"En tres días he conseguido que sonrías como una tonta, tú dame otros tres..."
Esas palabras se habían quedado clavadas en sus mejillas, ahora doloridas por no sentir su piel cerca. Le gustaba jugar por las noches a imaginar una vida paralela con él, un mundo distinto y fácil, en donde no tuviesen que buscarse con los ojos cerrados. Todavía le quemaba la idea de pensar que faltaba un mes para volver a verle, y que en un mes podían cambiar demasiado las cosas, entre ellas sus propios sentimientos. ¿Y si llegado el momento él se negase a dejarse llevar? ¿Y si había conocido a otra persona con la que compartir sus noches y tragos? Seguramente sería todo mucho más sencillo para ambos, no habría complicaciones, ya que el mayor reto al que ella se había enfrentado era él. Y le encantaba la adrenalina en su cuerpo sabiendo que debía aprovechar cada maldito instante, aunque fuese en la distancia. ¿Cómo iba a dejarlo ir así sin más? Su nuca temblaba solamente de pensar en el próximo encuentro y se mordía el labio cuando recordaba el último beso. Sería tonta si le dejase marchar. Sabía con exactitud que era él el chico que quería a su lado. Sin dudas. Sin miedos.
Porque el único miedo era el de perderle.
Porque completamente loca era como se volvía sin su aliento.
Porque era él, maldita sea.