Traducir

jueves, 29 de noviembre de 2012

Fácil no, necesario.

¿Qué puede hacer? ¿Qué tiene ese chico que no tenga él? Sigue sin entenderlo. Nunca se atreverá a decirle lo que siente, tiene miedo, miedo al rechazo. Creyó que podría pasar algo entre los dos, que ella podría ser suya, pero no ha llegado a ocurrir nada, ya es imposible. Le viene la imagen de esa chica a la cabeza y se siente culpable por haber dejado pasar tanto tiempo, por no haber aprovechado esos pequeños instantes con ella y ahora ya es tarde. Ha escogido al otro sin tenerle en cuenta a él. Sabe que podría haberla hecho feliz, pero no le ha dado la oportunidad de demostrárselo. Ahora ya está todo hecho, debe olvidar a esa chica que le ha robado el corazón. Empezar de cero. ¿Cómo? No lo sabe, aún así considera que es lo mejor, una pésima opción si la ve con su corazón esperanzador, pero la más correcta si la piensa fríamente con la cabeza. Olvidar. ¿Fácil? No, pero necesario.
Tumblr_lboohr2eyj1qzklr1_large

¡Hola! QUERERTE ENTRE NUBES DE ALGODÓN me ha pedido un favor y me gustaría que me ayudaseis a llevarlo a cabo. Se trata de un chico que quiere cumplir su sueño y creo que todos merecemos esa oportunidad para conseguirlo. Se trata de un vídeo, si os gusta podéis recomendarlo en vuestro blog o tan solo darle a "Me gusta" al vídeo :) Muchas gracias, AQUÍ TENÉIS EL ENLACE AL VÍDEO

lunes, 26 de noviembre de 2012

Amarrado a ti Capítulo 49




Atendiéndoles (Darío)

-¡Ese Darío!- grita el chico que está sentado en la mesa.
-¿Qué hacéis aquí?- murmuro.
-Le conté a Enrico lo tuyo y…-le lanza una mirada discreta a Giulia, que está de espaldas a nosotros.
-¡Cómo no ibas a contarlo!- me llevo las manos a la cabeza.
-Déjame hablar- me manda callar-. Y quería saber si realmente estaba tan buena como contaba.
-Estáis fatal, en serio. 
-Joder, tío, la verdad es que está para morirse, está muy buena- ríe el chico del pelo largo. Pues ni se te ocurra tocarla.
-Otro- resoplo.
-Eh, tío, ¿al final qué pasó ayer? Que os vi salir de aquí los dos solos- me mira con una sonrisa pícara.
-¿Desde cuándo me espías?- esto es demasiado.
-Contéstame.
-Joder…- me aseguro de que no nos escucha-. Fuimos a su casa- Andrea abre los ojos como platos-, y estuvimos charlando, ya está.
-¿Ya está?- ahora es Enrico el que se sorprende.
-Sí- digo no muy convencido.
-¡Te la tiraste!- grita Andrea. Mierda. Giulia se gira y nos mira. Me quiero morir.
-¿Te quieres callar?- susurro-. No, no hicimos nada.
-No mientas. ¿Nada de nada? ¿Ni un poquito? ¿Ni un beso? Tú eres gay.
-Y tú gilipollas. Hubo algún beso, pero ya está, pesados, ¡que sois unos pesados! ¡No más preguntas!- susurro-. ¿Qué queréis para tomar?
-Has dicho que no más preguntas.
-¿Pero…?
-Has dicho que no.
-Peor para vosotros- me alejo de la mesa y me coloco detrás de la barra.
-¡Dos cervezas, gracias!- grita Andrea.
Cojo dos jarras y las lleno de cerveza. Ya le vale. Cómo le gusta molestarme.

Tumbada en la cama (Mara)

¿Por qué es así conmigo? ¿No se lo he demostrado lo suficiente? No lo entiendo. No entiendo por qué me hace esto. Es estúpido. Suena el timbre. Joder… ¿Por qué ahora? Resoplo, restregándome los ojos para quitarme los restos de rímel. Es inútil. Me levanto, débil y camino hacia la puerta arrastrando los pies. 
Me observo en el espejo del recibidor. Oh, dios, qué pintas. Sujeto el pomo y vuelvo a suspirar antes de quedarme helada. El corazón me da un vuelco y trago saliva. Cierro la puerta de nuevo, pero no lo consigo. Suspiro al ver su pie entre el pequeño hueco que queda por cerrar. Abro la puerta y me cruzo de brazos, nerviosa.
-¿Qué quieres?- miro al suelo, evitando su mirada.
-Necesito hablar contigo- se intenta acercar, pero yo me aparto con un golpe seco.
-No hay nada de qué hablar, antes ya lo has dicho todo- me siento los ojos húmedos, mierda.
-No todo- se vuelve a acercar, arrinconándome en una pared.
-Me da igual, lo más importante ya lo has dicho. He visto que no puedes confiar en mí.
-Mara, joder, por favor, perdóname.
-Carlo, ¿para qué? ¿Para que otro día me lo vuelvas a hacer? Parece que te gusta la sensación de perderme.
-No me gusta, para nada, soy imbécil, eso es todo- apoya su codo en la pared, quedando a escasos centímetros de mi cara.
-Y un celoso de mierda- le miro a los ojos-.Vete, anda, vete.
-Te quiero, joder Mara, te quiero. ¿No te lo he demostrado ya?- Está demasiado cerca y siento su aliento en mi cara.
-Eso mismo me pregunto yo- siento un escalofrío.
-Lo siento, no soy perfecto, ¿vale? Perdón por no serlo.
-¡Es que odio que me hables así! ¡Antes me has hablado como si fuese una puta, joder! ¡Estoy harta! Y no, no me gusta tu hermano, pero ojalá fuese así- Carlo se pone tenso-. ¡Ojalá! Él estuvo ahí mientras tú estabas follándote a esa zorra. ¡Él estuvo ahí, conmigo!
-¿Ah sí? Pues quédate con él, si lo prefieres a él, quédate con él.
-Yo no he dicho eso.
-No, pero lo has insinuado. Y sí, ¿para qué voy a negarlo? Te quiero, pero paso ya. ¡Yo sí que estoy harto!
-Pues imagínate cómo estoy yo, imbécil- digo entre sollozos-. Yo también te quiero, pero no puedo estar así- se me atragantan las palabras.
-Está bien- me mira muy serio, a escasos milímetros-.Yo ya te he pedido perdón, ya no puedo hacer nada.
-Tengo miedo. Tengo miedo a que todo se convierta en una pesadilla, de que se vaya todo a la mierda otra vez. ¡No puedo! No quiero que vuelva a pasar.
-No tiene por qué pasar.
-Eso mismo dijimos la segunda vez- las lágrimas salen una tras otra de mis ojos, sin poder evitarlo.
-Lo siento- susurra, dándome un beso en la frente.
-Vete-me quedo sin aire y respiro hondo-, por favor.
-Piénsatelo, por favor- me limito a asentir, viéndole marchar.
Me dejo caer en el suelo, sintiéndome como una mierda de nuevo.

martes, 20 de noviembre de 2012

Amarrado a ti Capítulo 48




-He visto cómo la has mirado, ya no estoy con ella, por si te la quieres tirar.
-Gilipollas.
-Sé que le tienes ganas- le da otra calada y suelta el humo lentamente.
-Tú de lo que tienes ganas es de una buena hostia- le sujeto por la camiseta. No puedo evitarlo.
-Y parece que tú de dos.
Carlo con un ágil movimiento me golpea con los nudillos en el ojo izquierdo, obligándome a soltarle y retorcerme. Será imbécil. Me toco el ojo, joder… ¿Sangre? ¿Estoy sangrando? Mierda… Me ha dado también en la ceja.
-Menudo cabrón- suelto, casi escupiendo las palabras. Salgo de la habitación.
-¡Cabrón tú, por meterte donde no te llaman!- grita.
Entro en el baño y me observo en el espejo. ¡Oh, dios! Tengo todo el ojo hinchado, parezco el Jorobado de Notre Dame. Me echo agua para refrescar y me vuelvo a mirar. Estoy igual, el agua no ha hecho nada. Si no fuese mi hermano le hubiese devuelto el golpe, pero no me atrevo, no por falta de ganas la verdad. Mierda, escuece. Resoplo y me aprieto con una gran bola de algodón para evitar que siga sangrando. 
 
En la habitación de al lado (Carlo)
 
Joder… No le quería dar, pero no lo he podido evitar. Joder… Me da igual que me mienta, sé que le gusta mi Mara, bueno, mi ex Mara. Todavía no me lo creo, joder. Yo no quiero que se acabe, yo quiero estar con ella, la quiero. ¡La quiero! Y ella debe saberlo.
 
 
De camino a la cafetería (Giulia)
 
Pobrecita. No se merece estar así por un chico, son cosas que pasan, sí, pero no se lo merece. Espero que puedan arreglarlo, no parece mal chico, sólo que hay veces que uno no puede controlar sus celos. Sí que tiene que ser guapo ese chico para que se ponga tan celoso. Bueno, el hermano no está mal, así que el mayor seguro que es mejor. ¿A qué ha venido esto? Oh… dios… ¿Qué me pasa últimamente? Mi hermana preocupada y yo pensando en si el chico está bueno o no. En fin… No puedo evitar reír. Sonrío al llegar. Puede que Darío esté ya allí. Siento algo extraño en el estómago, ¿nervios? Resoplo. 
-Hola- mi padre me da dos besos y se coloca detrás de la barra. 
-¿Te ayudo?- pregunto, buscando con la mirada a Darío. No le veo.
-Sí, por favor, límpiame las mesas libres, anda, que yo de mientras voy a salir un momento. 
No hay nadie en el bar. Eso quiere decir que debo limpiarlas todas. Qué palo. Se escuchan ruidos en el almacén, ¿será él o mi madre? Limpio la mesa que tengo más cerca, empleándome a fondo, evitando que queden manchas. Recojo una taza de café de la mesa de al lado y me giro.
-¡Buh!- aparece por detrás de mí y pego un salto. Me aferro a la taza de café y siento algo húmedo en el centro de mi camiseta.
-¡Mierda!- digo sorprendida. Me sonrojo y miro al suelo, disimulando-. ¡Oh, no! Mi camiseta- susurro. Se ha manchado. Todavía quedaba un poco de líquido dentro de la taza y se ha volcado. 
-Lo siento- dice corriendo a buscar un trapo mojado detrás de la barra.
-No pasa nada, no te preocupes. Se lava- río, mientras le veo venir con uno amarillo.
-Ten, anda- me lo acerca y yo intento limpiarla. Es inútil. La mancha se expande. 
-Nada, no se puede hacer nada- sonrío, girándome de nuevo para seguir limpiando las mesas.
-¿Cuándo me vas a hacer uno de tus cócteles otra vez?- se acerca por detrás y me sujeta la cintura.
-Tendré que pensármelo- sigo limpiando con él agarrado a mí.
-¿Y eso?
-Me has tirado el café encima- cruzamos las miradas y me sonrojo.
-Has dicho que no pasaba nada.
-Nunca creas a una chica cuando te diga que no pasa nada- me deshago de él y camino por su lado.
-Oh, vamos, no seas así, te he dicho que lo siento- suelta una carcajada-. ¿No será que no quieres volver a quedar conmigo?
-Puede que no- me giro hacia él-, o puede que sí. Al igual, o no- le sonrío, limpiando otra mesa.
Observo a Darío por el rabillo del ojo. Me está mirando, con los brazos caídos a los lados, con la cabeza ladeada hacia su lado derecho y sonriendo como sólo él sabe sonreír. Buf… Quiero un beso suyo.
-¿Entonces?
-No lo sé, ya veremos- me muerdo el labio inferior.
-Estás deseando quedar conmigo- se vuelve a acercar.
-¿Cómo estás tan seguro?- le observo, apoyándome en la mesa. Buf… Qué calor, quiero un beso.
-Se te nota- sonríe.
-¿Se me nota?- suelto una carcajada.
-Sí, se te nota en los ojos- se acerca mucho, mirándome fijamente a los ojos.
-¿Y qué ves?
-Que quieres que te bese ahora mismo- ¿cómo lo sabe? Sonríe, mirándome los labios y rodeando mi cadera con sus brazos, apretándome contra su cuerpo.
Se queda así, mirándome en silencio, a escasos centímetros. Trago saliva. 
-Pues hazlo- le susurro. Me mira sorprendido y sonríe. Se acerca y junta sus labios con los míos, como si de un puzle se tratase, sólo unos segundos y me mira a los ojos de nuevo. 
-¿Ya estás contenta?- frunce el ceño.
-Espera- me acerco de nuevo y esta vez le beso yo, sujetando su cuello con suavidad y hundiendo los dedos en su pelo castaño. 
-¿Ya?- sonríe-. ¿Me vas a volver a invitar o no?
-Eh…- hago que pienso y resoplo-. Está bien, vale.
-Si no quieres no, eh- suelta una carcajada.
-Tonto- susurro, alejándome de él.
-Sí, sí, pero a ti te gusta- me muerdo el labio inferior mientras le observo desde la barra. El delantal negro le queda estupendamente.
Se acerca y se apoya en el mármol.
-Estúpido.
-Tonta- me restriega el trapo por la cara.
-¡Serás tonto! ¡Qué asco!- frunzo la nariz, en señal de asco.
En ese momento entran dos chicos y nos miran, observando la curiosa escena. 
-Sí, pero a ti te gusta- susurra en mi oído antes de ir a atender a los clientes que ya se han sentado.

¡Hola! Siento no pasarme por vuestros blogs, pero es que últimamente sólo me paso por aquí para subir los capítulos, no tengo mucho tiempo y los ratos libres los dedico a seguir escribiendo, porque ya me queda menos para el final y le quiero dedicar mucho tiempo para que todo quede bien :) ¿Que si sé cómo va a acabar? La verdad no jaja Me van viniendo ideas y así voy, así que dependo de mí imaginación que, por cierto, últimamente está un poco mal, por no decir que es pésima... En fin, ¡espero que os haya gustado! Me gustaría que me dijerais con quién queréis que se quede cada uno :) Porfis porfis jajaja
¡Un beso!

jueves, 15 de noviembre de 2012

Amarrado a ti Capítulo 47




-Porque es un celoso, no puedo más.
-¿Ha sido por mí?- le miro sorprendida. ¿Cómo lo sabe?- por tu cara veo que sí, lo siento, ya hablaré con mi hermano.
-Es que, me dice: “Parecía que te iba a follar aquí mismo”-imito su voz.
-Pero, ¿cómo te he mirado?- suelta una carcajada.
-No lo sé, ve cosas donde no las hay- susurro-. Ya hemos llegado, gracias por acompañarme- me despido cuando veo la fachada-, ya nos veremos.
-Sí- me mira demasiado cerca con esos grandes ojos marrones y sonríe-, hablaré con él.
-No lo hagas, no hace falta.
-No te lo he preguntado. Voy a hablar con él aunque no quieras- dice muy decidido sin dejar de mirarme.
Me aparto, buscando las llaves y le digo adiós dándole un beso en la mejilla. Entro en el portal y suspiro, dejándome caer en el tercer escalón. No puedo evitarlo y echo a llorar.
-¿Estás bien?- susurra una voz femenina.
-Sí- sorbo por la nariz y suspiro. ¿Por qué me tengo que encontrar a todo el mundo cuando estoy mal?
-No me mientas- se sienta a mi lado y me acaricia el cabello-. ¿Qué ha pasado, enana?- me observa preocupada.
-Es… es… gili… joder…-resoplo entre sollozos-, es gilipollas- me tapo la cara con las manos, evitando que mi hermana me vea llorar.
-No pasa nada, no te preocupes- me abraza y me atrae hacia ella, apoyando su barbilla en mi cabeza. Lloro, no puedo más y lloro.
 
 
Ya en mi portal (Davide)
 
Menudo cabrón. ¿Cómo se atreve a hacerla llorar? Mi hermano es imbécil, no sabe tratar a una chica. Abro la puerta con llaves y entro a casa. 
-¡Davide!- una señora de pelo corto castaño y ojos verdes viene corriendo hacia mí con un delantal rojo encima de un vestido azul marino que le sienta fenomenal. Me estrecha entre sus brazos y me llena la cara de dulces besos. Mi madre.
-¡Hola! Cuando he llegado no estabas y he decidido salir.
-He ido a comprar algunas cosas- sonríe, acariciándome la mejilla-. ¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo sin verte!
-¡Tampoco tanto tiempo, mamá!- río-. Sólo unos meses- me quito la chaqueta y me siento en la cocina con ella.
-Para mí esos meses son eternidad- me mira nostálgica.
-No exageres- sonrío.
La puerta se abre y entra el gran capullo. Sí, no tiene otro nombre. Saluda con un seco “hola” y va hacia su habitación. 
-¿No le dices nada a tu hermano?- pregunta mi madre confusa.
-Tranquila, ya nos hemos visto antes- intento sonreír- voy a deshacer la maleta.
Me levanto de la silla y camino por el pasillo hacia mi habitación con la maleta colgada del brazo. Abro la puerta y dejo mis cosas sobre la cama. Escucho palabrotas y golpes al otro lado de la pared. Salgo, resoplando y llamo a la puerta.
-¡Vete, joder!- grita al otro lado.
-¡Davide!- grita mi madre desde el pasillo-, ahora vendré, tengo que salir.
-Está bien- disimulo, sonriendo. Espero a que salga de casa-. Carlo, ábreme o tiro la puerta.
-¡Que me dejes, hostia! Vete a dormir, anda.
-Que me abras…- susurro.
Resopla al otro lado de la puerta y veo cómo el pomo gira. Abre un poco.
-¿Qué quieres?- me mira por el pequeño hueco.
-Déjame pasar.
-No- hace intento de cerrar la puerta, pero yo soy más rápido y pongo el pie. Me apoyo en la puerta haciendo fuerza y consigo entrar dentro-. Mira que eres pesado eh- se sienta en la cama y me observa.
-¿Tú estás loco? ¿Qué haces fumando aquí?
-Que me dejes- aparta la mirada y le da una calada-. ¿Qué quieres?
-¿Cómo puedes estar celoso de mí?- me mira de reojo.
-No estoy celoso de ti, nadie podría estar celoso de ti.
-¿Ah, no? ¿Me vas a negar que no te has puesto antes celoso cuando he “mirado a tu novia”?- pongo énfasis en las últimas palabras.
-¿Has ido detrás de ella para que te lo cuente o qué?- otra calada.
-Al menos he ido detrás de ella, pero tú no te dignas ni a pedirle perdón, se nota cuánto te importa.
-Mira, cállate, que tú, precisamente tú, no sabes nada, ¿vale?- se levanta y se acerca, soltando todo el humo en mi cara. Le daría una hostia ahora mismo.
-Sé algo más importante que no sabes tú, yo- me señalo con el dedo índice-, sé cómo tratar bien a una chica.
-¿No será que te gusta?
-¿Quién?- le miro sorprendido.
-Gilipollas…-susurra-. Mara- mueve los brazos como si fuese obvio. Me ha pillado desprevenido.
-¿Qué? ¿Estás loco?- ¿Tanto se me nota?-. ¡Claro que no! ¿Cómo puedes pensar eso?
-Anda, ¿por qué me mientes?
-Déjame, niño, no me gusta tu noviecita, ¿entendido?- me alejo de él.

martes, 6 de noviembre de 2012

Amarrado a ti Capítulo 46





Tomando un café con Lucía (Aroa)

-¿Entonces os habéis perdonado?
-No lo sé, supongo- suspiro-, no lo sé.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Le vas a contar lo de Darío?
-Buf… No sé qué hacer… ¿Qué harías tú?
-Buena pregunta- piensa-, ni idea- resopla, dándole un trago a su café solo.
-Es que no sé qué hacer, tengo miedo a que se enfade, pero tampoco quiero mentirle.
-Pablo no creo que se enfadase, supongo que preferiría la verdad antes de que se la ocultases.
-¿Tú crees?- asiente, dando otro sorbo. Suspiro, llevándome la taza a la boca y oliendo el café recién preparado-. Bueno, ya veré qué hago. ¿Vas a ver a tu novio?- cambio de tema.
-Sí- sonríe-, me ha mandado antes un mensaje para ver dónde estaba y dice que viene para aquí.
-Es una pena que sólo os podáis ver los fines de semana.
-Sí, es una pena, si fuese por mí estaría siempre con Sergio.
Una moto se acerca a la terraza de la cafetería y grita el nombre de mi amiga.
-¡Es él!- se levanta sonriendo y va hacia él. 
El chico apaga la moto y se quita el casco para recibir a Lucía, que ya está a su lado. Tiene el pelo desaliñado, algo largo, castaño. Se saludan con un beso en los labios y Sergio rodea su cintura. Yo los observo, envidiosa. Ojalá viniese Pablo ahora y me besase delante de todos. Lucía le dice algo al chico, que mira en mi dirección y me saluda con la mano. Yo le correspondo, sonriendo. Ella se aleja de él y camina de nuevo hacia la mesa en la que estoy sentada. 
-Aroa, lo siento, pero es que me ha dicho de ir a dar un paseo- se disculpa.
-No pasa nada, ves anda- le sonrío.
-Ya hablaremos- recoge su chaqueta y camina de nuevo hacia Sergio, que ya se ha puesto de nuevo el casco y le coloca otro a su acompañante. 
Doy un último sorbo al café y les digo adiós con la mano mientras se alejan entre las calles de Barcelona. Le pido la cuenta al camarero, que me sonríe de oreja a oreja. Al momento aparece con una mini bandejita de metal, con dos papelitos encima. Uno es la cuenta y el otro… El otro es su teléfono. No puedo evitar soltar una carcajada. El chico me observa y ríe conmigo.
-Lo siento, no soy muy original- se disculpa, con una bonita sonrisa en los labios.
-Pues es la primera vez que me piden una cita de esta forma- río. 
-Me alegro- dice sin dejar de sonreír-, me llamo Javi. ¿Tú eres?- espera mi respuesta.
-Aroa- acabo su frase. El chico abre la boca para decir algo-. Ni lo intentes, lo siento- río-, tengo novio.
-Tampoco te iba a pedir que te vinieses a la cama conmigo- ríe fuerte-, sólo quería conocerte- sonreímos a la vez-. ¿Te apetece quedar esta noche para tomar algo?
-Lo siento, Javi, pero es que como comprenderás no puedo.
-Entiendo- se le borra la sonrisa de la cara-. Bueno, pues en otra ocasión- vuelve a sonreír, alejándose con la cuenta en la mano. 
¡Qué curioso! Río mientras le observo y niego con la cabeza. Es un caso. Ya no sabes ni lo que te puedes llegar a encontrar. Es guapo. Sus ojos azules llaman la atención, pero nada en comparación con Pablo.
Me levanto y camino hacia casa. Hace buen día, el sol reluce con fuerza. Miro al cielo, no hay ni una nube. 
 
En la puerta del Parco Sempione (Carlo)

¿Realmente ha dicho eso? ¿Ha dicho que lo nuestro se ha acabado? No puede ser, no puede ser… ¡No puede ser! La quiero demasiado, soy un estúpido, siempre la estoy fastidiando. Me he quedado callado en vez de ir a por ella y pedirle una vez más perdón. Joder… Me enciendo un Marlboro. No suelo fumar, sólo en algunas ocasiones. Mara no lo sabe, nunca me ha visto. Mara, Mara… Siempre pensando en ella. Y me acaba de dejar… No me lo puedo creer.

Ya afuera (Mara)

Soy estúpida, no sé por qué le he dicho que lo dejábamos, pero es que estoy harta de que siempre sea así. Me refriego los ojos con los puños, evitando soltar más lágrimas.
-¿Mara? ¿Estás bien?- noto una mano que me sujeta con fuerza el brazo derecho. Me giro para mirarle. Es Davide. 
-Estoy bien- digo secamente. No, no estoy bien.
-Sé que no estás bien- ¿No me digas? Me lleva hasta un banco-. ¿Ha sido otra vez mi hermano?-  le miro y sonrío triste. Asiento-. ¿Pero no estáis juntos?
-Hasta hace cinco minutos lo estábamos- sollozo.
-Lo siento- susurra-. ¿Quieres que te acompañe a casa?- me mira preocupado.
-Si no te importa…- suspiro.
Nos levantamos y caminamos en silencio. Me acurruco en mi sudadera, evitando cualquier contacto con el exterior. Me siento fatal por haberle dicho que lo dejábamos, me arrepiento tanto… 
-¿Por qué lo habéis dejado?- rompe el silencio.