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martes, 28 de enero de 2014

Tu silencio destilaba indiferencia.

-No me habla.
-No es culpa suya, es tuya.
Esa conversación que había llegado a mis oídos no paraba de rondar por mi cabeza. Es cierto, la culpa era tuya de que yo no te dirigiese la palabra. ¿Por qué mierda te preocupabas ahora si a la vez seguías ignorándome? Si no te hablaba era por tu culpa, porque decidiste apartarte cuando más necesitaba saber de ti... Tú no te merecías nada de mí, tu silencio destilaba indiferencia, mientras que tu mirada lejana me pedía a gritos cualquier señal de añoro. No te la iba a dar, ¿cómo iba yo a arrastrarme más? Si lo único que terminaba consiguiendo eran arañazos por todas partes y moratones en los codos... No, yo ya no podía seguir así, no tenía sentido continuar con esa farsa, me estaba engañando y estaba viendo sonrisas donde probablemente no había nada. Sí, me dolía alejarme de los sentimientos, pero había llegado el momento de observarme a mí misma desde afuera e intentar aconsejarme, porque esa rutina era una adicción y necesitaba empezar de nuevo y dejar atrás los vicios. Porque estaba cansada de darlo todo por ti.

En ocasiones, debíamos dejar que pasase el tiempo, que éste decidiese y pusiese todo en orden, ya que era lo que más necesitaba, orden y tranquilidad. Debía aceptar que no siempre todo salía bien, que las segundas partes no siempre funcionaban, que las oportunidades no eran infinitas y que no todos los sapos podían llegar a príncipes. Que a veces era necesario arrojar la toalla al suelo para que otra persona lo intentase, porque tal vez yo no era la adecuada para conseguirlo. 

Yo no era la persona adecuada para ti, y ahora me había percatado de ello. 
Sé que no te olvidaré de un día para otro, quizá nunca lo haga, pero intentaré que dejes de ser especial para mí.
Espero que algún día alguien te entienda, ya que yo no lo he conseguido...

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¡Hola, personitas! Quiero dar las gracias a las nuevas seguidoras por quedarse por aquí (¡¡¡¡ya somos 252!!!!) y además también os quiero recomendar un blog que acabo de descubrir y que me ha encantado, ya que me siento muy identificada con las entradas, se llama Only god can judge me (Haz click aquí), ¡espero que os guste tanto como a mí!

lunes, 27 de enero de 2014

Amarrado a ti Capítulo 108

En un local de Barcelona (Pablo)
 
Me llevo a la boca la quinta cerveza y la termino de un trago antes de dirigirme a la salida para tomar el aire. Esquivo con cuidado a la gran multitud que se ha levantado de los asientos para bailar en medio de la pequeña pista y abro la puerta del local. El viento de noviembre se desliza bruscamente por mis mejillas, al igual que el amargo sentimiento hacia Aroa. No puedo evitar que su imagen aparezca en mi mente cuando necesito desconectar de todo lo ocurrido. Debo hacerme a la idea de que no voy a volver con ella, debo olvidarla desde ya. 
-¿Pablo? –me giro al escuchar una voz femenina a mi espalda y sus ojos marrones se clavan en mí.
-Hola, Laia –se sienta con torpeza a mi lado en el bordillo de la acerca y rodea sus piernas con los brazos, encogiéndose. Enciende un cigarro y da una gran calada con una delicadeza y sensualidad extrema-. No sabía que fumases –me sorprendo de sus actos.
-Y no fumo, sólo en fiestas… -aclara.
Nos quedamos en silencio, alejados del mundanal ruido del local y el olor a tabaco comienza a inundar el ambiente húmedo de la noche barcelonesa. 
-¿Por qué has mentido? –susurra, rompiendo con el mutismo que se había apoderado de nosotros.
-¿Mentir en qué? –intento que me aclare su pregunta.
-Sigues enamorado de ella y les has dicho que no…
-Tú no sabes nada –sentencio, sin ganas de dar explicaciones.
-Te conozco aunque no lo creas, uno no se desenamora de la noche a la mañana, ¿sabes?
-Genial, soy una excepción –sonrío sarcástico.
-No intentes convencerme de lo contrario, sé que mientes. Deberías aceptar la realidad.
 
 
A su lado (Laia)
 
-Sólo te estoy diciendo lo que pienso –se queda mirando un punto fijo en el suelo, impasible.
-Eres imbécil, ¿por qué te engañas? La quieres y punto. ¿Qué problema hay en decir la verdad?
-¿Quieres dejarme en paz? ¡Joder! –se gira de repente hacia mí y me mira furioso. 
Me levanto de un salto y me alejo de allí. ¿Cómo se atreve a hablarme así? ¡Sólo quería ayudarle! Él se lo pierde. Entro de nuevo en el local, en busca de Raúl y Javi y, una vez los diviso al lado de la barra, me acerco a ellos.
-Me voy ya –les indico.
-Está bien, nosotros también, así os acompañamos a casa –me sonríen y nos dirigimos hacia la salida.
-¡Pablo! –grita Javi, acercándose al chico.
 
En ese bordillo (Pablo)
 
Me giro al escuchar la voz de Javi a lo lejos y veo cómo éste se acerca a mí con paso acelerado.
-Pablo, oye, que nos vamos ya –comenta, apoyándose en mi hombro.
-Bien, vamos –me levanto con dificultad y con la ayuda de la mano de Javi, y caminamos hasta donde están Raúl y Laia.
Laia aparta la mirada hacia la carretera en cuanto me coloco a su lado y frunce el ceño. No he querido responderle de esa forma tan brusca, pero eso le ocurre por meterse donde no la llaman. Caminamos los cuatro de vuelta a casa y rápidamente llegamos a mi apartamento. 
Saco con torpeza las llaves de mi bolsillo y abro el portal.
-Bueno, chicos, gracias por acompañarnos –susurra Laia, despidiéndose de Raúl y de Javi.
-Adiós- respondemos los tres al unísono.
Los dos chicos siguen andando y se alejan del edificio. Sólo quedamos Laia y yo, solos, enfadados. Entramos al ascensor en silencio y los dos dejamos caer nuestras espaldas sobre las paredes frías de éste. Nuestras bocas son incapaces de pronunciar palabra alguna y la situación parece cada vez más tensa. Es como si se hubiese detenido, tanto el ascensor como el tiempo, y ese ascenso hasta la planta correcta fuese eterno. 
Pero no lo es. Se detiene y sus puertas se abren de par en par con un ligero desplazamiento. Dejo que ella salga primero y la sigo hasta la puerta del apartamento. Abro y, sin ni siquiera encender las luces, Laia se dirige a mi habitación.

En ese mismo apartamento (Laia)
 
Entro en la habitación de Pablo en silencio. Estoy deseando quitarme los tacones, que me han dejado las plantas de los pies destrozadas. Me deshago de mi vestimenta y voy hacia el armario en busca de algo más cómodo. Me tapo con un pantalón de chándal y una camiseta de manga corta blanca. 
Me sorprendo al ver cómo la puerta del dormitorio se abre de par en par dando un golpe contra la pared. Por suerte, ya estoy vestida, aunque realmente él ya ha visto todo lo que hay para ver. Pablo se quita la camisa negra de forma desenfrenada y la deja caer en el suelo. Saca del armario una camiseta verde y se cambia, lo mismo hace con los pantalones. Observo su cuerpo sin moverme desde un rincón de la habitación y trago saliva al sentirme tan atraída por él. Nuestras miradas se encuentran, frías, indiferentes, en silencio. El abismo entre nosotros es enorme, cada vez más, y la situación más y más incómoda con el paso de las horas. 
Voy hacia la cama y arranco la manta que reposa encima. 
-¿Qué haces? –pronuncia Pablo, viendo mi gesto.
-Duermo en el sofá –respondo dándole la espalda y me limito a caminar con la manta a cuestas hasta la sala de estar. 
-No, Laia….
-Pablo, no quiero dormir en tu cama –dejo la manta sobre el sofá y la empiezo a colocar bien.
-Si es ésa la razón, ya me voy yo a dormir al sofá –se refriega los ojos.
-¡Que no! Es tu casa. La verdad, no sé qué hago aquí.
-¿Qué quieres decir? –se acerca a mí y espera una aclaración.

Narnia Is Real | via Tumblr

jueves, 23 de enero de 2014

Amarrado a ti Capítulo 107

-No fue así, jamás me olvidé de ti, es más, lo pasé muy mal… No sabía cómo hablarte después de lo que hice, me arrepentí muchísimo de habértelo contado de ese modo…
-Fue un maltrato psicológico el paso de los días con tu ausencia, ¿sabes? –Hago una pausa y Darío me mira torciendo los labios-. Fue cuando más te necesitaba, aunque estuvieses a kilómetros de mí… Pensé que te perdería. 
-Me tienes aquí… -susurra, apartando de mí sus ojos avellana. 
-No –niego rotundamente-. Si no hubiese sido por mí, si no me hubiese presentado aquí, tú no me hubieses buscado.
-Te llamé –confiesa.
-Lo sé, y la fastidiaste –me levanto de un salto y mi alrededor comienza a dar vueltas. Camino con cuidado hasta la salida del local.
-¡¿Qué?! ¿Que la fastidié? –me sigue hasta la calle.
-¡Sí! Había aprendido a vivir sin ti, ¿vale? ¡Y volviste de repente hace un mes! –grito al borde de la desesperación.
-¡Tenía la necesidad de saber de ti! –se lleva las manos a la cabeza y me observa con el rostro desencajado.
-¿Después de un año y medio pretendías hacer como si no hubiese ocurrido nada? ¿Hacer como si no te hubieses ido nunca y todo siguiese igual? –Darío espera con los brazos colgando a ambos lados de su cuerpo-. ¡Pues no! ¿Sabes? Las cosas habían cambiado, habías pasado a un segundo plano y ya me había hecho a la idea de que no te iba a volver a ver… -trago saliva para conseguir retener las lágrimas.
-¿Qué querías que hiciese? Sé que hice mal y que debería de haberte llamado mucho tiempo antes, pero no lo hice.
-¡Por tu miserable orgullo! ¡Por eso no lo hiciste! ¡Te quería, joder! –chillo en medio de la carretera, con los recuerdos a flor de piel y el corazón desbordado.
-¿Te crees que yo no? Pues sí, yo también te quería y te eché mucho de menos todo este tiempo. Dime, por favor, ¿por qué te has presentado aquí si no querías volver a saber de mí? –la pregunta me pilla desprevenida y me tomo un par de minutos para pensar realmente lo que le voy a contestar a ello. 
-No podía rehacer mi vida si no me quitaba la duda de si te seguía queriendo o no…
-Debes rehacerla, obtengas la respuesta que obtengas…
-Ahora ya estoy segura de lo que realmente quiero, estoy enamorada de Pablo y he estado perdiendo el tiempo pensando en el recuerdo que tenía de ti –murmuro, recapacitando acerca de mis propios sentimientos.
Darío se limita a sonreír, aliviado, y me abraza con fuerza, protegiéndome entre sus brazos y ofreciéndome su calor. Nos quedamos en silencio, oliendo nuestros cuerpos y perdiéndonos el uno en el otro, recordando viejos tiempos. 
 
 
En ese abrazo (Darío)
 
Aroa acaba de poner las cartas sobre la mesa y me ha sorprendido… Rehacer su vida. Yo lo había conseguido con Giulia y estoy enamorado de ella, la quiero con locura, ahora yo también estoy más seguro de ello. Me alegro muchísimo de que Aroa no siga queriéndome, porque no hubiésemos llegado a nada…
No puedo negar que volver a verla me ha impactado bastante y me ha hecho dudar de mis sentimientos, pero no es más que un recuerdo de buenos amigos. 
-Siento haberte hablado así- susurra en mi oído.
-Tranquila, antes o después íbamos a tener esta conversación, espero que todo haya quedado claro.
-Ha quedado claro –sonríe, apartándose un poco de mí. 
-Me alegro de que así sea –le acaricio la mejilla y nos disponemos a entrar de nuevo al local.
-¡Darío! ¿Qué haces aquí? –una voz masculina me grita a un par de metros de distancia. Me doy la vuelta y me encuentro esos ojos azules tan característicamente pícaros. 
-¡Andrea! Eso me pregunto yo –río, mientras éste me propina un abrazo. Echa una mirada de reojo a mi acompañante y me mira extrañado-. Andrea, te presento a Aroa, Aroa, él es Andrea, un amigo –los presento y se dan dos besos. 
-¿Habla español? –me pregunta Aroa, sorprendida.
-Sí –responde Andrea-. Mis padres son españoles –espero que no le dé a Andrea por ligar con Aroa… - Así que tú eres la famosa Aroa… 
-Espero que te haya hablado bien de mí –ésta se sonroja y me mira.
-Sabes que sí –suelto una carcajada.
-Oye –se dirige a mí de nuevo-, ¿te has enterado de que la hermana de Giulia ya se ha despertado?
-Sí, me lo ha contado Giulia esta tarde –sonrío-. Por cierto, ¿tú que hacías hoy por allí?
-Es que… -agacha la cabeza y saca un cigarro-, he conocido a la mejor amiga de la hermana, Carolina, y… ya sabes tío –ríe y Aroa también lo hace al escuchar las palabras del chico.
-Es un ligón –le aclaro a Aroa y ésta asiente a la vez que sonríe de oreja a oreja.
-Mucha suerte con esa nueva chica –río al escuchar las palabras de mi vieja amiga.
-Gracias –agradece Andrea.

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Lo siento, de verdad, no haber podido publicar antes, jo, pero es que no tengo nada de tiempo... Muchísimas gracias por vuestros comentarios en estas últimas entradas, sois increíbles, os quiero muchísimo :)
¡Un beso muy muy muuy grande! <3

domingo, 19 de enero de 2014

Es hora de decir adiós.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 

y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Querido Idiota, sé que no debería escribirte tan seguido, es complicado observar el papel en blanco con tantas cosas por decirte en la cabeza y, aún así, no encontrar las formas adecuadas, porque las he perdido. En verdad, no te tengo rencor, es la nostalgia la que me ha hecho actuar así, la que me ha puesto delante de mí un pasado que no va a volver, una falsa esperanza a la que he intentado aferrarme siempre. No te puedo odiar, la equivocada he sido yo, me he engañado a mí misma, he creído en esas sonrisas tuyas sin fundamento creyéndome especial. Y no, no me arrepiento de nada de lo que he hecho, te he querido, no puedo negarlo, y no me puedo arrepentir de un sentimiento que me ha acompañado tanto tiempo, aunque lo único que he perdido ha sido eso, el tiempo, y las agujas del reloj no van a retroceder por mí. Lo hecho, hecho está, ¿para qué lamentarse? No te juzgo, ninguno de los dos hizo bien el papel que se nos presentó, tuvimos errores, pero ya es hora de rectificar.  Lo importante ha sido ver que me estaba desviando en el camino y así volver a retomar el rumbo adecuado.
Te escribo hoy porque me siento distinta, vacía pero llena a la vez, sin los mismos sentimientos pero con verdades indudables. Porque pensé que estarías a mi altura y te quedaste al nivel del mar cuando yo me encontraba sobre las nubes. Y, aunque el paisaje fuese el mismo, tuvimos perspectivas distintas. 
Gracias por robarme sonrisas sin saberlo... Es hora de decir adiós.
                                                                                                                         S.

Beautiful!

sábado, 18 de enero de 2014

Las dudas me llevaron a tomar una decisión...

Su sonrisa torcida después de haber escuchado lo que le acababa de confesar no daba ninguna respuesta apta para tales palabras. Nunca creí que llegaría el momento adecuado para decirle todo lo que llevaba guardado dentro del pecho, incluso intenté descartar varias oportunidades que se me presentaron durante esa noche. ¿Por qué había sido tan difícil? Tenía el discurso tan preparado, que olvidé que sus ojos me desafiarían con hacerme perder la concentración. Me dejé llevar por aquel ataque de pánico y  lo dejé tras de mí acompañado de la barra de mármol, sin darle opción a reacciones. Sólo recuerdo aquella sonrisa en fase de asimilación que le acompañó toda la noche. ¿Por qué no me dejaba claro ya lo que él quería? ¿Por qué me mantenía con la incertidumbre de nuevo? Las dudas me llevaron a tomar una decisión y ésta me trajo aún más dudas.

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viernes, 17 de enero de 2014

Su silueta bajo aquel arco-iris artificial.

Cuando llegó al local donde todos habían quedado, sintió un escalofrío y un temblor interno en las plantas de sus pies, como un terremoto debajo de ella. No era el volumen demasiado elevado de la música, ni los gritos del resto de personas que estaban allí dentro cantando esas canciones actuales, eran sus ganas de verle. Las dudas le asaltaron y sus ojos azules a juego con su blusa le buscaron incansables por toda la sala con el nerviosismo de años antes del día de Reyes, de una cita a ciegas, de un beso esperado. ¿Y si no había venido? Se preguntó angustiada al no encontrarle. Había decidido tomar una decisión después de tanto cuestionarse la cantidad de consecuencias que ésa conllevaría. Su cuerpo tiritaba y sus mejillas ardían, maldito contraste de temperaturas, tenía fiebre de él. 
La mano de su mejor amiga la arrastró hasta la pista de baile y sus pensamientos no dudaron en fundirse con esa canción que, después de escucharla una y mil veces más en la lista de su radio preferida, ya se sabía de memoria. Su garganta estaba rasposa por el escaso aire y el exceso de ron y su voz afónica por versos de más donde no cabía el silencio. Estaba tan absorta en su propio vaivén de caderas que olvidó sus ojos caramelizados en el último trago. 
Cuando menos se lo esperó, sus piernas volvieron a los temblores rutinarios que la habían acompañado esos últimos días al encontrarse con su silueta bajo aquel arco-iris artificial. Era el momento de afrontar todo aquello de lo que había intentado huir tantos años.

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Bueno, personitas, mañana voy a intentar tomar 
una de las decisiones más difíciles que se me han pasado por la cabeza...
¡Gracias por estar ahí siempre! ¡Ya somos 246! :) 

martes, 14 de enero de 2014

Amarrado a ti Capítulo 106

-Lo eres –sonrío.
-¿Lo soy?
-Estúpido… ¡claro que lo eres! Que sepas que no todo el mundo viaja sólo para ver a alguien eh, debes sentirte afortunado –resalto las últimas palabras.
-Bueno, vale, soy un privilegiado entonces –afirmo con un movimiento de cabeza y le indico con la mano mi tequila, por si lo quiere.
-¿No te lo vas a beber?
-No, no bebo…
-¿Bromeas? Aroa, el tequila es un regalo de la vida, además, ¡es gratis! No lo desperdicies, anda –ríe, acercándomelo de nuevo a mí.
-Oh, de acuerdo, pero si mañana me encuentro mal será por tu culpa –le advierto.
-Bien, me haré cargo de las consecuencias, pero esta noche diviértete –sonríe, chupando la sal, bebiéndose el pequeño vaso del tirón y llevándose el limón a la boca sin dejar de mirarme ni un segundo.
Yo, indecisa, sigo sus movimientos, aunque más torpemente por la falta de práctica. Siento un ardor por todo el esófago y el estómago y me pregunto si es normal.
-Eres graciosa bebiendo tequila –suelta una carcajada.
-¿Por qué? –le miro con recelo.
-Tu cara, pareces asustada, como si estuvieses comiendo lentejas –se ríe de su propio chiste. Las lentejas es el plato que más odio.
-JAJÁ –río irónica-, qué gracioso, eh…
-Como tú –sonríe-. Bueno, ¿qué quieres tomar?
-No, nada…
-Aroa, que invito yo, así que ya puedes decirme qué quieres tomar –me mira desafiante.
-Pues… Una fanta de naranja –Darío niega con la cabeza y se dirige a la barra.
Tal vez tenga razón y deba divertirme. Tal vez no nos volvemos a ver más…
Se acerca con dos vasos a rebosar de líquido y me acerca el mío. 
-Esto no es lo que te he dicho…
-Ya lo sé, esto es mejor. 
-¿Y qué es esto con lo que me vas a intoxicar? –río, observando desconfiada el vaso.
-Ron con Coca-cola –sonríe.
Me acerco la pajita a la boca y absorbo con delicadeza. Buf, la verdad, tiene razón, está delicioso…
-Vale, sí, ganas, me gusta –suelto una carcajada.
-Lo sé, tengo buen gusto.
Nos quedamos callados, ahogando nuestra mirada en la bebida y reflexionando.
 
 
Muy lejos de allí, en un pub del centro de Barcelona (Laia)
 
-¡Qué guapa estás esta noche! –me piropea Javi nada más verme y Raúl le mira cómplice.
-Gracias- me sonrojo.
-¿Y yo qué? –reprocha Pablo en broma.
-Tú también estás bien, pero debo reconocer que ella te gana –sonríe el chico de ojos azules.
Pablo me mira de arriba abajo y me dedica una sonrisa también, cosa que me alivia bastante y rebaja la tensión. Entramos al pub y nos sentamos en la única mesa libre que queda. 
-¿Qué tal está nuestro enamorado? –comenta Javi mientras hace una señal al camarero para que se acerque.
Pablo vacila un poco y sus músculos se tensan inevitablemente. Siento lástima por él, pero algo dentro de mí se alegra de que esa pregunta no obtenga un “bien” por respuesta.
-El enamorado ya no está enamorado –gruñe Pablo, dejándose caer contra el respaldo de su silla, y me mira con fastidio.
-¿A qué te refieres? ¿Lo habéis dejado? –Raúl se apoya en la mesa de repente, sorprendido.
Yo también me sorprendo al escuchar sus palabras, ya que esta mañana me ha dicho que a la que realmente quería era a Aroa. 
-Sí, se acabó –alza las manos y resopla, apartando la mirada hacia el final del pub. 
-Lo siento, tío –se compadece Javi, dándole una palmadita a su mejor amigo y éste niega con la cabeza, forzando una sonrisa. 
El camarero se acerca y toma nota de lo que vamos a beber. 
 
 
En un local perdido por las calles italianas (Aroa)
 
-¿Por qué no me hablaste? –susurro con la mirada perdida a lo lejos del local cuando la canción del reproductor se detiene.
-¿El qué? –sale de su ensimismamiento y me mira, descolocado.
-Que por qué no me hablaste si tanto me echabas de menos…
-Aroa… Yo, la verdad…
-No, Aroa, no… ¿Por qué no lo hiciste? ¿Por qué te olvidaste por completo de mí nada más llegar aquí?

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domingo, 12 de enero de 2014

Si no, te olvidaré, lo juro.

Querido Idiota, no es la primera vez que te escribo, no es nada fácil contactar contigo cuando ni nuestros ojos conectan.
Me gustaría tener todos los problemas resueltos contigo, todo sería mucho más sencillo, sabría leer tu mente o si realmente sientes algo o no por mí. Me gustaría conocerte, pero no en nuestra situación, me gustaría encontrarte por la calle sin saber quién eres y sonreírte, así, sin necesidad de más, porque lo demás sobra, tú bien lo sabes, o tal vez no, tal vez estoy equivocada. Me gustaría observar tu sonrisa sin pesadeces, sin pensamientos terminados en puntos suspensivos o sin acabar, qué más da, no habría nada de eso, sólo tú y yo. Suena bien y todo, quién lo diría, sonamos bien, pero no tanto juntos. Me gustaría tenerte, ¡a quién no!, son cosas tan absurdas las que se me pasan por la cabeza que no sé si deberían encerrarme en una habitación sin puertas de lo que llego a desvariar a lo largo del día... Y de la noche ya ni te cuento. 
El problema es que me gustaría que sucediesen muchas cosas pero no llevo a cabo ni el más mínimo acercamiento. Es cierto, me escondo en mi propia timidez y me engullo tu recuerdo. No entiendo cómo siempre me sientas mal y te me repites hasta el punto de pensar que explotaré de un momento a otro. Tal vez debería dejar de subirme a la báscula contigo a cuestas o tal vez debería contarte que no puedo más, que es mejor caminar de la mano. Es todo tan complicado, que ni el mejor jugador de póquer apostaría por nosotros, aunque me gustaría arriesgar a pesar de todas las dificultades. 
Querido Idiota, me gustaría conseguir tantas metas que se quedan en falsos intentos...
Dame una señal y te prometo que lo intento de una vez por todas...
Si no, te olvidaré, lo juro.

Kiss

martes, 7 de enero de 2014

Amarrado a ti Capítulo 105

Ese mismo día, a las once de la noche (Aroa)
 
Hace una hora he recibido un mensaje de Darío pidiéndome quedar esta noche para hablar. Dentro de cinco minutos estará esperándome en el hotel, ya que he aceptado su petición. ¿Qué iba a hacer? He venido para eso hasta Milán. 
Me observo en el espejo de la habitación y repaso mi vestimenta. Un vestido marrón oscuro con un poco de vuelo adorna mi cuerpo, con un fino cinturón en la cintura. Lo compré a inicios de curso y todavía no lo había estrenado. Echo también un último vistazo a mi pelo negro que cae sobre mis hombros creando suaves ondas y a la perfecta línea negra que bordea mis ojos color miel. 
Mis piernas flojean como si de una cita se tratase y recuerdo el concierto de Maldita Nerea con Pablo… No me puedo quitar de la cabeza la pequeña conversación que hemos tenido esta mañana y su voz cortante al otro lado de la línea. No quiero perderle y siento que cada segundo que pasa más lejos de mí se encuentra. 
Sujeto el bolso y cierro la puerta de la habitación tras de mí. Voy a intentar quitarme la imagen de Pablo durante esta noche, he venido a ver a Darío y no quiero desaprovechar el momento. Espero al ascensor, ya que es más cómodo con los tacones. Éste no tarda en llegar y entro indecisa, encontrándome de nuevo mi imagen reflejada en esas paredes de espejo. El descenso se hace eterno y mis manos tiemblan sin razón.  Ahí está él. Darío viste una camisa de rayas finas de color azul claro y unos tejanos oscuros, aunque lo mejor de todo es esa sonrisa que ni la peor de las noticias podrá quitar de su rostro. 
-Buenas noches, Aroa –su sonrisa se agranda al acercarme y me besa en la mejilla. 
-Buenas noches –le correspondo y nos quedamos en silencio, esperando nada.
-Bueno –rompe con la incomodidad que se había creado-, he pensado que podríamos ir a tomar algo… ¿te parece bien?
-Claro –sonrío-, vamos.
Salimos del hotel y me doy cuenta de que el frío otoñal ya empieza a notarse a esas altas horas de la noche. Le sigo por las calles iluminadas por las farolas y la humedad predomina en el ambiente… Tal vez llueva esta noche. 
 
 
En un apartamento de Barcelona (Laia)
 
-¿Al final vas a venir con nosotros? –me pregunta Pablo, asomándose por el marco de la puerta.
-Sí, dame quince minutos –sonrío para mirarle, cuando realmente no me apetece ni vestirme.
Hemos quedado con Raúl y Javi para ir a tomar algo y he decidido ir porque no quiero que Pablo se dé cuenta de que todavía sigo mal por lo de anoche. Quiero que lo olvide, ya que es absurdo seguir recordando lo increíble que fue si mi amor no es correspondido. Yo también debería hacerlo, olvidarle… 
Saco mi vestido negro ceñido del hueco que me ha dejado Pablo en el armario y los tacones del mismo color. Me visto rápidamente y me maquillo sin perder el tiempo. Raya de ojos bien marcada y labios rojos. Me miro en el espejo y me odio a mí misma por lo ocurrido. ¿Por qué tuve que decírselo? Ahora ninguno de los dos tendría que fingir…
-Ya estoy –salgo de la habitación y me encuentro al chico de ojos carbonizados vestido con unos tejanos y una camisa negra. 
Aguanto la respiración y mis piernas flojean unos instantes hasta que vuelvo en sí. Está guapísimo y eso me duele porque no puedo tenerle. 
-Pues vámonos ya –coge la americana y salimos de casa, cerrando con llave. 
 
 
Por las calles de Milán (Aroa)
 
-¿Adónde me llevas? –pregunto al ver que nos alejamos del hotel.
-Ya lo verás –sonríe y me deja su brazo para sujetarme al andar. 
Se lo agradezco, porque no estoy muy acostumbrada a ir en tacones y es un fastidio. ¡Seré estúpida! Debería haber ido plana, hubiese estado mucho más cómoda.  Nos detenemos en un local donde un grupo de chicos permanece al lado de la puerta y nosotros entramos sin saludar a nadie. Bueno, él no saluda a nadie, yo claramente no conozco a ninguna persona más allí. 
Nos dirigimos a una de las mesas de madera del local acompañados por uno de los camareros y nos adentramos en el ajetreo de un lunes noche. El camarero nos regala dos chupitos de tequila y yo miro incrédula a Darío que se ríe por un comentario de éste.
-¿Qué te ha dicho? –le pregunto al no entender lo que ha comentado el chico.
-Que te vigile porque eres muy guapa y muchos querrían estar contigo. Eso y que soy un afortunado.


Siento no haber podido subir el capítulo de la anterior semana, lo siento muchíííísimo :(
Espero que me perdonéis, he tenido tantas comidas familiares, que cuando una llega a casa sólo quiere descansar...
¡Muchas gracias por estar siempre ahí! ¡Un beso muy muy muuy grande! <3

miércoles, 1 de enero de 2014

Las promesas y las dudas en el mismo trago.

"Las victorias nunca pasan por mi lado,

las promesas y las dudas en el mismo trago."


Decepción. Era la única palabra que me rondaba por la cabeza y me taladraba la mente al igual que la música de aquella gran sala. A unos metros de mí, se encontraba esa sonrisa que tantos días había esperado ver.  
Sentía que todo lo vivido anteriormente no había sido más que un sueño, que había vuelto a la rutina de sentirme un grano de arena en medio de un desierto, ya no destacaba ante tus ojos. No me veías, no me notabas, no me sentías. Y yo había sido absurda por haberte querido demostrar más de lo que jamás te merecerías, por haber dejado mi orgullo a un lado para pasar un tiempo a solas contigo y por haber esperado algo que no entraba en tus planes. Porque tus planes eran demasiado extravagantes para incluir a una persona sencilla en ellos. 
Más bipolar que nadie, buscabas atención por parte de todos y te escondías del mundo. No cuadraba nada, mis pensamientos más perdidos que nunca, se preguntaban si el alcohol estaba haciéndome desvariar o era tu sonrisa provocadora la que me estaba haciendo perder el equilibrio, porque el vértigo que me daba pensar en acercarme a ti era incalculable e insuperable. No hacía más que cuestionarme ideas que no obtendrían respuestas, al menos no respuestas que yo quisiese oír. 
Esa coraza que decidiste ponerte te había tragado y el traje de héroe te quedaba grande. Tus miradas silenciosas dolían demasiado, no podía soportar ver el contraste de tu felicidad y mis ojos vidriosos, no tenía sentido seguir con esa injusticia. Siempre acababa perdiendo en un juego en el que no se debería luchar por un primer puesto. 
-Ya que tú no me vas a decir nada, feliz año nuevo -grité en medio de la muchedumbre, callando aquella canción que resonaba hasta en mis pulmones. 
-Feliz año nuevo... - su expresión de sorpresa acompañada de una dulce sonrisa pareció no captar el tono sarcástico de mi voz. 
Nos habíamos quedado sin saber qué más decir, mientras la música hablaba por nosotros, porque sobraban palabras necias. Darte la espalda era la mejor decisión que podía tomar esa noche. Era hora de reanudar aquello que había dejado a medias durante tanto tiempo, era hora de volver a darle sentido a mi vida, era hora de volver a vivir.

Live like were gonna die young

¡Feliz año nuevo, personitas! Ya veremos cómo se va presentando :)
¡Un beso muy muy muuy grande! <3