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miércoles, 25 de julio de 2012

Amarrado a ti Capítulo 31




No hay mucha gente, seguramente están trabajando. Da pena ir allí, se esconden recuerdos en cada rincón, pero estoy dispuesta a reemplazarlos. Hace viento y el olor a mar es más intenso. Paseamos por la Rambla del Mar, de la mano, tranquilos.
-¿En qué piensas?- pregunto, apoyando la cabeza en su hombro.
-En todo.
-¿En todo?- miro al frente, al mar.
-Pues eso, en todo, en el pasado, en lo que pasó el sábado, en todo.
-¿Te arrepientes?- pregunto preocupada.
-¡No!- me mira a los ojos fijamente, alterado-. No estoy para nada arrepentido, sólo que me preocupa que se acabe rápido. No me gusta ir rápido, no tengo muy buenas experiencias que digamos.
Nos sentamos en un bordillo y suspiramos a la vez.
-¿A qué te refieres?- pregunto y me mira sorprendido, no se esperaba esa pregunta, pero todavía me ronda el rumor de esa chica por la cabeza.
-Pues eso, que me gustaría ir más despacio, conocerte bien y asegurarme antes de ilusionarme demasiado- susurra, avergonzado, ante tal declaración. 
Me acurruco en su pecho y le doy un beso en la mejilla.
-Estoy de acuerdo. Pero no me refería a eso- trago saliva-. Me refería a lo de las malas experiencias.
-¿Qué quieres saber?- pregunta serio.
-Pues eso, que a qué te refieres, puedes contármelo.
Pablo me mira unos instantes, preocupado, inseguro. 
-Pues, digamos que conocí a una chica y todo se esfumó.
-¿Qué pasó?- me muero de intriga.
-Era verano- carraspea- y ella venía de vacaciones aquí. Nos conocimos en la playa y me volví loco- Hace una pausa-. Luego el verano se acabó y se fue.
-¿Y supiste algo más de ella?
-Sí, mantengo el contacto por msn, pero como amigos, lo nuestro se acabó ese verano.
-Ah- me limito a decir.
-Supongo que todos tenemos malas experiencias, pero son eso, experiencias que se quedan ahí, en el pasado.
-¿Todavía sientes algo por ella?- cierro los ojos, esperando una respuesta. Pablo suspira y me temo lo peor.
-No- dice al fin-. Eso ya es pasado.
Me abraza, rodeándome con los brazos, sabiendo que me ha gustado escuchar eso. Me besa la frente y me sujeta firmemente. No quiero soltarme nunca. Cierro los ojos y dejo que la brisa del mar me acaricie las mejillas. 
 
-No debería habértelo contado- se arrepiente.
-No- hago una pausa-, gracias por decímelo, me gusta saber cosas de ti.
-¿Cosas como éstas?- pregunta dudoso.
-Sí, cosas como éstas- repito.
-¿De verdad no estás molesta?
Le miro a los ojos, está preocupado y sonrío para calmar la situación. 
-No- le beso en la mejilla. 
Pablo no puede evitar sonreír al sentir mis labios. Me siento bien ante su reacción. Me abrazo a él, me encanta tenerlo tan cerca.
 
-Aroa- susurra.
-Dime- miro el mar.
-Mírame- su voz suena dulce.
Levanto la cabeza y me encuentro con sus ojos, esos que me hacen perder la cabeza. Se acerca y roza sus labios con los míos, provocándome un cúmulo de sensaciones. Un beso increíble, inesperado, de esos que vuelven loco a cualquiera. Se aparta un poco y sonríe.
-¿Y esto?- sonrío de forma estúpida, aún sorprendida por el beso.
-¿Necesito una razón para besarte?- pregunta divertido, a escasos centímetros de mi boca. 
-No sé, supongo- me muerdo el labio inferior, saboreando el beso.
-Está bien- hace que piensa-. Éste- me da un beso rápido en los labios-, porque me alegro que estés aquí; éste- me besa de nuevo-, porque me apetece; éste- una vez más-, porque me encantas; y éste- me da uno más-, porque eres increíble.
-¿Y no tienes más razones?- le miro curiosa, con ganas de más, como una niña que quiere más chucherías.
-No acabaría nunca.
-No importa, no acabes nunca- le pido, acercándome. 
Pablo suelta una carcajada y me mira a los ojos fijamente. Sonrío y me acerco hasta acabar con el espacio que nos separa. Pablo sujeta mi nuca con firmeza y me besa. Algo dentro de mí se despierta y me pide más. Me aferro a su cabello corto con las manos y beso sus labios con fuerza, intentando juntar los suyos con los míos para siempre. Pablo acaricia mi mandíbula con los pulgares, hasta llegar a mis comisuras. Se aparta un poco e intenta respirar hondo. Nos miramos a los ojos, deseosos, olvidando las palabras suyas de hace un rato. El ir despacio, es imposible. Sus labios son como un imán para mí. Pablo desvía su mirada y me besa el cuello, provocándome un escalofrío. Me da pequeños besos, cada uno más intenso que el anterior, haciendo que mis piernas flojeen hasta llegar a mi boca. Nos miramos a los ojos un segundo y sonreímos a la vez, y nos reímos de eso. Nos fundimos en un beso. Nuestras bocas se entreabren y  nos encontramos. Mi cabeza da vueltas, un leve mareo, dulce, me hace volar. Un hormigueo sube desde mis dedos de los pies hasta ahogarse en mi garganta. No puedo evitar sonreír.

En un instituto de Milán (Mara)
 
-Mira el lado bueno- le miro triste-, así podremos estar juntos sin tener que escondernos.
-¿Es que no lo entiendes?- me aparto de sus brazos, él me mira sin entender mi reacción-. ¿No te das cuenta que he perdido a mi mejor amiga?
-Mara, sí que te entiendo, pero es que desde que decidimos empezar con esto sabíamos que iba a ocurrir- me acaricia la palma de la mano.
-¡Me siento como una mierda! Si es que parece una chorrada, pero tienen razón cuando dicen que “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. 
-Pero ahora me tienes a mí- intenta abrazarme.
-Sí, pero he tenido que perder a Carolina por estar contigo, ¡a mi mejor amiga!
-¿Y no te compensa?
-Carlo, por dios, es diferente.
-Vamos, que preferirías no estar conmigo y tenerla a ella que tenerme a mí y perderla a ella- me mira serio.
-Carlo… ¿No crees que estás siendo algo egoísta? No me eches en cara esto ahora, que he traicionado a Carolina por querer estar contigo.
-La que está siendo egoísta ahora eres tú. No se puede tener todo.
-Egoísta no, estúpida. Mira lo que está pasando ahora, ya estamos discutiendo.
-Yo no quiero discutir- me sujeta la mano y me mira a los ojos.
-Tengo miedo, Carlo.
-No tienes por qué tenerlo- me sostiene entre sus brazos.
-Lo tengo, tengo miedo a que todo se acabe, perderte a ti también por alguna tontería, porque dicen que nada es para siempre.
-Sé mi nada- sonríe.
-Típico- evito esos ojos verdes que me vuelven loca.
-No, en serio, yo no quiero que esto se acabe, te quiero demasiado- me da un beso en el hombro, provocándome un dulce escalofrío.
-Yo también te quiero mucho, mucho, mucho- sonrío.
-¿Hasta dónde?- me mira por detrás de mi hombro.
-Hasta el infinito- jugueteo con sus dedos.
-¿Me puedes enseñar dónde está ese sitio?
-No- susurro, negando con la cabeza.
-¿Por qué?- me pregunta curioso.
-Porque si te llevase hasta el infinito dejaría de quererte y no quiero dejar de sentir lo que siento.
Me giro para mirarle y éste me observa detenidamente, con un brillo especial en los ojos.
-¿Y qué sientes?- dice a escasos centímetros.
Me acerco a él y le beso suavemente, saboreando cada instante, nuestro primer beso en público, libre, increíble, como si fuese el primero, el primero de una nueva historia.


sábado, 21 de julio de 2012

Ha llegado el momento de ser feliz

Ese momento que creí que nunca llegaría, ese instante en que lo ves todo de otro color, cuando tu vida da una vuelta que da vértigo. Es cuando menos te lo esperas, cuando crees que tu vida no puede ser más aburrida. Llega alguien que te hace sonreír con una tontería, que te saca una sonrisa. Ese alguien con el que has soñado cada noche, que has pedido a dios sabe qué que llegase a tu vida. De pronto, aparece. Tengo miedo, sí, tengo miedo a ilusionarme y que luego no pase nada, pero hay que arriesgar y no pienso comerme la cabeza con lo que pueda pasar o no, esta vez no, voy a disfrutar cada momento, no voy a dejar que mi timidez me impida seguir adelante, porque creo que ha llegado el momento, el momento de ser yo misma, de ser feliz, y si es contigo, pues mejor.


martes, 17 de julio de 2012

Amarrado a ti Capítulo 30




Al día siguiente, muy lejos de allí (Aroa)
                 
Si digo que no siento las piernas me quedo corta. Estoy súper nerviosa. A primera hora no he tenido clase con él, pero si no me equivoco ahora sí. Agarro la mochila y subo las escaleras, en busca de la siguiente clase. Miro a la puerta y no hay nadie. Me quedo quieta, mirando al frente, a la espera de su llegada. Aún faltan cinco minutos, quizá tarda en llegar. 
 
-¡Hola!- sonríe detrás de mí.
-Buenas- saludo.
-¿Cómo va todo? ¿Ya estás mejor?- me dedica una mirada preocupada.
-Eh, sí, sí, gracias- sonrío.
Quizá he tenido una primera impresión mala, pero creo que me estoy equivocando, parece buena chica. Lucía merece otra oportunidad, igualmente no pierdo nada.
-Perdona por hacerte hacer el trabajo sola- me disculpo.
-No te preocupes- sonríe amable-. Vi que no estabas bien y quise ayudarte, nada más.
-Muchas gracias- le dedico una sonrisa sincera.
Lucía dirige una mirada fugaz, disimulada, a “algo” que hay detrás de mí. Me giro y mis rodillas empiezan a flojear. Nuestros ojos se encuentran, tímidos y no puedo evitar sonrojarme. Millones de sensaciones aparecen, haciéndome recordar el pasado sábado. Mis manos juguetean con la pulsera de tela que llevo en la muñeca izquierda, temblorosas. Me siento estúpida por mi reacción, parece que tenga doce años. Pablo sonríe con la misma sonrisa de siempre, sí, esa que enamora a cualquiera que se atreva a pasar por delante de él. Entramos a clase y nos sentamos. Saco mi móvil y veo que tengo un sms nuevo, es de Pablo.
“¿Quieres desaparecer conmigo?”
No puedo evitar sonreír. Pablo se gira y me observa desde la tercera fila. “¿Qué dices?” leo en sus labios. Me dedica una sonrisa preciosa de por favor. Sonrío y asiento. 
 
El tiempo pasa, lento, interminable, bajo el tic tac del reloj, irritante. Las ganas de salir de esa clase se apoderan de todo mi cuerpo, deseando que la clase se acabe de una vez por todas. 
 
 
En un instituto de Milán (Mara)
 
Carlo ha venido a buscarme esta mañana a la parada de autobús que hay en la puerta del instituto. Sólo me ha susurrado un “Te quiero” al oído después de darme un beso en la mejilla y ha desaparecido. Anoche decidimos que la gente no supiese nada de momento, por Carolina. 
 
-Es que tía, ¡me siento como una mierda! ¡Se ha aprovechado de mí, mientras estaba con otra!- llora desconsolada-. No me quiso decir quién era la chica, ¡pero seguramente es una guarra!
Golpe bajo. Trago saliva. Me siento mal, pero mis sentimientos no los puedo evitar.
-Quizá se quieren de verdad- susurro.
-¿Acaso estás de su parte?- grita, desesperada. 
-No, sólo intento que veas las cosas desde otro punto de vista.
-¡Oh, Mara, por dios! ¿Acaso no crees que haya sido un cabrón?
Carlo pasa por delante de nosotras y me envía una mirada de preocupación.
-Tú sabes quién es esa chica, ¿verdad? Tú la conoces, Mara.
-No- me limito a decir.
-No me mientas, Mara, ¡sé que lo sabes! Eres mi mejor amiga, ¡dímelo por favor!- dice al borde de la desesperación.
-¡No puedo!- estallo.
-¿No puedes? Vamos, ¡soy tu mejor amiga! ¿Acaso prefieres a Carlo antes que a mí?- cruzo una mirada con mi amiga y me observa sorprendida. Se tapa la cara con las manos-. No puede ser… ¡No puede ser!
No puedo evitar llorar, esta situación puede conmigo. Sabía que llegaría de un momento a otro, pero no me lo esperaba, creía que iba a ser diferente, no de esta forma tan brusca.
-¡Me has traicionado!- se levanta, con los ojos empañados.
-Carolina, escúchame por favor…- susurro.
-No puedo, no puedo ni siquiera mirarte- entonces grita las peores palabras que me han podido decir nunca-. ¡Te odio! ¡Eres una zorra! Ni se te ocurra seguirme- y se va, seguramente al baño.
Carlo, que no está muy lejos, se acerca después de lo ocurrido. No puedo hablar, él lo sabe, y me abraza fuerte, estrechándome entre sus brazos, esos brazos prohibidos, esos que me han hecho perder a una amiga.
-Lo siento- susurra en mi oído-, lo siento mucho.
Hundo mi rostro en su pecho, dejando que las lágrimas salgan disparadas, como jarras. Me aferro a su abrigo con las uñas, impidiendo que se vaya, le necesito muy cerca, necesito sentirle. Sus manos sujetan mi espalda con firmeza, apretándome contra él, sintiéndome protegida. 
 
 
En la puerta del aula (Aroa)
 
-¿A dónde vamos?- pregunto.
-¿Qué te parece si nos perdemos por la ciudad?
-Me encanta la idea- sonrío.
Bajamos las escaleras rápido, deseando salir fuera del edificio y tomar un poco de aire. De la mano, recorremos los largos pasillos hasta llegar a la puerta de entrada. Me deja pasar e inspiro profundamente. Pablo enlaza nuestros dedos y empezamos a caminar. Con él me siento bien, no puedo evitar sentirme feliz a su lado. 
 
Entramos a un bar y nos pedimos un café largo los dos. Es todo de madera y el ambiente es muy acogedor. Una señora mayor, de unos cincuenta y tantos años nos trae los cafés, sonriendo.
-Dos cafés para la parejita- nos los entrega.
Pablo me mira y me ruborizo. A él también se le han subido los colores, pero sonríe ante la mirada curiosa de la mujer. 
-Muchas gracias- me limito a decir, aguantando la risa floja.
 
-¿Te gusta?- dice refiriéndose al lugar, a la vez que se acerca el café a la boca.
-Sí- sonrío. La mesa es muy estrecha y me encanta tenerlo tan cerca. No puedo evitar mirarle. Sus movimientos me encantan. Da tres sorbitos antes de separar la taza de sus labios, ya lo ha hecho dos veces. Y sus ojos casi negros, ahora que me fijo mejor, tienen un toque de verde en el borde.
-¿Qué miras? ¿Qué pasa?- se percata de mi observación.
-Sólo te estaba observando- sonrío.
-¿Y qué observabas?- ríe.
-Tus ojos- le miro fijamente.
-¿Te gustan?- sonríe pícaro, acercándose para que le vea más de cerca.
-No- miento y se pone serio-. Me encantan- sonrío de oreja a oreja.
-A mí me encantas tú- siento sus labios con sabor a café sobre los míos y los saboreo con gusto.
Sonreímos a la vez y le doy un beso rápido, dejándole con ganas de más. Bebo un último sorbo de mi café y sonrío coqueta. Pablo se levanta para pagar, pero la señora se adelanta.
-¡Invita la casa!- la mujer me mira y sonríe, le devuelvo la sonrisa, avergonzada al saber que ha visto la escena.
-¿Vamos?- asiento con la cabeza y Pablo me da un nuevo beso, agarrándome de la mano.
-¡Hasta pronto! ¡Y gracias!- grito, despidiéndome de la señora del bar.
Salimos disparados, en busca de otro sitio. Todo esto parece un sueño, todo es perfecto, él es perfecto. Caminamos, en dirección al puerto, de la mano. Es uno de los sitios que más me gustan de Barcelona. El puerto es mágico. 

¡Hola!
¿Cómo os va el verano? Yo, la verdad, no me puedo quejar jaja
Perdonadme por no poder publicar ayer, lo siento, de verdad. Pero bueno, mejor tarde que nunca, ¿no? 
¡Ah! Me presenté para ser representante Blue Jeans en mi ciudad y... ¡Me han cogido! Me enteré el domingo cuando pusieron las listas y estoy muy muy feliz :D
Bueno, espero que paséis una buena semana :)
¡Un beso!

lunes, 9 de julio de 2012

Amarrado a ti Capítulo 29


Respiro el aire, igual de fresco que la última vez que estuve allí. El viento frío golpea mis mejillas con fuerza, pero no me importa, estoy bien así. Los brazos de Carlo rodean mi cintura, acercándome a él y me besa el hombro de la sudadera. Se aparta un segundo, buscando algo en el bolsillo de su chaqueta. Su móvil. Me mira y sonríe. Empieza a sonar nuestra canción. Il regalo più grande. Me siento como en un sueño. Me aferro a él, apoyando la cabeza en su pecho, bailando al ritmo de la música, abrazados, recordando viejos momentos.
-Eres increíble- aprieto su cuerpo contra el mío.
-Tú haces que todo sea increíble- me besa el cuello, provocándome un escalofrío. 
Le miro a los ojos, esos ojos que nunca he podido olvidar, ese color verde que me hipnotiza, esos que me tienen atrapada.
 
 
No muy lejos de allí (Darío)
 
Camino sin rumbo, con la canción gravada en mi cabeza. Voy de camino a casa, en busca de mi guitarra, para practicar un poco. Cuando estoy con la guitarra entre mis manos soy diferente, ya forma parte de mí, no sabría vivir sin ella, me ha acompañado en los malos momentos, haciendo que el dolor no sea tan trágico ni amargo. 
 
-¡Eh!- una voz masculina me llama y me giro.
-Hola…- Saludo sin mucho entusiasmo.
-¿Qué haces por aquí tan pronto?- coloca su mano en mi hombro para mirarme.
-He estado buscando trabajo- suspiro.
-¿Trabajo? ¿Y eso?- parece que todavía no se ha enterado.
-¿No te lo ha dicho Leo?
-¿Qué tiene que decirme? Eh, tío, haz el favor de ir al grano- me mira preocupado.
-Pues- suspiro-, estas navidades me voy de aquí.
-Eso ya lo sabía.
-Ya, pero no voy a volver. Leo se enfadó conmigo porque no hice nada ayer y me ha dicho que el club me pagará la estancia, pero que el viaje tendré que trabajar para poder volver.
-¿Y el equipo? ¿Nos vas a dejar?- me corta el paso.
-No me queda más remedio, es la decisión de Leo, no la mía.
-Pero, joder, algo se podrá hacer- dice mirando al suelo.
-¿Cómo qué?- digo serio.
-No sé, podrías hablarlo con él.
-¡Ya lo he intentado! Pero ya sabes cómo es, cuando algo se le mete entre ceja y ceja, es imposible hacerle cambiar de opinión.
-Joder, tío, lo siento mucho y me da mucha rabia que te tengas que ir… ¿Y has encontrado trabajo?
-Sí, en un bar, como camarero y para tocar los viernes por la noche.
-¿Para tocar? ¿Vas a tocar?- exclama elevando la voz.
-Sí- dibujo una leve sonrisa.
Realmente me hace mucha ilusión, podré iniciar mi trabajo como músico, de forma profesional. Mi sueño, tocar delante de la gente. ¿Qué canción voy a cantar? ¿Y voy a cantar solo? Buf… Empezando fuerte…
 
En una cama de Barcelona (Aroa)
 
Mmm… El sol me da en la cara, filtrándose por las rejillas de la persiana. Abro los ojos lentamente, observando mí alrededor. Todo parece normal, pero un leve olor me viene al mover mi pelo. Suspiro al reconocerlo y no puedo evitar sonreír inconscientemente. Su colonia se ha quedado impregnada en mi cuerpo. Río nerviosa, feliz, al recordar el beso de despedida. ¿Qué haré cuando le vea el lunes? No sé cómo voy a reaccionar cuando le vea, si sonreiré o si me besará cuando me acerque. ¡Tengo ganas de gritar! ¡¡¡Argh!!! Estoy muy feliz, él me ha hecho sentir especial durante toda una tarde. Me siento como una niña pequeña cuando le acaban de regalar una barbie, estoy ahogada en un mar de alegría. No puedo dejar de pensar en él. En sus ojos casi negros, en su sonrisa enamoradiza y en sus labios, esos que ayer me regalaron unos besos increíbles. Miro el reloj, las diez y media. Todavía es pronto y no tengo nada que hacer. Una parte de mí me está diciendo que he ido muy rápido, que Pablo me puede fallar de un momento a otro, sin esperármelo, por estar ciega. Pero otra me dice que aproveche, que merece la pena arriesgar. Me levanto y voy hacia el baño. Una vez allí, abro el grifo del agua caliente al máximo y espero a que la bañera se llene. Necesito un buen baño para relajarme un poco. Una vez está llena hasta arriba le echo unas pequeñas pastillas rosas que tienen olor a rosas y que hacen burbujas y me desnudo. Entro despacio, notando el contraste del frío con el agua caliente sobre mi piel. Me estremezco al notar el agua hasta el cuello, y suelto un suspiro inconscientemente. Cierro los ojos, dejándome caer por completo sobre la bañera, apoyando la nuca en el borde. Enciendo la pequeña mini cadena y dejo que la música llene el ambiente. Hacía tiempo que no la usaba y el CD que hay seguramente es viejo. Suena “Eres todo lo que pedía” de Camila. Una canción preciosa. Cojo aire y me sumerjo en esas aguas con olor a rosas, dejándome llevar. Me siento como en una burbuja, el tiempo se ha detenido y me siento bien flotando en ese ambiente agradable. Siento que me falta el aire y debo salir, aunque me gustaría quedarme ahí debajo, disfrutando de ese cúmulo de sensaciones. 
 
 
En un edificio (Mara)
 
Un beso. Un beso en el cuello hace que me estremezca, un beso ardiente en esa mañana fría. Sus labios, ahora pegados contra mi piel, provocan una sensación de deseo en todo mi ser. Siento que el sufrimiento se ha esfumado, ha valido la pena esperar todo este tiempo. El sentimiento de culpa no existe ya, sólo queda el amor que hay entre nosotros dos, revelándose contra el mundo. 
-Quiero empezar de nuevo- susurro en su oído.
-Está bien- se aleja un poco y me acerca su mano-. Mi nombre es Carlo, encantado de conocerte- sus ojos verdes brillan divertidos.
-Tonto- me abalanzo sobre él, sin parar de reír. 
-Yo también te quiero- me da un beso rápido en los labios.
-¡Ah! ¿No cree usted que va demasiado rápido? ¡Nos acabamos de conocer ahora mismo!- me meto en el papel.
-Es que, como comprenderá, señorita Mara, siento que la conozco desde hace mucho- sonríe, mostrando su bonita dentadura.
-Pues si le digo la verdad, a mí me ocurre lo mismo, quizá sea el destino- ahora soy yo quien le besa a él. 
-¿Así que está de acuerdo en ir rápido?- dice a escasos centímetros de mi boca.
-Sí- nos fundimos en un beso, un beso diferente, un beso de libertad.
Inspiro su aroma, el que me vuelve loca, mi droga. Nos miramos a los ojos. Acaricio su pelo con firmeza, pasando los dedos entre los cortos mechones y rozo sus labios con los míos, despacio, sin prisa. Carlo evita que ese beso acabe mordiendo suavemente mi labio inferior, provocando un deseo descomunal de más besos. Se coloca encima de mí y me besa de nuevo, esta vez más apasionadamente, acariciando mi abdomen. Me aferro a su cuello a la vez que nos unimos. Calla un leve alarido con un dulce beso de su boca y no puedo evitar sonreír. Esa boca que ahora es sólo para mí. 
-Te quiero- susurra, con sus labios rozando los míos y guardo las palabras entre los míos, sellados por un beso.
-Yo más de lo que te puedas imaginar- nos miramos a los ojos, testigos de este momento tan especial para los dos.

lunes, 2 de julio de 2012

Amarrado a ti Capítulo 28




-¿Te gusta la música?
-Sí- muestro una cordial sonrisa.
-Te he visto dejar un par de currículums en los bares de enfrente. Me preguntaba si querrías trabajar aquí, el chico que trabajaba se ha tenido que ir y ahora mismo estoy solo. También podrías tocar los viernes por la noche, que es cuando ponemos música. 
-¿Lo dice en serio?- el hombre sonríe, asintiendo con la cabeza-. ¡Pues muchas gracias! Sí, sí que me gustaría. Soy Darío, encantado- sonrío.
-Yo Donato- me estrecha la mano.
-¿Y cuando empiezo?
-Si te parece bien, me gustaría que empezases mañana, así te vas adaptando. 
-Está bien.
-Pues, mañana a las nueve en punto en la puerta- sonríe-. Y que aproveche- va hacia la barra, dejándome solo con mi desayuno.
Todavía no sé cómo le voy a decir a mi madre que me echan del equipo, que volveré a Barcelona para Navidades, pero no de vacaciones como tenía previsto, sino un tiempo indeterminado. Tampoco sé qué voy a hacer con la universidad, no me gustaría tener que perder un curso, pero posiblemente no me quede otra opción. 
 La canción nos la dejaron escoger a nosotros y también el idioma en que la queríamos cantar, la única norma que teníamos que seguir era que debía ser lenta. Así que no me lo pensé dos veces, en cuanto vi el email del profesor supe qué canción escogería. Y ahora tengo la partitura delante y me identifico mucho con la letra. “Boig per tu” de Sau. Y con la guitarra parece fácil, sólo necesito un poco de práctica.
 
 
Quizá no tan lejos de allí, en un portal (Mara)
 
Hace media hora he recibido un mensaje de Carlo para hablar. Me ha pedido que bajase a mi portal, que iríamos a pasear, que quería hablar conmigo. Me he temido lo peor y aquí estoy, esperándole. Me tiemblan las piernas, estoy nerviosa por escuchar lo que quiere decirme, tengo miedo de que sea algo malo. También me da apuro por Carolina, por lo que pudiese pasar. 
 Me miro en el cristal y veo mi reflejo, algo indefinido. No hace mucho que me he levantado y no me he arreglado, no tenía ganas de maquillarme ni nada, me he puesto unos tejanos y una sudadera gris. Mis ojos están envueltos en unas oscuras ojeras, por culpa de la mala noche que he pasado, no he dormido mucho. Mi pelo rubio, recogido en una coleta alta, hace que mis facciones parezcan más infantiles. 
 Vuelvo a mirar a la calle y lo veo venir de lejos. Se me forma un nudo en la garganta y me entran náuseas. Cierro los puños, con un intento de coger fuerzas donde no las hay. Cada vez está más cerca. Me gustaría ir a donde está él, sin esperar a que llegue, pero mis piernas parece que se vayan a derrumbar de un momento a otro. Mi pie izquierdo da pequeños toquecitos contra el suelo, nervioso. Está a un par de metros y me dedica una leve sonrisa. ¿Y ahora? ¿Un beso en la mejilla o en la boca? Carlo duda unos instantes, aún así me sorprende. Un beso rápido en los labios hace que le mire perpleja. 
-¿Qué tal estás?- seguramente lo pregunta por mi aspecto. 
-Bueno…- me limito a decir-. ¿Tú?
Carlo me mira unos instantes, después dirige sus ojos verdes hacia el horizonte, dejando escapar un suspiro de sus labios, esos que hace unos instantes me han besado.
-Bueno…- responde lo mismo que yo-. Será mejor que hablemos, ¿no crees?
-Sí, pero primero me gustaría saber qué pasó ayer- trago saliva, intentando ser fuerte, temiéndome lo peor.
-Sí, por supuesto- susurra, inspirando hondo y expulsando el aire de golpe.
Caminamos en silencio hasta sentarnos en un banco de madera cerca de su portal. ¡Cuántas veces he recorrido ese camino hasta llegar a su casa! Me trae tantos recuerdos…
-Ayer…- empieza a decir, haciendo una pausa-. La pasé a buscar a su casa y me recibió con un beso en los labios- bajo la mirada ante tal punzada en el corazón-. Decidió llevarme a ese parque- señala el gran paseo con árboles alrededor de la fuente y en su rostro se dibuja una sonrisa triste, yo también lo recuerdo-. Estuvimos paseando, charlando, hasta que nos sentamos en el último banco- traga saliva y me mira preocupado, buscando mi mirada.
Aparto la mirada, apretando los dientes.
-Sigue- hago una pausa para coger aliento-, por favor- aunque me duela.
-Nos sentamos en el banco y me dijo que me quería- traga saliva de nuevo.
-¿Y qué le contestaste?
-No me dejó tiempo a nada, me besó.
-Y tú no te apartaste.
Carlo me mira, y sé su respuesta. Sé que no se apartó. Si es que he sido tonta. He sido una estúpida que se ha creído que había cambiado. Intento que las lágrimas no se escapen de mis ojos, pero no puedo aguantar más, se ha reído de mí. Las seco bruscamente con la palma de la mano. Carlo me mira preocupado, indeciso.
-¡Eres un capullo!- grito, apartándome de sus brazos, después de su intento de abrazarme. 
-Mara, déjame terminar por dios- dice acercándose más a mí. 
-¿Qué quieres decirme más? Creo que ya he escuchado suficiente, ¿no crees? ¿O es que quieres joderme más aún?
-Aún no he acabado.
-¿Es que no entiendes que no puedo escucharte decir lo bien que lo pasaste ayer?- digo al borde de la desesperación. 
-Mara, ¡te quiero! por dios, déjame acabar- le miro con resignación.
-Pues no lo parece- susurro, mirando al frente, esperando que hable, aguantando las lágrimas.
-Ella me besó y no, no me aparté, yo le seguí el beso, lo acepto, pero sólo fue eso, un simple beso. Luego le dije que no sentía nada por ella, que quería a otra persona-le miro recelosa-. Se puso a llorar y me dijo de todo, cuando se calmó un poco me preguntó que de quién. Yo le dije que no la conocía, para que no sospechase de ti.
 Menos mal que no me he ido, sino no hubiese sabido el final, algo que ahora me ha hecho cambiar de idea. Al final ha cumplido su promesa. No puedo evitar sentir un cosquilleo en la barriga que me pide que me siente a su lado y le bese. 
 Carlo me mira y se levanta, poniéndose a mi lado. Me abraza y me da un beso en la frente.
-Podrías haber empezado por ahí- observo esos ojos verdes que me miran ilusionados.
-Quería hacerme de rogar, pero casi te pierdo.
Apoyo la cabeza en su hombro, sonriendo, apretándome contra su pecho. Su olor me encanta, me siento aliviada, creía que todo se iba a acabar. Le miro fijamente deseando rozar sus labios, miro a mi alrededor. No hay nadie más, no hay de qué preocuparse. Él me mira, sabiendo lo que quiero y me lo regala sin tener que pedírselo, se acerca, sujetando mis mejillas con sus fuertes manos y me besa, lentamente, disfrutando como nunca, un beso al aire libre, sin preocupaciones, sin estar dentro de cuatro paredes, sólo él y yo.
 Subimos las escaleras que llevan a la gran terraza, corriendo, dando grandes saltos, como si tuviésemos miedo a que no podamos conseguir llegar nunca. En algunos peldaños Carlo me roba algún que otro beso, cada uno con más intensidad a medida que vamos ascendiendo. Sonrisas en la penumbra de la última planta llenan el ambiente. Carlo me sujeta la mano con fuerza, volviendo a un pasado no tan lejano en nuestros corazones. Lo recuerdo como si fuese ayer. Era primavera, habíamos quedado como otras veces en su piso, pero esa vez Carlo me esperaba delante de la puerta. Sujetó mi mano como ahora y me llevó escaleras arriba.