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miércoles, 29 de agosto de 2012

Amarrado a ti Capítulo 36




¡Buenos días! Os traigo otro capítulo, por si no os acordáis de qué sucedió en el anterior, yo os explico. Es un flashback, volvemos a unos meses atrás, cuando Carlo y Mara estaban juntos antes de que acabase el verano. Las dos amigas han sido invitadas a una fiesta en una casa en la montaña y Carlo les presenta a su hermano mayor, Davide. 

-No creo en el destino, pero está bien, por el destino- brindamos. 
Bebo un sorbo de mi copa y sonrío. Está frío, en su punto. Siento un cosquilleo en mi estómago. ¿Por el destino? No sé qué ha querido decir con eso, aunque bueno, me ha gustado la razón. 
-¿Y cómo es que no crees en el destino?
-No sé, creo que para conseguir las cosas hay que intentarlo, no dejarse llevar por lo que pueda pasar- sonrío.
-Buena explicación- bebe otro sorbo de su copa. 
-¿Cómo va?- se acerca Carlo, sentándose a mi lado.
-Genial- me sonríe Davide, que después le lanza una mirada a su hermano. 
-Ya veo- veo una chispa de rabia en los ojos de Carlo. 
-¿Y Carolina?- pregunto cambiando de tema.
-En la barra, hablando con Mauro. ¿Te acuerdas de él? Iba con nosotros el año pasado a clase. 
-¡Ah! ¡Sí, Mauro!- me levanto y voy hacia ellos- ¡Mauro!- le doy un abrazo- Come stai?
-Bene! E tu?
-Bene- sonrío- ¡Oh! Cuánto tiempo, estás igual, bueno, más alto, pero sigues siendo el mismo, tan alegre- río- ¿Queréis venir con nosotros?
-Sí- sonríen a la vez.
-El hermano de Carlo te está mirando- me susurra Carolina al oído.
-¡Shht!- le doy un codazo en el brazo.
Me siento en el borde de la piscina y me meto en el agua, sumergiéndome entera. Carolina hace lo mismo y se acerca a donde está Carlo. Mauro se ha quedado al  lado de éste. Davide se ha tirado de cabeza a la piscina y nada hacia mí. 
-Veo que ya sabes nadar- dice muy cerca.
-Scemo! – le hago una ahogadilla- Claro que sé nadar- río.
Davide me coge de las piernas y me levanta como un saco.
-¡Suéltame! -Me agarro a su cuello, haciendo fuerza hacia atrás, para tirarlo. Davide me hace caso y me lanza hacia atrás, dándome una voltereta en el aire. Caigo boca arriba y me hundo varios segundos. Cuando salgo me encuentro con sus ojos marrones mirándome de cerca.
-Vaffanculo!- río, hundiéndole de nuevo. Salgo de la piscina y cojo una toalla. Me siento al lado de Carlo, envuelta en la toalla blanca. 
-Mi hermano es así- me mira serio, algo celoso. Carolina está hablando con Mauro y se están riendo- ¿Quieres que te enseñe la casa?- dice levantándose-. Ahora venimos- mira a Mauro y le sonríe, dándole una palmadita en el hombro. Mauro mira a Carolina y le sonríe.
Me levanto y vamos hacia dentro de la casa. Me pongo las chanclas y entramos por la puerta de cristal. Al lado izquierdo hay una chimenea de piedra y dos grandes sofás encarados hacia ésta. El suelo cruje bajo nuestros pies, rompiendo con el silencio que hay en el salón. 
-¿Te cae bien mi hermano?- pregunta.
-Sí- respondo no muy segura de haber hecho bien. Carlo mira al frente, serio. 
-Es muy majo- chasquea.
-Estás celoso- río.
-¡No estoy celoso!- dice subiendo las escaleras, sin mirarme.
-Lo estás- sonrío, subiendo tras él. 
-Ya te he dicho que no lo estoy, no tiene nada que hacer contigo- entra en su habitación. 
-¿Y eso tú cómo lo sabes?- está celosísimo.
Carlo se gira para mirarme. Me pongo seria para que no vea que estoy bromeando. Se le ve preocupado.
-Por que a ti no te gusta, ¿no?- me mira serio, esperando una respuesta. Me acerco a él y le beso.
-Carlo, ¿cómo se te ha podido pasar eso por la cabeza? No, no me gusta tu hermano, me gustas tú, sólo tú- me mira a los ojos.
-¿Segura? Te he visto muy bien, demasiado bien, con él en la piscina. No estoy tan seguro de que no te guste- me mira serio.
-¡Vete a la mierda, Carlo!- me aparto de él bruscamente y salgo de la habitación.
-¡Mara, por favor! ¡Por favor, perdóname!- sale de la habitación detrás mío.
-¡Déjame en paz! – digo desde la planta baja. ¡Qué estúpido! Lo decía en serio. No confía en mí. ¡Ya le vale!
-¿Estás bien?- Davide me mira desde el sofá, preocupado.
-No importa- digo furiosa. ¡Lo que faltaba!
-Es estúpido- dice levantándose y acercándose.
-Lo sé, boh, ya se le pasará- salgo al patio de nuevo. 
 
Ya por la noche…
-Está muy borracho- Carolina pone cara de asco, está triste.
-Da pena- le observo detenidamente. 
Carolina se despide de mí para irse a dormir. Carlo ya lleva al menos siete cervezas si es que he contado bien. Está dentro de la piscina en una esquina. 
-¡Carlo!- sonríe una chica, acercándose a él. También está borracha. 
-Ciao Chiara- sonríe tonto- Sei la più bella del mondo.
Me muerdo la lengua por no saltar. La chica se acerca más a él y le besa en los labios. ¡No me lo puedo creer! Carlo ni se inmuta, se deja besar por esa guarra. No queda nadie más en el patio. Les observo desde la puerta del salón. La pareja va hacia las escaleras de azulejos. Ella se sienta en el primer escalón y Carlo se tumba sobre ella y la besa en el cuello. No puedo evitar sentirme mal. Tengo un nudo en la garganta. La chica sonríe al sentir sus labios sobre su escote y suspira. Estoy llena de rabia, pero aún así no me voy, quiero ver qué más hacen, hasta qué punto van a llegar, aunque me duela. Carlo se desabrocha el cordón del bañador para poder llegar más lejos con Chiara. La chica sonríe y le besa a la vez que se aferra a su espalda con las manos.
-Te gusta, ¿verdad?- dice Davide poniéndose a mi lado y viendo la escena.
Le observo unos instantes y cierro los ojos, conteniendo las lágrimas. No puedo responder.
-Te gusta- afirma-. He visto el beso que os habéis dado en su habitación. Mara, te lo digo en serio, pasa de mi hermano.
Sus palabras suenan lejanas, no puedo escucharle, no puedo hacer nada más salvo ver lo que está ocurriendo. Están teniendo sexo en la piscina, delante de mis narices, Carlo es gilipollas, ¡es idiota! Aún así le quiero, no puedo evitarlo, ¡le quiero! Me dejo caer, sentándome en el suelo, bajo la luz escasa de la luna. Me tapo la boca con las manos, evitando que nadie escuche mis lloros, ahogando los gritos de rabia en la garganta. 
-Mara, vamos dentro, no debes ver esto- dice poniéndose delante de mí, evitando que vea a Carlo.
-Déjame- susurro, apartándole.
-Mara- se pone serio, sin hacerme caso.
-Te lo pido, ¡vete!- lloro, hundiendo mis ojos en mis puños.
-Mara, andiamo- me sujeta las manos y me levanta fácilmente. No ofrezco más resistencia. Camino a su lado hasta llegar al sofá. Se sienta a mi lado, en silencio. ¿Por qué Carlo me ha hecho eso?
-¿Por qué?- susurro.
-¿Por qué, qué?- vaya, no pretendía decirlo en voz alta.
-¿Por qué me ha hecho esto?- miro al frente, secándome las lágrimas con la palma de la mano.
-Es un estúpido.
-Pero le quiero- bajo la mirada. 
Davide pasa su brazo por mis hombros y me atrae hacia él. Tengo sueño. Cierro los ojos.

Pues ya se ha acabado el capítulo... ¿Qué os ha parecido? Me encantaría que todos los que estáis leyéndome me dieseis vuestra opinión sobre si os está gustando o no, o si debería mejorar algo. Me serviría de gran ayuda y también me alegraríais mucho el día :D Bueno, os dejo, ¡un beso muy grande!
  

viernes, 24 de agosto de 2012

Ese tren al que llaman Oportunidad

Couples Photography
Bad Reputation
Sólo falta pagar el billete de ida y subir al tren. Sí, a ese tren que llaman Oportunidad. Muchos se echan atrás cuando están a punto de iniciar el viaje, otros, arriesgan. Tengo miedo, pero a la vez curiosidad. Nadie sabe el final de ese viaje, sólo que algunos bajan a medio camino. Quizá el destino es aquel al que llaman Felicidad. Es una decisión muy difícil, pero ya estoy en el andén. No sé qué pasará, quizá todo es perfecto allí dentro. Suspiro al ver llegar a Oportunidad, ha llegado el momento de decidir si subir o no. Puede que éste no sea el adecuado, que quizá deba esperar al siguiente. O quizá sí lo sea y ya sea tarde. Dicen que muchas veces no hay segundas oportunidades, ¿será cierto? Si no lo hago me arrepentiré, lo sé. Me sonríe, abriendo sus grandes puertas. ¿Realmente estoy dispuesta a arriesgar? ¿A dejarme llevar? Es todo o nada. Algunos, envidiosos, me observan desde los asientos de la parada, esperando su tren. Cierro los ojos y doy un paso al frente. ¿Segura? Y como si de un arrebato se tratase, abro los ojos y, sin pensármelo dos veces, subo corriendo el escalón. Ya está, ya estoy dentro. Tengo miedo, muchísimo miedo de lo que pueda encontrarme. Pero a la vez estoy feliz, he sido capaz de arriesgar, de dejarlo todo, de empezar una nueva vida. Las puertas se cierran y el tren empieza a avanzar.  Corro hacia la ventana más cercana y me asomo, ese será mi lugar a partir de ahora, quizá sola o tal vez acompañada. Entonces me doy cuenta no importa lo que venga, lo que realmente importa es disfrutar del camino y de las nuevas sensaciones. Me percato de que nada volverá a ser como antes y sonrío.

lunes, 20 de agosto de 2012

Amarrado a ti Capítulo 35




Junio, unos meses atrás (Mara)
 
Estoy nerviosa. Dentro de un cuarto de hora hemos quedado Carlo, Carolina y mucha más gente. A muchos no los conozco, pero seguro que son majos, son amigos de Carlo. Tengo ganas de verle, aunque no pueda besarle, espero que nos podamos escapar en algún momento para poder pasar un rato con él a solas. Vamos a ir a una casita de la montaña de los padres de Carlo. La verdad es que promete. Suena el timbre.
-¡Mara! ¡Carolina ha venido a buscarte!- grita mi madre desde el recibidor.
-¡Voy!- cojo la mochila y salgo de la habitación-¡Hola Carolina!- le doy un abrazo, sonriendo.
-¿Vamos? Hemos quedado todos en Piazzale Loreto, que nos recogerá el padre de Carlo con el todoterreno.- asiento.
Salimos por la puerta, despidiéndonos de mi madre y bajamos las escaleras hasta llegar a la calle.
-¡Oh, Mara! Estoy muy nerviosa, espero tener la oportunidad de estar con Carlo, ¡son dos días en una casa de la montaña!- da saltitos, emocionada.
Me limito a sonreír como puedo. Yo también quiero lo mismo. Es horrible estar enamorada de la misma persona que tu mejor amiga, el problema es que yo ya la he traicionado. Carlo y yo estamos juntos, a escondidas, pero lo estamos. Andamos hacia la plaza, riendo y hablando de tonterías.
-Buongiorno- nos sonríe Marcello, el padre de Carlo, desde el coche.
-¡Ciao!- saludamos subiendo en la parte de atrás. 
En el asiento del copiloto está Carlo, que nos sonríe con esa sonrisa de infarto. Me siento detrás de Carlo. Éste me mira a través del retrovisor exterior, buscando mi mirada. Nuestros ojos se encuentran y sonríe. Aparto la mirada hacia la ventana y observo la carretera. No puedo evitar ruborizarme al notar su mirada en mí. Sigo mirando hacia la carretera, ignorando sus ojos verdes. Me está poniendo nerviosa. Suspiro. Miro al frente y me encuentro con sus ojos, sonrientes. Sonrío como una estúpida.
-Mara, ¿por qué sonríes?- ríe Carolina.
-Porque tengo ganas de llegar- intento volver a sonreír de forma que parezca creíble mi respuesta.
Carlo se remueve en su asiento, buscando una mejor posición. Bajo la mirada, mirándome la punta de los pies. 
Media hora más tarde. Hemos llegado. Bajamos del coche con las mochilas a cuestas. La casa rural es enorme. Es toda de madera, de dos plantas, con un grande porche en la parte de delante. Caminamos detrás de Carlo.
-Subid conmigo, iremos a las habitaciones- me mira una vez estamos arriba- Mara, Carolina, aquí dormiréis vosotras, yo estoy en la habitación de al lado.
Entramos en la nuestra. Hay dos camas, una en cada lado. Al fondo un gran armario de madera oscura y una gran ventana que da a la parte trasera de la casa. Se escuchan risas. Llaman a la puerta. Abro.
-Mara- me mira- poneos el bikini que vamos a ir a la piscina, no hace falta que cojáis toallas- y baja las escaleras.
Se lo digo a Carolina, que no tarda nada en buscarlo en su mochila. El suyo es naranja, con un estampado de flores en tonos marrones, que potencia su piel que está ya un poco bronceada. El mío tiene la parte de arriba con la forma de un sujetador, con un estampado de rayas de muchos colores, la braguita es de los mismos colores, con lazos a los lados de la cadera. Yo no estoy tan morena como Carolina, yo siempre he sido más blanquita, pero igualmente el bikini no me queda mal. Me pongo un pantaloncito conto de color negro encima, al igual que Carolina, pero el suyo en marrón, y bajamos las escaleras que dan al comedor. Una vez abajo, vamos hacia el gran ventanal que da a la parte trasera y salimos al patio. En la piscina hay unas cinco personas, riendo y haciéndose ahogadillas. En el borde de la piscina está Carlo, sentado al lado de tres chicas. Al fondo hay unas tumbonas, ocupadas por un grupo de chicas con pareos. También hay una barbacoa. Dos chicos altos están encendiendo el fuego. Saludamos a varia gente y vamos a donde está Carlo. Las chicas nos miran de arriba abajo y sonríen entre ellas. 
-Chicas, os quiero presentar a mi hermano- dice Carlo levantándose del borde de la piscina. Caminamos a su lado hacia la barbacoa- ¡Davide!- el chico más alto se gira y nos mira sonriente-. Te presento a Mara- le doy dos besos- y a Carolina- lo mismo.
Se parece al padre de Carlo. Tiene unos ojos grandes marrones y una sonrisa como la de su hermano, de infarto. Había oído hablar de Davide en otras ocasiones. Se fue de casa en cuanto acabó los estudios, para irse a estudiar a Roma. Tiene tres años más que nosotras. Años atrás le veía de lejos, pero ya no me acordaba de cómo era, igualmente ha cambiado, se ha hecho más hombre. 
-¿Queréis algo de beber?- dice Carlo, acercándose a la pequeña barra. 
-Sí, por favor, hace calor- dice Carolina, recogiéndose su larga melena en una coleta alta. Va con Carlo hacia la barra y me deja a mí con Davide.
-Hacía tiempo que no te veía- ¿se acuerda de mí? Nos sentamos en el borde de la piscina.
-¿Te acuerdas de mí?- pregunto curiosa.
-¡Para no acordarme! ¿Recuerdas cuando fuimos todo el colegio a la playa? Casi te ahogas, menos mal que te vi y te saqué del agua- ríe.
-Dios…-me ruborizo. ¡No me acordaba de eso!- Che vergogna! Mamma mia!- río, tapándome la cara con las manos.
-No importa- ríe-. Ha pasado mucho tiempo- me sonríe, mirándome a los ojos- ¿Quieres champagne?- asiento. 
Davide se levanta y vuelve con dos copas. Me entrega una de ellas.
-¿Brindamos?- sonríe.
-¿Por qué?- pregunto curiosa.
-Por el destino- ríe.


¡Hola! ¿Cómo va el verano? Por desgracia ya queda poco para que se termine, pero hay que disfrutar lo que queda. 
Os quería recomendar un blog, que se ha propuesto un RETO! Consiste en llegar a los 40 seguidores, espero que os paséis, es un fanfic, seguro que os gusta :) ¡Aquí os dejo el enlace! http://elmeucrepuscle13.blogspot.com.es/

lunes, 13 de agosto de 2012

Amarrado a ti Capítulo 34




En sus brazos (Mara)
Oh, dios… Ahora mismo estoy en estado de shock. “Amarrado a ti”. Este chico me tiene enamorada, no puedo dejar de mirarle a los ojos, me vuelve loca. Junto sus labios con los míos, como nunca, para siempre.
-Eres increíble- consigo decir, aguantando la emoción.
-No te creas- me vuelve a besar. 
-Bueno, hay veces que eres muy capullo-río-, pero igualmente eres increíble- susurro en su oído, perdiéndome en su cuello.
Me abraza muy fuerte, no quiero que me suelte nunca, me siento la mejor persona del mundo ahora mismo, entre sus brazos.
-Qué tontilla eres- susurra, no sin antes darme un beso en la mejilla.
-Tú más- aparto la cara, evitando que Carlo me roce el pómulo con su lengua.
Es inútil. Sujeta mi cara y lo consigue.
-¡Qué asco!- pongo voz de niña caprichosa, sin poder evitar reírme.
Carlo me da la vuelta, poniéndome boca arriba en la cama y me besa el cuello, riéndose. Me aparto como puedo, sin hacerle daño, moviéndome de un lado a otro.
-¿Esto tampoco te gusta?- me besa de nuevo el cuello.
-No, no quiero tus besos, ¡mamá, este señor me quiere besar!- intento escapar de sus brazos, pero él me retiene con un dulce beso en los labios.
-¿Estás segura? Mira que esta oportunidad es única- me derrito con su sonrisa.
-Muy segura, aunque bueno- me acerco más a su boca y le miro a los ojos. Carlo se acerca, con un intento de besarme de nuevo-. No, no quiero- me vuelvo a apartar, dejándole con las ganas, me muerdo el labio, inocente, y sonrío como una niña pequeña, mostrando todos mis dientes.
-¿Soy yo o usted se está haciendo un poco la dura?
-¿Yo, la dura? ¿Usted cree? No lo sé, ¿acaso desea besarme?
-Sí, pero si usted no quiere que yo la bese, me voy a besar a alguna chica que quiera hacerlo- se levanta y va hacia la puerta, cerrando tras él.
-Que vaya bien- digo irónica.
No vuelve. ¿Irá en serio? Era en broma… No, no irá en serio, seguro que estará escondido. Me levanto de la cama sin hacer ruido y abro la puerta en silencio. El pasillo está oscuro y no veo nada. Camino a tientas, tocando las paredes para ir orientándome. ¿Dónde estará? Noto una respiración en mi espalda y una mano que me tapa la boca. Me asusto y no puedo evitar soltar un pequeño chillido. Me levanta del suelo y me lleva a cuestas hasta el sitio de partida. 
-Será mejor que no haga ruido.
-¿Por qué?- pregunto curiosa.
-La besaré.
-¿En serio?- alzo la voz. Carlo me calla con un beso-¿Pero qué hace?- digo divertida, alzando más la voz. Me vuelve a besar, esta vez el beso es más largo.
-Se está portando mal, señorita Berneri- susurra, sin hacer demasiado ruido.
-¡Pero si usted está deseando besarme!- subo el tono de voz un poco más. Carlo me besa una vez más.
-¿Usted no?
-Ya le he dicho que no.
-Pues bien que alza la voz.
-Porque no me gusta seguir sus reglas- sonrío en la penumbra de la habitación.
-¿Sabe qué pasará si no lo hace?
-Me besará- susurro.
-Exacto- me besa de forma inesperada.
-No he alzado la voz- río.
-Yo tampoco sigo siempre las normas.
-Entonces me tocará besarle.
-Adelante, estoy esperando- se sienta en el borde de la cama y cierra los ojos, sonriendo.
Le observo y no puedo evitar soltar una carcajada. Este chico me encanta. Me acerco a él despacio, sin hacer ruido y me arrodillo en el suelo en frente de él. Apoyo las manos en sus muslos. Carlo ríe divertido, con los ojos cerrados. Me acerco más a él y me quedo quieta.
-Estoy esperando- se muerde el labio inferior.
Rozo sus labios con los míos suavemente y sonrío, apartándome.
-¿Qué ha sido eso?- abre los ojos, riéndose.
-Un beso- sonrío.
-¿Eso ha sido un beso?
-Sí.
-Eso no ha sido un beso.
-¿Cómo es un beso para ti?
-¿Quieres saberlo?- me mira fijamente a los ojos, desafiante.
-Sí.
-Pues ahora te toca sentarte a ti- dice cambiándome el sitio.
Yo no cierro los ojos. Carlo se arrodilla frente a mí, obligándome a abrir un poco las piernas para que él se pueda acercar más. Me rodea la cintura con sus brazos y me atrae hacia él. 
-Cierra los ojos- me pide. Obedezco.
Estoy nerviosa, siento un cosquilleo en la barriga y me tiemblan las piernas. Siento su respiración muy cerca. Me acerco un poco más, buscando sus labios en la oscuridad. Abro un poco el ojo izquierdo y me encuentro con los suyos, verdes.
-¡No hagas trampa!- ríe.
Vuelvo a cerrar los ojos. Palpo con las manos el aire, buscando su cuello. Una vez lo encuentro, lo acerco a mí, perdiendo la paciencia. Su rostro está a la misma altura que el mío. Siento sus labios de repente. Se aparta un poco y me da un pico rápido, dejándome con ganas de más. Sigo con los ojos cerrados, disfrutando el momento. Me vuelve a besar, pero esta vez más intensamente. Me aferro a su nuca con fuerza, evitando que se aleje de mí. Se para en seco y me dedica una gran sonrisa.
-Bésame- susurro.
-¿No decías que no querías que te besara?
-¿No puedo cambiar de idea?- sonrío.
-Pensaba que tenías las cosas claras- me mira aguantando la risa.
-Y las tengo- le doy un rápido beso en los labios- Sabes que te quiero.
-¿Ah sí? A ver, dímelo otra vez que no lo he escuchado bien- se acerca de nuevo.
-Te quiero- sonrío, a escasos centímetros de su boca.
-Yo te quiero más.
-No, yo m…-me calla de nuevo con otro beso, empujándome contra el colchón dulcemente.
Se tumba a mi lado, apoyado en su mano izquierda y mirándome a los ojos. Nos quedamos en silencio, mirándonos. De repente se dibuja una gran sonrisa en su rostro.
-Me encantas- se acerca y me besa la mejilla.
Me apoyo en su hombro y me abrazo fuerte a él, cerrando los ojos. Carlo me rodea con sus brazos y me atrae hacia él. 

miércoles, 8 de agosto de 2012

Ese vacío que queda cuando alguien se va.

Veinte minutos o tal vez una hora, quizá incluso más. No recuerda cuánto hace desde que le vio por última vez. Le echa tanto de menos... Sabe que sólo es el principio, que necesita asimilarlo y cuando lo haga, todo será más duro. Sus ojos lo dicen todo, miran un punto fijo, quizá el marco de la ventana empañada por el frío, quizá los niños que corren afuera. Está en estado de shock, no quiere aceptar que se ha ido, no cree que lo haya hecho. Suspira por enésima vez, dejándose caer en el sofá donde escuchó sus últimas palabras. Todavía lo siente, su colonia se ha quedado incrustada en cada rincón y necesita abrazarle. Es imposible, no está, se ha ido, no está con ella. Se levanta haciendo un gran esfuerzo y, arrastrando los pies, consigue llegar hasta la cocina y prepararse un café con leche. Mira la puerta de entrada. Todavía tiene la esperanza de que aparecerá de nuevo en cualquier momento, que todo ha sido una pesadilla, que ese "adiós" sólo fue un "hasta luego". Resopla, apartando la vista, dolida. No puede seguir viviendo en esa casa, le trae demasiados recuerdos. Cuando decidieron comprarla estaban muy ilusionados, los dos habían acabado la carrera de medicina y estaban ansiosos por independizarse. Se deja caer en la cama, ahogada en todos esos instantes.   No todos fueron momentos felices, pero cuando discutían lo arreglaban en seguida. ¿Por qué? No entiende qué ha hecho mal para que la vida la haya condenado así. Cuando ha abierto la puerta a esos dos señores, creía que se habían equivocado de casa. Ojalá hubiese sido así. Pero no. Tras cada palabra que salía de sus bocas, más pequeña se veía ella, intentaba asimilarlo todo. Lo sentimos... su marido... moto... autovía... accidente... lo sentimos... ha muerto. La última palabra se le había quedado atragantada, no la dejaba respirar con normalidad, sus piernas flojeaban y miraba a los dos señores, esperando una risa por su parte, un "Era broma, señora", pero no. Se fueron sin más, dejándola a ella sola, encerrada en esa casa, sin nada a lo que aferrarse. Ahora sus ojos le pesan, le duele lo ocurrido, tiene ganas de llorar de nuevo, pero no le sale ni una lágrima, las ha sacado todas, ahora sólo tiene un vacío, ese vacío que queda cuando alguien se va, ese vacío que nadie va a poder ocupar nunca más.
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Espero que os haya gustado...
En la entrada anterior tenéis el capítulo 33 de Amarrado a ti :)

lunes, 6 de agosto de 2012

Amarrado a ti Capítulo 33




En una habitación de un barrio de Barcelona
 
No puedo evitar mirarme al espejo, me siento estúpida. Mi boca no puede estar seria, tengo dibujada una sonrisa tonta en los labios. Sólo de pensar en lo que ha ocurrido esta mañana me siento bien, diferente. Me siento diferente a hace una semana, me siento feliz, alegre. Él es mi sol. Sé que suena muy cursi, pero es la verdad. Mi vida ha dado un giro de 180 grados. De estar triste y pensar que no voy a poder seguir adelante a ser la persona más feliz del mundo y pensar que todo es posible si estoy con él. De ser pesimista a ser optimista. De invierno a verano. No puedo dejar de pensar en él, me siento absurda. Absurda, pero feliz. Es una sensación increíble, sus besos me llevan hasta las nubes. No puedo dejar de pensar en los besos del puerto. Vuelvo a sonreír. Me tiro en la cama y río, no puedo parar, es tarde, debería dormir, pero no puedo, necesito reír, reírme de todo, de mí. Me sobresalto al notar la vibración de mi móvil en el bolsillo del pantalón. Un cosquilleo de curiosidad me invade sólo de pensar que podría ser él. Lo saco con cuidado y miro la pantalla. “Buenas noches, preciosa” acompañado de un lacasito mandando un beso. Guardo el móvil en mis manos, deseando que esto no se acabe nunca, deseando que dure para siempre. 
 
En otra habitación, en otro barrio de Barcelona (Pablo)
 
Me siento gilipollas por ser así. Por ser tan cursi en algunos momentos, no puedo dejar de pensar en sus ojos, en toda ella. Me ha vuelto loco, nunca pensé que llegaría a fijarme en una chica de esta forma, me encanta. Una música procedente del móvil suena acabando con el silencio de la habitación. Lo leo y no puedo evitar sonreír. “Me encantas. Bona nit!” Vuelvo a la lista de mensajes para borrar los anteriores, muchos de publicidad. Uno, otro, y otro, y otro más. Así varias veces hasta encontrar lo que creí haber borrado. Recuerdo haberlos borrado todos, pero éste se me pasaría por alto. “Creo que ya te lo he dicho en varias ocasiones, pero bueno, te lo vuelvo a decir. Ti amo” La nostalgia se cuela por la ventana medio abierta y me abofetea en plena mejilla. Lo recuerdo como si fuese ayer.
 
Era verano, yo trabajaba en el chiringuito de la playa. La noche anterior la ayudé cuando un grupo de chicos la forcejeaban a que se fuese con ellos. Recuerdo que al día siguiente estaba trabajando cuando la vi aparecer. Llevaba unos pantalones cortos y una camiseta blanca que tapaba su biquini a rayas. Me saludó con una sonrisa espectacular, con su seductor acento italiano. Vino hacia mí y me pidió una coca-cola, sin dejar de sonreír.
-Ahora mismo- sonreí.
Fui a donde se había sentado a esperar y me senté a su lado.
-¿Cómo estás?
-Bene, grazie por ayudarme- intentó pronunciar un poco el español. Me sonreía y yo no podía dejar de observar esos ojos azules.
-¿Y qué hace una italiana por aquí?
Me explicó, como pudo, que había venido de vacaciones y que venía casi cada año. Estuvimos hablando durante horas y horas hasta que cerré el chiringuito. La acompañé a casa y me dio un beso por haberla entretenido todo el día, que se lo había pasado muy bien conmigo, que le gustaría quedar conmigo al día siguiente. Yo no dudé en aceptar su petición. 
 
 
En la penumbra de una habitación (Mara)
 
No puedo dejar de mirarle. Parece un ángel tumbado en la cama, con los ojos cerrados. Tiene una leve sonrisa dibujada en la cara, parece un niño pequeño y es tan tierno. Me apoyo en mi mano y acaricio suavemente su pelo, en pequeños círculos, mechón a mechón. Me ha constado tanto estar con él… No quiero perderle nunca. Es increíble cómo se puede querer tanto a una persona. Y aunque tengamos nuestras diferencias le quiero. 
-Te quiero tanto…- susurro, con miedo de despertarle. 
Carlo no se inmuta, sigue durmiendo, con esa cara tan dulce que tiene. No puedo evitar sonreír. 
 
 
A escasos centímetros (Carlo)
 
Me ha dicho que me quiere. No, no estaba dormido, ni lo estoy ahora tampoco. Pero es que tengo curiosidad por saber qué hace cuando cree que estoy durmiendo. Sé que me está mirando, estoy aguantándome la risa, no sé si se habrá dado cuenta ya. Abro los ojos lentamente, sin que ella se dé cuenta, pero me encuentro con los suyos, brillantes bajo la luz de la luna que se cuela por la ventana. Son increíbles. Sonríe vergonzosa y se aparta un poco. 
-Yo también te quiero- susurro.
-¿Estabas despierto?- abre los ojos como platos.
-¿Tú qué crees?- no puedo evitar soltar una carcajada.
-¡Serás capullo!- se pone de rodillas en la cama y se cruza de brazos.
-¿Por qué? Ah, por cierto, me encantan tus caricias-la sujeto por la cintura y la atraigo hacia mí. 
-Déjame- se aparta bruscamente.
-Vamos… Tampoco es para tanto, ven aquí- le pido.
Mara me mira de reojo, seria. No sé qué hacer, me siento inútil en este tipo de situaciones. La miro preocupado, sin hacer nada. Ella se da cuenta y suelta una carcajada.
-¡Qué tonto eres!- sonríe, acercándose a mí de nuevo y rodea mi cuello con sus brazos. 
-Me has asustado, creía que te habías enfadado- consigo decir, antes de perderme en su mirada. 
Sonríe, pero su mirada se apaga al instante.
-¿Qué ocurre?- pregunto angustiado.
-No me dejes nunca- me ruega, escondiendo su rostro en mi cuello.
-No te voy a dejar nunca.
-¿Cómo lo sabes?- pregunta, con los ojos llorosos.
-Porque estoy- hago una pausa-, amarrado a ti.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Amarrado a ti Capítulo 32



Unas horas más tarde, esa noche…
 
-Quiero verte ya- susurra Carlo al otro lado del teléfono.
-Nos acabamos de ver hace un rato- contesto.
-¿No tienes ganas de volverme a ver?
-Claro que sí, si fuese por mí estaría a todas horas donde tú estás.
-Umm… Sólo lo dices para quedar bien.
- ¿Cómo que para quedar bien? Si fuese por mí iría ahora mismo a dónde estás ahora.
-¿A mi cama?- dice divertido.
-Estúpido…- susurro molesta ante su comentario.
-¿No quieres?- me sonrojo.
-Sabes que no es eso.
-¿Entonces? ¿No quieres verme?
-Claro que quiero verte, necesito besarte.
-Puedes venir, no hay nadie, mis padres están de cena de empresa y tienen para casi toda la noche, normalmente vienen de madrugada si tienen ese tipo de quedadas.
-¿Seguro?- me apetece muchísimo.
-Claro, quiero verte.
-Está bien, no te duermas.
-Soñaría contigo- no puedo evitar sonreír.
-Espérame en el portal, ¿vale?
-Sí, ahí estaré.
 
Salgo disparada hacia el armario y saco mi sudadera Rams 23 rosa palo y mis tejanos oscuros. De calzado opto por mis Nike blancas. Intento no hacer ruido para que mis padres no se den cuenta de que salgo y cierro la puerta de la calle con cuidado. Me siento libre al pisar la calle solitaria y empiezo a correr, de camino a su casa, con miedo a encontrarme con algún vagabundo. 
 
Pico al timbre del portal y me abre desde arriba. ¿No había dicho que me esperaba abajo, en el portal? Bueno, subiré sola. Empiezo a subir los escalones que llevan a su piso y veo una luz tenue, seguramente la suya. A contraluz veo su silueta marcada. Cuando estoy más cerca le veo bien. Lleva una camiseta de tirantes blanca y el pantalón negro del pijama. Sonríe insinuante al verme aparecer. 
-¿He tardado mucho?- pregunto enrollándome el cordón de la capucha de la sudadera.
-Un poco sí, creía que ya no ibas a venir- rodea mi cintura con sus manos y me atrae hacia él. 
-No habrá sido para tanto- me sonrojo.
 
 
Muy cerca de ella (Carlo)
 
-Sí, créeme- la miro a los ojos, esos ojos azules que tanto me gustan.
Acaricia mi nuca con la punta de los dedos, haciendo que me estremezca. La acerco aún más a mí y la beso en el cuello. Mara deja salir un suspiro de su boca, esa que tanto me gusta besar. 
Entramos en mi casa, cerrando la puerta a nuestras espaldas, testigo de ese beso. 
-¿Quieres algo?- pregunto, intentando ser buen anfitrión.
-Te quiero a ti- sonríe desde el recibidor.
-Soy todo tuyo- abro los brazos, echando la cabeza hacia atrás.
Salta sobre mi abdomen, haciendo que choque con la pared para no caerme al suelo. Rodea mi cintura con sus piernas, esas que acariciaría todos los días de mi vida. Y me mira, me observa, centrándose en mis ojos, me gustaría saber qué está pensando ahora mismo.
 
 
Abrazada a él (Mara)
 
Le observo detenidamente, sus ojos bajo esa luz tenue del recibidor son más bonitos aún. Carlo sujeta mis muslos con fuerza contra su cuerpo para no caerme. Sonríe, esperando a que yo diga algo. 
Vuelve a besarme en el cuello y siento sus labios contra mi piel, dibujando cosas inexplicables, inimaginables. Sabe que me encantan los besos en el cuello y lo hace para que no me resista, para que quiera más y más. 
-Te quiero- susurra en mi oído y me besa detrás de la oreja y luego en el lóbulo de ésta. 
-Yo te quiero más- susurro.
-Eso es imposible- me da un beso rápido en la comisura izquierda.
-¿Cómo estás tan seguro?
-Porque te quiero más que a nada.
Me aferro a su cuello y le doy un suave mordisco en el labio inferior. Sonríe mirándome la boca y me besa de nuevo. Camina a tientas hasta su habitación, conmigo a cuestas. La ventana deja entrar una suave luz plateada en la habitación a oscuras. Me lleva hasta su cama y nos dejamos caer, lentamente, con miedo a hacernos daño. Carlo me quita la sudadera y yo a él la camiseta de tirantes. Beso sus labios con deseo, con ganas de estar con él para siempre. Le quiero tanto…

Entrando en una habitación (Darío)
 
Me tiro en la cama y cierro los ojos, hecho polvo. Hoy ha sido mi primera noche trabajando. Es lunes, pero aún así estaba lleno el local. Donato me ha dicho que mañana vendrá su hija, que tocará conmigo el viernes por la noche y tenemos que ensayar. Me ha explicado que su hija también está estudiando música en la misma universidad que yo, que quizá la conozco ya. Quizá me la he cruzado algún día, no lo sé. Los ojos se me cierran, tengo un sueño impresionante. 
 
Suena el timbre. ¿Quién será a estas horas? Me levanto, en la penumbra, con los ojos entreabiertos. Me los refregó con los puños para poder ver mejor, hasta llegar a la puerta. 
-¿Qué haces aquí a estas horas?- pregunto sorprendido ante su visita.
-Quiero hablar contigo.
Nos sentamos en el sofá, tensos por la extraña situación. 
-Adelante, ¿quieres algo?- digo no muy convencido.
-No, gracias- dice serio-. Verás, Andrea ha venido a hablar conmigo.
-¿Qué te ha dicho?
-Que es injusto que no juegues, que sin ti el equipo no hace nada. Hoy no han querido entrenar ninguno de tus ex compañeros. 
-Ah- me limito a decir, sin entender bien qué ocurre.
-Entonces he hablado con el club y hemos decidido que puedes volver- dice mirándome fijamente.
-¿En serio?- no me lo puedo creer… ¡Puedo volver a jugar!
-Sí, pero no tendrías las vacaciones de navidad, seguirías entrenando con el equipo superior.
Asimilo lo que acaba de decir. Si quiero jugar no voy a poder ir a ver a mi familia, ni a Aroa. Suspiro. 
-No hace falta que me respondas ahora, me lo dices el miércoles en el entreno. 
-Está bien, muchas gracias Leo- le doy un abrazo cordial. 
-De nada, lo ha decidido el club, no yo, dale las gracias a tus compañeros. Adiós- se despide.
-Adiós- cierro la puerta. 
Hostia… ¿Qué voy a hacer? No puedo hacerle el feo a Leo, quiero seguir en el equipo, pero Aroa, necesito verla ya, quiero saber qué es de ella. ¿Por qué todo se complica tanto? Creo que hoy no voy a poder dormir mucho.