo a los tres sin problemas de por medio.
-Entonces, ¿me perdonas por todo lo que te hice? –se gira para mirarme y por un instante siento cariño hacia él, sin dolor.
-Sí, te perdono –se abalanza contra mí y me abraza, besándome en la mejilla.
-¡Oh, chicos, no os podéis ni imaginar cuánto os quiero, joder! Me alegro de que el accidente nos haya vuelto a juntar… -Mara se emociona y sonríe con esfuerzos.
-Nosotros también te queremos –sonrío.
-No, yo la quiero más –me reprocha Carlo, sacándome la lengua.
-Ni en broma, yo la quiero más.
-¡No, yo más!
-¡Que te he dicho que no, que yo la quiero más que tú! –suelto una carcajada.
-¡Por favor! ¡No os peleéis por mí, hay Mara para todos! –mi mejor amiga se deja abrazar por los dos y volvemos a sentirnos unidos.


¡Hola, personitas! Espero que os haya gustado el capítulo.
Feliz navidad a todas/os :)
¡Un beso muy muy muuuy grande! <3

martes, 17 de diciembre de 2013

¿De verdad estás tan bien sin tenerte a ti mismo?

"Lo tienes justo delante, 
a un metro de distancia, 
y nunca podrás colgarlo en tu salón. 
Lo tienes justo de frente, 
y nunca podrás tocarlo."


Me siento cansada de todo en general, de buscar algo en ti con la esperanza de encontrarlo. Rebusco en tus miradas, repaso tus gestos al hablar y pretendo ser objetiva frente a la manzana prohibida de tu sonrisa. Maldita perdición, me hace olvidar mi verdadero objetivo, encontrar tu esencia, tu verdadera persona. Se fue hace tanto tiempo de nuestro lado, que por mucho que me adentro en bosques densos y ocultos en la oscuridad de tus pupilas, no consigo ver la luz. Tal vez es cierto eso que dicen, que cogió un barco en las orillas del Mediterráneo para no volver, pero me siento obligada por mi conciencia a seguir esperando en la arena su vuelta. Sigo siendo prisionera de tu mirada, soñadora de tiempos pasados y pirata de tus mares. No consigo creer que tu alma no está contigo, ¿cómo eres capaz de respirar? Tu risa todavía tiene el sabor de aquellos años buenos en los que todo era perfecto, o al menos en los que tenía todo lo que necesitaba. Antes te tenía cerca y no sentía el abismo que me separa de ti ahora mismo cada vez que cruzamos las miradas. No sé qué más hacer para encontrarte, me siento absurda, así que mírame y dime, por favor, ¿de verdad estás tan bien sin tenerte a ti mismo?

Indie | via Tumblr

lunes, 16 de diciembre de 2013

Amarrado a ti Capítulo 103

Dos años y medio atrás, en una casa en medio de Barcelona (Laia)
 
-¿Qué haces hoy aquí? –río sorprendida al verle en la puerta de mi casa.
-Quería verte –sonríe y me da un beso en los labios antes de decidirse a entrar.
-Pero habíamos decidido que hoy no quedaríamos, mañana hay examen de historia…
-Lo sé, pero estoy cansado de hablar de guerra cuando tengo la posibilidad de hablar de lo mucho que te quiero a ti –rodea mi cintura y sonríe de oreja a oreja.
-Eres imbécil –suelto una carcajada y me aparto de él al escuchar los pasos de alguien detrás de mí. 
-¿Quién es? –pregunta una voz femenina.
-Es Pablo, mamá –sonrío sin poder evitarlo y mi madre me imita, entrando a la cocina.
-Bueeeeeno… Vas a dejarme entrar, ¿no? ¡He traído pizzas!
-¿Dónde…? –miro sus manos vacías y no hay ni rastro de ellas.
-Perdona, pero tengo prisa, no eres el único –comenta enfadado alguien desde afuera y me percato de que es el repartidor. No puedo evitar soltar una carcajada.
-Tenga –Pablo le entrega el dinero y recoge las pizzas.
Yo le dejo pasar y nos dirigimos a la sala de estar. 
-Laia –mi madre asoma la cabeza por la puerta-. Papá y yo nos vamos a casa de la abuela –sonríe a Pablo y me sonrojo ante su gesto.
-Marta, yo no quiero que los chavales se queden solos en casa, ya me entiendes –murmura mi padre desde el pasillo.
-Pedro, haz el favor de callarte, que te van a oír –le manda callar mi madre, como si nosotros no estuviésemos entendiendo sus susurros-. Chicos, nos vamos –comenta y sale de casa, acompañada de mi padre que nos echa una mirada de desconfianza.
 
-Parece que a tu padre no le gusto mucho… -vuelve de la cocina, después de tirar los restos de pizza a la basura. Estaba riquísima.
-Es así, si fuese por él, ¡no tendría novio hasta los cuarenta!
-¿Tanto voy a tener que esperarme? – ríe, dejándose caer a un lado del sofá.
-Si me quieres, sí –sonrío, sentándome sobre él.
-Te quiero –se pone serio y me mira a escasos centímetros de mí. 
-No te creo –beso sus labios y me aparto un poco.
-Te quiero –sujeta mi cadera, me eleva y corre hacia mi habitación.
-¡No, no, no! ¡PARA! –río nerviosa y con miedo a caerme.
Una vez allí, nos tiramos sobre la cama, riendo como dos niños pequeños.
-Mientes –sonrío, atrayéndolo hacia mí.
-Te quiero –junta nuestros labios y me pierdo en ese beso.
-No, estás mintiendo –niego con la cabeza.
Me acerca a él y me besa en el cuello. Suelto un suspiro al sentirle cerca y él murmura de nuevo un “te quiero”. Siento su cuerpo contra el mío, suave y fuerte, y me deshago de todas las prendas que nos impiden rozar en cielo. 
-Te quiero –confiesa con la voz entrecortada.
-Lo sé –muerdo su labio inferior y me olvido de todo.
-No, no lo sabes.
-¿Ah, no? ¿Entonces para que me lo repites tanto?
-Para que no me olvides –se pone serio y su respiración se acompasa con la mía.
-No lo voy a conseguir… nunca.
-¿Acaso lo vas a intentar?
-No lo quiero intentar –susurro.
-Yo tampoco quiero que lo hagas…
Nos perdemos en los labios del otro y nos demostramos todo lo que las palabras nunca podrán decir.
 

Actualidad, en un apartamento de Barcelona (Pablo)
 
Todavía se acuerda de mi pizza preferida. Parecerá una gran tontería, un mísero detalle, pero es algo que dice mucho de ella. Todo esto quiere decir que no quiso olvidarme en su momento. Aún así, preferiría que me hubiese conseguido olvidar, me duele ver que no puedo corresponderla cuando sus sentimientos hacia mí son tan fuertes. 
Pero es que es Laia, fue mi mejor amiga y lo sabe todo de mí, no se le escapaba nada y cualquier dato le parecía curioso para aprenderlo. Es muy importante para mí, siempre lo ha sido, y es por eso que me preocupa que me quiera.
-¿Sabes algo de Aroa? –pregunta haciéndome volver al presente.
Está parada junto a la encimera y me mira con los ojos ausentes, como si me atravesase con esa mirada color tierra.  
-Quiere hablar conmigo –murmuro y miro el techo blanco de la cocina.
-¿Habéis hablado? –me mira confundida.
-Sí, bueno, sólo le he preguntado qué tal estaba.
-¿Y nada más?
-No, hemos quedado en que hablaremos en otro momento –nos quedamos pensativos y rompo de nuevo el silencio-. No sé qué hacer, Laia…
-La quieres, ¿no? –carraspea al pronunciar esas palabras. Sé muy bien lo que le cuesta hablar de todo esto conmigo aunque intente disimular. Asiento ante su pregunta-. Pues haz todo lo que esté en tu mano para recuperarla, no la dejes ir, Pablo, te lo digo muy en serio.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Amarrado a ti Capítulo 102

-Eh… Nosotros… eh… No estábamos…
-Chicos, que no pasa nada, yo también he tenido vuestra edad –se empieza a reír sin intención de parar-. Me parece genial que estéis juntos, pero Darío, más te vale no hacerle daño a mi hija o te las verás conmigo –se pone serio de nuevo.
-Eh, sí, no le voy a hacer nada…
-Eso espero –sonríe, observándonos.
 
 
En un hospital de Milán (Carolina)
 
Subo las escaleras en silencio, seguida de Andrea, que me sujeta la mano con firmeza. Mi corazón se oprime con cada paso que doy de camino a la habitación en la que se encontraba Mara. No pude despedirme de ella y eso es algo que no consigo sacarme de la cabeza.
Camino por el pasillo que lleva a la sala de espera y me percato de la silueta de Carlo en la puerta.
-¡Caro! –se acerca a mí y me abraza con más fuerza de la que creía que nunca podría tener-. ¿Se puede saber dónde estabas? –me sonríe de oreja a oreja y le miro extrañada.
-Había salido a tomar el aire…
-¡Pues te has perdido lo mejor! –la mirada esmeralda de Carlo se ilumina al pronunciar esas palabras.
-¿Lo mejor? ¿Bromeas? ¿Qué se muera mi mejor amiga es bueno? ¿Qué mierda te has tomado, Carlo? –se me encoge el pecho al recordar la verdadera razón por la que me encuentro en el hospital.
-¡¿Qué?! ¿De qué demonios hablas?
-¿De qué hablas tú?
-¡Mara ha despertado!
¿Qué acaba de decir? No, no puede ser. ¿Lo he entendido bien? Pero, ¿entonces?....
-¡¿Cómo?! -mi mirada se empaña a causa de las lágrimas que ya han empezado a salir.
-¡Mara está viva! ¿Quién narices te ha dicho lo contrario?
-¿Puedo verla? –ignoro su pregunta.
-Ahora están haciéndole algunas pruebas para asegurarse de que todo está bien, pero luego podremos ir a verla –me abalanzo contra Carlo y le abrazo fuerte.
 
 
Tres horas después, en un apartamento de Barcelona (Laia)
 
Dejo el teléfono sobre la mesa y observo el reloj, Pablo debe estar al llegar… He pedido pizzas porque no me apetece cocinar y el chico me ha dicho que llegarán en media hora.  
No se me va de la cabeza lo que ha ocurrido esta noche. Llevaba tanto tiempo deseando algo así, que todavía no consigo asimilarlo. Sus manos recorriendo cada rincón de mi cuerpo, bajo una suave luz a lo lejos, y haciéndome feliz por instantes de euforia. 
Esa felicidad se ha esfumado en tan poco tiempo… No he podido saborearla. Él me lo ha confesado esta mañana, a quién realmente quiere es a Aroa, y yo no puedo hacer que eso cambie por mucho que me esfuerce. Lo nuestro fue bonito mientras duró, pero ahora ya es parte del pasado. 
Las llaves bailan en la ranura de la puerta y ésta se abre al momento. Me quedo quieta en la cocina con la mirada perdida y Pablo entra con pesadez, colocándose delante de mí.
-Hola, Laia… ¿Qué tal has pasado la mañana? –comenta, dándome un beso en la mejilla.
Mis ojos se cierran en un suspiro y me obligo a parecer normal, a dibujar una sonrisa en mi rostro.
-Genial, he pedido unas pizzas, ¿te parece bien? –éste asiente y se apoya en la encimera-. ¿Cómo te ha ido a ti?
-Se me ha hecho eterna –se limita a contestar-. ¿Carbonara? 
-¿Qué? –pregunto sin entender, haciéndome salir de mi ensimismamiento.
-La pizza –sonríe como sólo él sabe y resoplo.
-¡Ah! –Río sin fuerzas-. Sí; todavía te gusta, ¿no?
-Claro, es mi preferida –nos miramos fijamente sin saber qué más decir.
Recuerdo todas las tardes de domingo en mi casa, bajo la luz del televisor y ese olor a pizza tan característico que inundaba la sala de estar. Siempre las pedíamos de carbonara, ya que como él ha dicho, es su preferida.
 
Siento muchísimo no haber podido subir antes y por estar tan ausente, pero es que he estado de exámenes y no he parado en toda la semana, ¡menos mal que ya llegan las vacaciones de navidad!
¡Un beso muy muy muy grande! :)

jueves, 5 de diciembre de 2013

Tu alma de niño bueno se adentró en una coraza equivocada

Había pasado demasiado tiempo desde la anterior vez en la que me sentí a gusto contigo. Tus pautas diarias habían sido modificadas por alguna causa ajena a mí y día tras día me asaltaba la pregunta de por qué ese cambio. Con lo bien que estaba a tu lado... Tú bien lo sabías, me tenías para lo que necesitases, no sería jamás capaz de fallarte, porque llegaste a ser la razón que me pedía una sonrisa cada día, porque fuiste mi motivo de despertar cada mañana aunque tú no fueses consciente de ello. Me aferré a tu risa, a tus ojos color miel que desprendían esa luz aunque las nubes fuesen protagonistas en el cielo. Fuiste magia, pero también un mago absurdo e incapaz de hacer hechizos eternos. Porque yo, ilusa, pensé que esa dulce mirada tuya duraría siempre y podría disfrutar de ella hasta hartarme. 
Te reencarnaste, tu mente perdió el norte y tu alma de niño bueno se adentró en una coraza equivocada. Maduraste de mala manera, creyéndote una persona que no eras y tu propia mentira. El dulce sabor de tu mirada seguía presente, pero para saborearlo era necesario saltar las miles de barreras que habías puesto entre nosotros. Tropecé y tropecé, incluso llegué a pensar que esos obstáculos eran infinitos y que nunca podría alcanzar tu antigua persona. Echaba tanto de menos aquella sonrisa tan tuya y tus gestos nerviosos al hablar, que pensé perderme en tu perfume caro. Te habías ahogado en tu propia superficialidad aun teniendo los pies en tierra firme, y yo sola no iba a poder sacarte del agua oscura. Porque, en efecto, en eso te convertiste, en agua oscura, y yo, incapaz de bucear y ver más allá, creí que el manto negro iba a ser el mayor impedimento. 
Hasta que escuchaste de nuevo mi voz, te paraste a pensar en mis palabras y reflexionaste sobre ellas. Sabías con certeza que yo tenía razón, no valía la pena que te engañases, sólo conseguías hundirte y hundirte cada vez más. Tu recuerdo había permanecido en mí y fui capaz de hacerte un esbozo de éste. No era perfecto, pero se pudieron apreciar tus cambios. 
Sólo quise que el pasado volviese al presente, cambiar los tiempos verbales de nuestra vida, y aquí estoy, esperando que los rayos de Sol no se desvanezcan de nuevo y poder volver a observar esos ojos caramelo, de los cuales tanto antojo tengo.

...

lunes, 2 de diciembre de 2013

Amarrado a ti Capítulo 101

-¿Aroa? –pregunta la voz de Pablo al otro lado del teléfono y me quedo helada.
-Sí… soy yo… -nos quedamos en silencio y éste carraspea-. Necesito hablar contigo.
-Ahora no puedo, sólo quería preguntarte cómo estabas.
-Ah, bien –miento-. ¿Y tú?
-Muy bien también –me duele escuchar esas dos palabras por su parte, porque probablemente sean ciertas-. Ya… Ya hablaremos.
No me da tiempo a responder un “sí” porque le devuelve el móvil a Lucía y ésta se despide de mí porque tienen clase.
-Está bien, ya nos veremos cuando vuelva. ¡Un beso!
-Hasta pronto, Aroa, otro beso para ti –y termina la llamada.
 
 
En una universidad de Barcelona (Pablo)
 
-Quiere hablar conmigo –comento, apoyándome en la puerta.
-¿Y por qué no le has dicho nada? –pregunta Lucía poniendo los brazos en jarras.
-Porque no sé qué me quiere contar, no quiero quedar como un estúpido…
-¡¿Como un estúpido?! Ya estás actuando como tal dejándola ir.
-No la estoy dejando ir… -contesto algo mosqueado.
-¿Qué no? ¿Entonces por qué carajos no le has dicho que la quieres?
-¿Acaso piensas que me es fácil soltar algo así? ¡Vamos, Lucía, no tengo ni idea de lo que ella está haciendo allí ni si siente algo por mí!
-Yo no digo eso, pero has tenido la oportunidad de confesárselo y la has malgastado preguntándole si estaba bien.
-Está bien sin mí –aprieto los dientes con rabia al recordar sus palabras.
-Te necesita más que nunca –me echa en cara Lucía.
-No digas tonterías, allí tiene todo lo que ha querido.
-No estés tan seguro de ello –me da una palmada en el hombro y entra a clase junto con unos cuantos alumnos más.
-Ahora ya es tarde –murmuro mintiéndome a mí mismo.
 
 
En un local de Milán (Darío)
 
Todavía no acabo de asimilar lo que ha ocurrido, todo ha sido muy extraño y no puedo creer que me haya reencontrado con Aroa. Después de tanto tiempo… Me siento diferente. Todos esos sentimientos que tenía por ella… Ya no están; todo lo que sufrí por ella ya no está. Y me alegro de haber ganado al pasado.
-¿Sabes? –sonríe Giulia al otro lado de la barra y le pido que siga hablando-. Me ha gustado eso de que soy tu novia.
Me aseguro de que su padre se ha ido y entro en la barra, colocándome a su lado. 
-¿Acaso no lo eres?- rodeo su cintura, ignorando las miradas de los pocos clientes y beso sus labios con ganas de tenerla cerca.
-Creo que sí, y me gusta cómo suena –agacha la cabeza intimidada por la mirada de los demás.
Me aparto de ella y voy en dirección al escenario. Enciendo el micrófono y carraspeo para que me miren. 
-¿Hola? ¿Se me escucha? –Hablo a través de éste y las personas que hay asienten con la cabeza, observándome con cierta curiosidad-. Bien… Quería hablaros de una persona… Una persona que ha conseguido sacarme miles de sonrisas, una persona que me ha hecho sentir como nunca nadie lo había hecho, a pesar de todo –Giulia me observa desde la barra y me mira interrogativa-. Esa persona está aquí y se llama Giulia. ¿Giulia? –la llamo y acude al escenario, colocándose a mi lado, con las mejillas sonrojadas-. Es ella, mi novia, y la quiero más que a nada en este mundo –alguna pareja suelta un “oooh” a lo lejos y nos reímos.
-Eres idiota –contesta Giulia, quitándome el micrófono-. Yo también te quiero –se acerca a mí y me besa en los labios delante de toda esa gente y con el rostro ardiendo de la vergüenza.
Al terminar, me percato de que Donato acaba de llegar al local y nos observa con los ojos como platos desde la entrada.
-Mierda… -murmura Giulia, apartándose de mí.
Bajamos del escenario y nos dirigimos de nuevo a la barra.
-Chicos, ¿se puede saber qué ha sido eso? –pregunta seriamente.