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martes, 25 de febrero de 2014

Ojalá...

La verdad, no sé qué decir, últimamente todo se me está haciendo tan complicado, escribir sin una pizca de inspiración... Es horrible la sensación de querer expresar tantas cosas y no saber por dónde empezar. Me siento estúpida por mi comportamiento, incluso a veces me odio, no me entiendo ni yo. Todo ha cambiado tanto en estos últimos meses, todo parecía ir bien, pero luego todo giró de repente y me di de bruces contra el suelo, la realidad me dio una bofetada tan brusca que me dejó parada. ¿Qué narices hacía yo ilusionándome con algo que no tenía futuro? Supongo que no lo quise aceptar, pensé que esta vez era posible, que la suerte estaba de mi lado, pero esas ilusiones se convirtieron en decepciones. Tampoco me puedo arrepentir de haber sido valiente, jamás en la vida lo había sido y me sentía capaz de conseguirlo. Qué ingenua, pensé que las cosas podían llegar a ser perfectas, pero creí en una perfección imposible, en unos falsos sentimientos que jamás estuvieron a mi altura. 
Looking for a refuge somewhereY diréis, ¿a qué viene todo esto? ¿por qué nos lo cuentas? No lo sé, no puedo más, intento parecer normal, pero las cosas no van como yo quisiese y no puedo evitar esos cambios de humor que últimamente me acompañan. Todavía se me crea un nudo en la garganta cada día al verle, al verle y no poder pronunciar ni una sola palabra, porque me veo incapaz de hacerlo, de preguntarle el porqué de su comportamiento, de ese maldito silencio que me está matando. Por una vez que la cobardía no se apoderó de mí, la fastidié con mi acto de desespero. Me metí yo sola en ese maldito pozo, fui la causante de la situación en la que ahora me encuentro, pero necesitaba contarle lo que sentía, era absurdo seguir dudando. Y absurdo también es estar como estoy ahora. Me prometí olvidarle si todo iba mal, me lo juré a mí misma para no hacerme daño, pero me mentí. 
Odio su comportamiento inmaduro, y me odio a mí misma por no tener las fuerzas necesarias para quitármelo de la cabeza. No valoré esos momentos que tuve con él como debí, imaginé lo que no era, y ahora me toca acarrear con todos los errores que cometí. Me toca llevar a cuestas ese sentimiento que ya no tiene sentido pero que permanece aquí conmigo sin poder evitarlo. Porque jamás me imaginé que le echaría tanto de menos a él, a su sonrisa, a su risa burlona y a sus bromas. Aún recuerdo la última sonrisa que me dedicó y no puedo borrarla por mucho que quiera. Es tan doloroso tenerle tan cerca y no poder hablarle... Ojalá pudiésemos estar como antes, como simples compañeros. Pero me haría daño a mí misma, aunque más daño me hace este maldito silencio. Me duele su mirada a lo lejos sabiendo que ninguno de los dos va a tener el valor de dar el paso... Yo ya no puedo dar más de lo que ya he dado. Ojalá algún día pueda decir que me olvidé de ese gran Idiota.
Lo siento, siento escribir estas cosas, pero hay momentos en que necesito desahogarme, desprenderme de todo lo que tengo en la cabeza...
Y bueno, a quien haya sido capaz de aguantarme por este rato y haya querido perder el tiempo leyéndome, gracias, muchas gracias por estar ahí.
¡Un beso muy muy muuy grande!


lunes, 24 de febrero de 2014

Amarrado a ti Capítulo 112

Es por esa razón que ahora estoy conduciendo en su busca porque estoy casi seguro de dónde está. Aparco en el descampado y me quito las zapatillas. La suave arena de la costa de Barcelona me acaricia los pies y me hundo en ésta. 
La brisa marina me roza las mejillas con delicadeza y cierro los ojos unos instantes. Es uno de esos instantes que uno desearía que no terminasen nunca, de ésos en los que nos olvidamos de todo por milésimas de segundos, de ésos en los que la mente se queda en silencio y no tenemos miedo. Es uno de esos instantes por los que vale la pena la vida.  
Abro los ojos de nuevo y la veo a lo lejos. Su cabello color chocolate se mueve al ritmo de las olas y yo me quedo ahí, observándola sin atreverme a dar ni un solo paso. Se ve tranquila, alejada de la realidad, junto a sus maletas. 
Me acerco en silencio hasta donde está ella y me detengo una vez estoy detrás. 
-¿Por qué te has ido? –pregunto, llamando su atención, pero ella no se vuelve para mirarme ni nada, se queda quieta casi sin inmutarse.
-Necesitaba irme…
-¿Y por qué no me lo has dicho?
-¿Por qué iba a decírtelo? –se levanta, mirando al mar.
-Hombre, Laia, no sé, pero creo que hubiese sido lo correcto, creo que no me he portado tan mal contigo como para que te vayas sin decirme nada…
-¿Mal? Es normal, te convenía si querías llevarme a la cama –coge torpemente las maletas con la intención de irse de la playa.
-¡¿Qué?! Laia, estás equivocada si...
-No –me corta-, no me digas que estoy equivocada, los dos sabemos que es así, que he sido el segundo plato, pero tranquilo, sabía dónde me metía.
-Te prometo que jamás pensé que llegaría a ese punto contigo, no creí que nos acostaríamos, no era mi intención… -intento aclarar la situación mientras camino tras ella.
-¿Y cuál era tu intención, Pablo? Explícame, porque estoy dudando del buen recuerdo que tenía de ti…
-Eres mi amiga, mi ex –corrijo-, sólo acepté que te alojases en mi casa. Además, tú también tienes parte de culpa de lo que ha ocurrido, algo no pasa si uno de los dos no quiere, y yo no te obligué a nada.
-¡Pablo, no soy de piedra, ¿sabes?! Te quiero y si veo que quieres estar conmigo, ¡¿qué quieres que haga?! 
-Joder, Laia, lo siento, ¿vale? Estuve muy pillado por ti, y verte de nuevo ha despertado algo en mí, pero lo siento mucho, me he equivocado, lo acepto, y no te quiero como tú me quieres a mí…
-Por eso me voy, no puedo seguir teniéndote cerca, espero que me entiendas…
-Pero no quiero que te vayas, quiero que sigamos siendo amigos…
-¿Amigos cómo? ¿Con derecho a roce? No estoy dispuesta a seguir con esto, me duele, entiéndeme.
-¡No! No me refiero a ese tipo de amistad… Amigos, sólo amigos, ya sabes, no quiero que todo se vaya a la mierda por un par de deslices.
-¿Deslices? El problema es que para mí ha sido más que eso, por eso no puedo seguir así…
Me quedo en silencio, no sé qué contestarle. Ojalá pudiese volver al pasado y cambiar todo lo ocurrido. No me hubiese emborrachado el domingo y no me hubiese acostado con ella. 
-Quédate esta noche en mi apartamento, mañana ya hablaré con Javi a ver si puedes quedarte en su casa…
-No es necesario, de verdad, me buscaré la vida –llegamos a la carretera.
-Laia, por favor, no me gustaría acabar mal contigo.
-Tú te lo has buscado.
-Estoy intentando rectificar esos errores que he cometido.
-Está bien, pero no me hables, por favor, déjame en paz. Mañana desapareceré de tu vida, ¿de acuerdo?
-Gracias…
Me mira con descaro y aparta la vista de repente, como si de un bofetón se tratase. Vamos hacia el coche y hago el indicio de sujetarle las maletas.
-Ya puedo yo sola, gracias- sentencia, arrebatándomelas de las manos y dejándolas dentro del maletero.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Lo peor no es sufrir, es no sentir nada.

Lonely
Su vida parecía haberse detenido, los días no pasaban, ni la noche ni el día llegaba, porque todo lo veía del mismo modo. Quería huir de la rutina cuando ella misma vivía en ésta, pero estaba tan empeñada en olvidar sus miedos que se olvidó de que ella misma era la causa. La causa de su ingratitud, de su pesadez, de su intranquilidad y de su masoquismo. Porque sin querer, se hacía daño con esas falsas opiniones y esas auto críticas que la hacían más y más débil, porque ella se había convertido en su propio monstruo. Quería aprender a vivir, pero el miedo a arriesgar se lo impedía, por ello había decidido limitarse a intentar entender el mundo en el que vivía, a observar la sociedad, y se olvidó de mirarse a sí misma. Todas aquellas oportunidades que se le habían presentado meses atrás no habían sido más que espejismos, falsas ilusiones que ahora la obligaban a poner los pies en la tierra, y era duro volver a enfrentarse a la realidad, a la gran velocidad del mundo y a las calles sin salida. Porque ahora se encontraba en una de éstas en las que sólo tenía dos opciones: dar la vuelta o estamparse contra ese muro, y sólo una era posible, ya que era incapaz de modificar las decisiones ya tomadas. 
Se había acostumbrado tanto a aquella sonrisa que se olvidó de que era ella la que debía sonreír. Probablemente sus palabras no tuviesen sentido, pero la vida tampoco lo tenía, porque a veces estaba todo bien, pero otras todo se iba a la mierda.
Lo peor no es sufrir, es no sentir nada.

lunes, 17 de febrero de 2014

Amarrado a ti Capítulo 111

Antes de nada quiero pediros disculpas ooootra vez, porque sí, estoy muy ausente últimamente... Pero es que no tengo nada de tiempo y, como ya dije, estoy en un período sin nada de inspiración, espero que me comprendáis, lo siento muchísimo, pero que no voy a dejar esto por nada del mundo eh, es sólo una mala racha de estrés. Siento también no haberme pasado mucho por los blogs, espero ponerme al día pronto, pero estas dos semanas que vienen ahora van a ser muy duras, estoy de exámenes... Así que, por favor, tened paciencia :(
Mil gracias a todos los que me leéis y a las dos nuevas seguidoras, bienvenidas :)
¡Un beso muy muy muuy grande! <3

En un hospital de Milán (Carlo)
 
Cuando le he visto entrar por la puerta de la habitación, no he podido evitar que mi cuerpo se tensase después de todo lo ocurrido. Estoy preocupado por lo que le quiere decir a Mara, pero confío en ella, ahora más que nunca, y aunque haya metido la pata, ella sabe que eso está más que olvidado, y que no la voy a juzgar por errores del pasado, ya que yo tampoco he sido un santo.
 
En una habitación de ese hospital (Mara)
 
Esperamos a que Carlo salga de allí, en silencio, y permanece a un par de metros de mí, cauteloso. 
-Me alegro de que al final estés bien –comienza a decir, indeciso.
-Gracias, Davide… Entra, no hace falta que te quedes en la puerta…
-Perdón, Mara, por haber querido acercarme a ti aún sabiendo que estabas con mi hermano.
-No tienes porqué disculparte, no tienes la culpa, la que debe disculparse soy yo, que he jugado con tus sentimientos y los suyos.
-No pasa nada, gracias por darme aquel momento contigo, porque aunque no estuvo bien, no lo cambiaría por nada –le doy un abrazo, algo incómodo, pero me siento en paz con él.
-Me alegro de que no me tengas rencor, has sido muy bueno conmigo, gracias, de verdad- sonreímos.
-Me vuelvo a Roma, ya nos veremos en las comidas familiares, cuídate, Mara –me da un beso en la mejilla de forma cariñosa y nos reímos.
-Lo mismo digo, Davide, ojalá encuentres una chica que sepa valorarte como realmente te mereces, cuídate –me despido de él, mientras él desaparece tras cerrar la puerta.
 
 
Fuera de esa habitación (Davide)
 
Sé que he hecho bien, debía pedirle disculpas y ahora me siento mejor conmigo mismo. También sé que la echaré de menos, porque mis sentimientos por ella no serán tan fáciles de borrar.
-¡Eh, tú! –alguien llama a lo lejos y me giro por si es para mí.
En efecto, me estaba llamando a mí, no hay duda. Unos ojos verdes se acercan con decisión y enfado y yo levanto las manos en señal de paz.
-No me digas nada, que no hemos hecho nada –le advierto, creando espacio entre los dos.
-Ya sé que no habéis hecho nada, confío en ella.
-¿Entonces a qué vienes así? –pregunto sin entender por qué me llama.
-¿Qué le has dicho? 
-Eso no es problema tuyo –le corto, cansado de tanta niñería.
-Tú eres el problema aquí –insiste. Realmente, no consigo entender qué pretende con toda esta absurda escena.
-Bueno, pues estate contento, porque este problema desaparece de tu vida por una temporada, me vuelvo a Roma.
-Ya estás tardando –me mira desafiante y decido hacer caso omiso de su actitud. 
Me separo de él y camino hasta llegar a las escaleras. Al girarme, veo que sigue plantado en medio del pasillo.
-¡Eh, Carlo, ya que te quiere a ti, cuídala como se merece y no seas tan capullo, que a una chica no hay que hacerla llorar!
Me contesta, pero no consigo reconocer sus palabras, porque ya estoy casi en la otra planta.
 
 
Esa noche, en un deportivo por las calles de Barcelona (Pablo)
 
Los ojos marrones de Laia se clavan en mi cabeza, el recuerdo de anoche me martiriza por dentro. ¿Cómo he vuelto a caer en la tentación? Resoplo, sin encontrar ninguna respuesta. Tal vez es que no la quiero encontrar o no me atrevo a reconocerla…
Echo de menos a Aroa, ya está, ya lo he dicho, y quiero olvidarla como sea. Si necesito acostarme con Laia para conseguirlo… El problema es que no, no obtengo nada bueno de ello, excepto confundirme más y más. Porque el sentimiento hacia Laia de antes de conocer a Aroa ha vuelto a aparecer en mi vida. Es una atracción sexual, pura pasión y no puedo controlarme cuando la tengo cerca. 
Debo reconocer, pero, que anoche, cuando estuve con Laia, pensé en Aroa, su imagen me estuvo persiguiendo y por un momento pensé que me estaba acostando con Aroa. Algunos pensarán que soy un cabrón, pues sí, lo acepto, he cometido un gran error, pero ahora mismo estoy tan decepcionado conmigo, que no sé qué hacer. 
Cuando esta mañana he abierto los ojos, Laia no estaba en casa y sus cosas tampoco. Tenía la intuición de que se iría, la conozco, y aunque ayer me dijo que olvidase lo ocurrido, sé cuáles son sus sentimientos y cómo se siente por mi culpa. 

miércoles, 12 de febrero de 2014

Amarrado a ti Capítulo 110

Al día siguiente, en un hospital de Milán (Carlo)
 
Hoy es un gran día, ese que tanto estaba esperando. Entro en la habitación en la que estaba ingresada Mara y la encuentro de espaldas a mí, con la mirada fija en la ventana. Ya no viste con esa ancha bata característica de hospitales, ahora cubre sus curvas con unos tejanos rasgados y un jersey granate que contrasta gratamente con su cabello rubio recogido en una coleta. 
No se ha percatado de mi presencia allí y su mirada distraída parece más tranquila que nunca. Me recuerda a cuando la observaba en clase mientras ella se ausentaba en matemáticas mirando por la ventana. Un dulce aroma comienza a inundar la habitación y, entonces, ella, llevaba por éste olor, se voltea, topándose conmigo a menos de un metro. 
-¡Carlo! –se abalanza sobre mí y me besa por sorpresa. 
-¿Cómo estás, preciosa? –le pregunto, entregándole el ramo de rosas amarillas, como a ella le gustan.
-¿Son para mí? –asiento-. ¡Jo, Carlo, me encantan! Eres increíble –sonríe, abrazándose a mi cintura. 
-No más que tú –le saco la lengua y ella hace lo mismo.
-Qué idiota que eres… -ríe.
-Repito, no más que tú –y la beso, sin que pueda reprocharme nada más. 
-Perdonad… Mara, ¿puedo hablar contigo? –nos giramos los dos hacia la puerta y nos miramos el uno al otro, sin saber qué hacer.
 
 
En la entrada del local de Donato (Giulia)
 
-Buenos días, fea –sonríe Darío acercándose a mí.
-Buenos días, idiota –le sigo el rollo, mirando a la carretera.
Se sienta a mi lado en la acera y nos quedamos en silencio, viendo cómo los escasos coches circulan a una velocidad reducida a esas horas de la mañana. El sol ha salido con una fuerza incalculable y no parece ir acorde conmigo. 
-Eh, Giulia, ¿estás bien? –posa su mano en mi hombro para llamar mi atención y yo asiento con la cabeza no muy convencida de mi respuesta.
Llega mi padre y, con la ayuda de Darío, abre la persiana del local y entramos dentro. Enciendo las luces y una sensación áspera recorre mi cuerpo, como angustiosa. 
-Hola –entra un joven de unos treinta años y se sienta en una mesa.
Es el primer cliente de la mañana y parece contento a pesar de ser martes y tener aún casi toda la semana por delante. Dirijo la mirada hacia donde está Darío y éste hace lo mismo, sonriéndome de forma tranquila.
-¿Qué quieren tomar? –le pregunto al joven que ahora ya va acompañado por una chica de más o menos su misma edad.
-Pues yo pediré un café solo y ella… -la mira esperando que le trasmita su pedido.
-Un zumo de naranja, gracias –me sonríe ella, dando por terminada la pequeña charla.
Me acerco desganada a la barra y le comunico a mi padre lo que ha pedido la pareja treintañera. Camino hacia el estudio para limpiarlo, pero una mano me lo impide.
-Vamos, Giulia, explícame qué te ocurre… -Darío me corta el paso y se coloca frente a mí, con los brazos cruzados. 
-Que no me pasa nada, Darío, de verdad. Anda, déjame pasar, que tengo cosas que hacer- intento apartarle, pero es imposible.
-No te creo y lo sabes, sé que algo te ocurre y no me lo quieres contar –me sostiene las manos y espera a que le mire, pero me niego.
-Te vieron anoche con ella –me rindo y dejo salir las palabras que me estaba guardando.
-No me lo puedo creer… -Empieza a reír y yo me lo quedo mirando, sorprendida por su reacción-. Perdona, Giulia, pero no pensé que algo así te preocuparía.
-Darío, sé que echas de menos tu vida allí, que siempre la has echado de menos a ella, tus ojos lo decían todo… Y yo me siento estúpida, no pinto nada. 
-¿En serio piensas eso? Ella ha sido mi pasado, pero en mi presente estás sólo tú, te quiero, estoy enamorado de ti, y ella es un bonito recuerdo que nunca olvidaré, pero a quien quiero es a ti, y no te quiero perder por una tontería así.
-Yo tampoco quiero perderte, pero…
-Pero nada, Giulia, por favor, créeme, no hay nada ya entre nosotros, te quiero a ti, ¿vale?

lunes, 10 de febrero de 2014

Sueña con crear castillos de arena.

"Las olas se aburren buscándote, no aparecerás.
Un barco me cuenta que se acabó el verano ayer.
Me voy de la playa, ahora sólo sé desaparecer"

El tiempo corre y yo en cambio no avanzo ni un paso. Parece que me esté retando a una carrera en la que no puedo participar, no me veo capaz. A veces siento que mis piernas flaquean, pierden la fuerza, al igual que yo he perdido la poca esperanza que me quedaba. El tiempo corre, vuela incluso, y los días pasan sin cesar. Cada vez que miro el calendario un escalofrío recorre mis venas. Mañana es once de febrero. Quién me diría a mí que un día me traería tantos recuerdos, que un número significaría para mí una mirada acompañada de una sonrisa... Tu sonrisa.  
Aquel día, dos meses atrás, podría estar en el ranking de mejores momentos de mi vida... Y mañana será sólo un día más, un día más de estanque emocional, de intranquilidad, de sonrisas forzadas. Mañana será otro día que me gustaría tirar a la basura y volver a empezar. Si no hubiese tomado ninguna decisión inmediata, probablemente mañana podría recordarte con una sonrisa en el rostro, podría escuchar tu voz sin querer gritar para callarte, podría observar tus ojos sin sentirme culpable. Porque sí, me culpo por seguir sintiendo por ti, por tener la obligación de olvidarte y ver que por mucho que pasen los días es algo imposible. Me siento tan estúpida reconociendo que te sigo queriendo, tan absurda... Ojalá pudiese contarte todo por lo que estoy pasando por culpa de tu maldito silencio, pero me niego, jamás lo entenderías, porque tú sí eres de piedra, mientras que yo... sigo siendo aquella niña que todavía sueña con crear castillos de arena. 
Cuando veo un once ya no deseo nada, ya no creo en los milagros. 

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domingo, 9 de febrero de 2014

Tu mirada es de cadena perpetua.

Tenían razón, todos la tenían menos... yo. Era cierto que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde... Pero jamás pensé que llegaría a perderte, o al menos eso quise creer. Imaginé que existía esa posibilidad remota, ésa que nadie escoge en los juegos de feria porque piensa que no conseguirá el premio. Yo me aferré a ese cero coma uno por ciento que traería consigo un final feliz a pesar de mi mala suerte. Y no me equivocaba del todo. Fue un final, sí, pero no tan feliz como yo esperaba. Realmente no imaginaba que acabases reaccionando de ese modo, por mucho que esa idea se me hubiese pasado por la cabeza. Tuve esperanza en ti, creí ciegamente en tu actitud y terminé quemándome con tu fuego. No era fácil mantenerme indiferente cuando esa meta que parecía inalcanzable se veía más cerca cada vez... Pero me hiciste volver al principio de aquella interminable cuesta. Y sí, cuesta demasiado borrar de mi mente tantos recuerdos, todos aquellos días en los que las sonrisas se apoderaban de mi rostro. Parece mentira que todo esto haya ocurrido, parece una pesadilla... Ojalá lo fuese.
Las fuerzas ya no están, se han ido, y por mucho que intente disimular, tu mirada fría es de cadena perpetua. Por momentos me arrepiento, con lo bien que vivía engañada con tus falsas intenciones... Ahora sólo queda el silencio en cada rincón, un silencio doloroso, un silencio a contrarreloj, un silencio que mata lentamente y del que no encuentro su fin. 
Porque la verdad en ocasiones duele, pero tu mirada fija e impasible me quiebra.

Cold

Siento muchísimo no haber publicado antes... He estado muy liada, espero que me comprendáis, además, tampoco estoy teniendo demasiada inspiración...
Muchísimas gracias por vuestros comentarios, son de gran ayuda :)
¡Un beso muy muy muuy grande! 

jueves, 6 de febrero de 2014

Amarrado a ti Capítulo 109

-Que debería haberme quedado todos estos días a dormir en casa de Javi, lo único que he conseguido ha sido meterte en problemas.
-No me has metido en problemas –aclara Pablo.
-Tú ya me entiendes –entrecierro los ojos, intentando que entienda que me refiero a lo que ocurrió anoche.
-El tema… de Aroa ya es pasado, ha sido una relación… que no tenía futuro.
-¿Todavía sigues mintiendo? Te voy a dar un consejo, no mientas, porque no sabes hacerlo bien –le aparto de mi camino y voy hacia la cocina.
-Tú tampoco sabes mentir –sonríe desde el marco de la puerta y me siento sobre la encimera. 
Va hacia la nevera y saca dos cervezas, de las cuales me tiende una y yo la acepto sin pensármelo. Se bebe media de un solo trago sin apartar la vista de mi rostro. 
-¿Por qué lo dices? –pregunto después de una larga pausa.
-No me lo puedes negar –se apoya en el mueble, a mi lado, y da otro trago. Me pierdo en el dulce movimiento de su nuez al tragar la cerveza y trago saliva, aferrándome a la serenidad.
-¿Puedes explicarme a qué te refieres con eso? –pregunto, mirándole fijamente.
-Los sentimientos no se pueden esconder fácilmente así como así… -se acerca más y se coloca en frente de mí, con mis piernas de frontera entre los dos.
-Pablo, es mejor no hablar de ello, ¿vale? –Me aparto un poco de él, yendo en contra de mis propios deseos e intentando pensar con claridad.
-Tienes razón –susurra.
Sus ojos color carbón se clavan en los míos, penetrantes y profundos. Mi corazón da un vuelco al sentirle tan cerca, y doy un sorbo a la cerveza para disimular el efecto que Pablo provoca en mí. Él deja su lata a un lado y me vuelve a mirar fijamente. No puedo irme de la cocina, me tiene atrapada sobre la encimera. Se abre camino entre mis piernas, lo cual me obliga a separarlas, para así estar aún más cerca de mi rostro. Ya no tengo espacio para pensar, mi vista se nubla al intentar mirarle a los ojos y mis pulsaciones se aceleran cada vez más. 
-Pablo, esto no está bien –susurro cerrando los ojos, con la voz temblorosa.
-Desde que llegaste, nada está bien aquí –murmura entre dientes, con un repique de rabia en sus palabras.
-Nunca lo ha estado desde que te conocí –reprocho intentando fijar mi mirada en la suya para remarcar mis palabras.
-Seamos desconocidos, pues –muerde mi labio inferior, rompiendo con el poco espacio que quedaba entre nuestros rostros y haciendo que pierda el control de mi cuerpo. 
 
 
Muy lejos de allí, en un hotel de Milán (Aroa)
 
-Es gracioso, ¿sabes? ¡Quién diría que nos volveríamos a ver después de tanto tiempo, pensé que ya te habrías olvidado de mí! –me comenta Darío, en la puerta de mi habitación de hotel.
Ha querido acompañarme después de despedirnos de Andrea. 
-Sabes que no, yo no me olvido tan fácilmente de la gente –le contradigo y sonríe.
-Más te vale que ahora que ya no sientes nada por mí no me olvides…
-¡Para nada! Me debes, por todo lo que me has hecho pasar, una conversación por Skype por semana, ¿prometido?
-Prometido. Por cierto, ya que te vas mañana por la noche, ¿podrías venir mañana a cenar conmigo? Quiero acompañarte luego al aeropuerto –sonríe de oreja a oreja.
-No hace falta, Darío, no tienes por qué…
-Aroa –me corta-. Quiero aprovechar el poco tiempo que te voy a ver, porque ves a saber cuándo nos volveremos a encontrar…
-Está bien- acepto su propuesta-. Recógeme a las diez.
-Aroa, no sé si estás enterada, pero aquí se cena más pronto –ríe.
-Bueno, vale, decide tú la hora –suelto una carcajada.
-A las ocho te espero en el portal.
-¡Perfecto! –le doy dos besos para despedirme-. Buenas noches, Darío.
-¡Buenas noches, Aroa! –y se aleja por el corto pasillo hasta llegar a las escaleras.
Desaparece y yo me quedo ahí, recapacitando. El pasillo se convierte en completo silencio y sin causa ni razón alguna, mi cuerpo empieza a tambalearse y mi estómago a temblar. Y río, río sola, apoyada contra la puerta de mi habitación, sin motivos para hacerlo. Necesitaba reírme, deshacerme de toda la tensión acumulada y no puedo parar de reír. 
-Pablo, necesito verte –grito de repente, con los sentimientos a flor de piel. 
Y lo necesito de verdad, tenerle cerca, sentir su cuerpo contra el mío y observar su mirada oscura como si no hubiese mañana. Mañana será el último día aquí. Hoy llego, mañana me voy… No hay quien me entienda, pero, ¿cómo me va a entender alguien si no me entiendo ni yo misma? Y vuelvo a reír sin límite hasta el punto de faltarme el aire.
Estoy feliz, feliz por haber descubierto mis verdaderos sentimientos y por haber roto con un pasado torturante. Me alegro por haber sido capaz, estoy orgullosa de mí.

domingo, 2 de febrero de 2014

Creía haberse convertido en la mujer de hielo

"Si somos dos islas en un mar que es gris ciudad... 
¿Y quién? ¿quién de los dos se atreverá a nadar?"

hey ho lets go nSus dedos no paraban de bailar sobre la piel oscura de su pequeño bolso y sus uñas color carmesí contrastaban alegremente con la blancura de sus manos. Sus pies congelados no paraban de dar pequeños saltos sobre sus puntas y las zapatillas parecían tan pesadas, que le costaba lo imposible levantar los talones del suelo. Esa situación le recordaba aquellos tiempos en los que era bailarina... 
El frío viento chocaba con brusquedad contra el plástico duro de la marquesina y provocaba un estruendo que resultaba inaudible para sus oídos, ya que los auriculares que colgaban por su cuello la hipnotizaban con las notas de una canción de un grupo desconocido para los demás. ¿Qué importaba la música que ella escuchaba? No la hacía ser como era, pero sí la comprendía. Sacó un chicle de uno de los bolsillos de su chaqueta y lo masticó hasta acompasarse con aquel ritmo tranquilo que la acompañaba, ese ritmo que el cantante de voz peculiar no dejaba que centrase la atención en el exterior. Su mente, llena de problemas y dudas, no la dejaba aislarse por completo y su imagen todavía seguía visitándola varias veces al día. ¿Por qué era tan complicado apartarse del mundo? Ni el tiempo le daba la respuesta a esa pregunta. 
Aquellos ojos que tanto la habían ignorado esas últimas semanas se cruzaron con los suyos en una milésima de segundo y no pudo evitar que su corazón estallase. Sus mejillas se enrojecieron y sus ojos, abiertos como platos, se humedecieron por un instante. Creía que había conseguido apartar ese sentimiento, pero esta vez no estaba preparada, no había planificado aquel encuentro con su mirada impenetrable aquella tarde, y ese antiguo sentimiento la sorprendió. Aunque desapareció, dejó huella en su sonrisa, ahora más demacrada que antes. Creía haberse convertido en la mujer de hielo, pero a pesar de hacer frío, estaba derritiéndose en pleno invierno.