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lunes, 25 de noviembre de 2013

¡Amarrado a ti Capítulo 100!

La noche anterior, en una casa de Barcelona (Lucía)
 
Nos dejamos caer uno al lado del otro sobre las sábanas desordenadas de mi cama, como de costumbre, y Sergio enciende un cigarrillo, pensativo. Me encanta observarle mientras fuma, ese gesto despreocupado y sus labios ligeramente prensados, sus ojos entreabiertos y su mirada perdida… 
La sensación que recorre mi cuerpo es la misma que la primera vez que le observé en medio del parque hace dos años. ¡Quién lo diría! Dos años juntos… Siento nostalgia por los primeros meses inolvidables, pero ha valido la pena esperar toda la semana para verle de nuevo. Cada semana la misma historia, yo sentada en el banco dónde nos conocimos y el motor de su moto gritando tras de mí. 
Apoyo mi cabeza en su hombro y alzo la vista para examinar sus facciones una vez más. Es cierto, lo nuestro se ha ido convirtiendo en rutina, incluso el humo que sale de su boca parece idéntico al de esta mañana. Pero aún así, el vértigo de pensar en su partida me revuelve el estómago, y más cuando el miedo corroe mis venas haciéndome dudar en si la semana que viene volveré a mirar sus ojos. 
Me dedico a acariciar su mejilla y me percato de un brillo oscuro en su mirada que nunca antes había conocido en él.
-Parece que va a llover –susurra al ver mi mirada fija en su rostro.
-¿Llover? Pues yo veo el cielo bastante despejado… -respondo sin entender el por qué de su suposición, mientras desvío la mirada hacia la ventana.
-Lloverá.
Beso su cuello y su mirada se oscurece aún más. Paso mis dedos por su cabello ondulado y lo aparto de su rostro.
-¿Qué te ocurre? –me incorporo en la cama y me siento frente a él con las piernas cruzadas.
Recorre mis muslos con sus dedos y me besa en los labios torpemente. 
-Llueve en mí –rebusco en sus ojos una explicación a su respuesta, pero se limita a mirarme con preocupación y resoplar.
-Sergio, por favor, dime, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás así?
-Lucía, tenemos que hablar…
Esa frase. Siento cómo mi cuerpo se paraliza de arriba a abajo y un gran nudo se forma en mi garganta impidiéndome articular palabra. Me mira esperando a que yo diga algo.
-Habla –es lo único que consigo pronunciar y sale de mi boca de una forma frívola.
Apaga el cigarro y lo deja caer sobre el cenicero que siempre se sube del salón. Nunca deja un cigarrillo a medias, lo que quiere decir que es algo importante y que no puede esperar más.
-Por favor, suéltalo ya, no me tengas en ascuas –le ruego, casi al borde de la desesperación.
-Lucía… -se alborota el pelo y mira inquieto a ninguna parte-. Te he engañado.
-¿Engañarme? ¿En qué? ¿Al final no vendrán tus padres la semana que viene? –suelto una risa nerviosa que no soy capaz de controlar.
-Estoy con otra chica –suelta de repente.
Me aferro a las sábanas y mi cabeza empieza a dar vueltas en un sentido contrario a la razón, lo cual me impide pensar con claridad. Se me empañan los ojos y creo que incluso voy a desmayarme. ¡Ojalá hubiese sido así! Pero me mantengo ahí, con la realidad frente a mí, la cruda realidad, más dura que nunca. Siento un gran vacío en el pecho, que me ahoga y me impide respirar.
-¿Cómo…? ¿Cómo has sido capaz? –me levanto de un salto con una fuerza que creía inexistente.
-Lo siento… Lucía, yo te quiero, de verdad…
-¿Qué? ¡Serás capullo! ¿Cómo has podido hacerme algo así? –me abalanzo contra él y le abofeteo sin piedad-. ¿Que lo sientes? ¡Más lo siento yo, por estar tan ciega! ¡Por pensar que podríamos cumplir los “para siempre”! ¡Eres un gilipollas! ¡Te odio, te juro que te odio!
-Lucía, por favor, cálmate, me gustaría terminar bien…
-¿Bromeas? ¡Porque no estoy para bromas! ¡Eres la peor persona que jamás he conocido! ¿Por qué lo has hecho? –no puedo más y me rindo. Mi cuerpo pierde por completo las fuerzas que creía tener y mis rodillas chocan bruscamente contra el suelo. 
-No sé qué decir…
-No digas nada. ¡Vete! –Empujo sus piernas-. ¡Vete, no te quiero volver a ver en mi vida!
Dejo caer mi espalda contra la mesita de noche mientras su cuerpo desaparece tras la puerta, y el mundo se me viene encima. ¿Cómo ha podido ocurrir? No está. Se ha ido. Para siempre. Y ahora también llueve en mí.

En un hotel de Milán (Aroa)
 
La fatal noticia me ha cogido por sorpresa, no me lo esperaba en absoluto. Y encima que la haya dejado por otra, creo que es lo peor que podría haber hecho después de dos años. 
-Eso es todo- susurra dolorida Lucía, al otro lado de la línea telefónica.
-Joder, lo siento, Lucía, por no estar ahora ahí contigo…
-No, no te preocupes, una no escoge el momento, eso viene sin que una se lo espere…
-¡Lucía! –una voz que reconozco la llama a lo lejos.
-Hola… Pablo…. –le contesta Lucía.
Mantienen una conversación que no consigo entender y escucho de nuevo la voz de mi amiga.
-Aroa, espera.
-¿Aroa? –pregunta la voz de Pablo al otro lado del teléfono y me quedo helada.

¡Oiiiish qué bien, ya 100 capítulos! jajaja Me reservo la entrada emotiva para cuando la termine :')
¡Muchísimas gracias por estar ahí! ¡Un beso muy muy muuy grande! <3

3 comentarios:

  1. *--* La novela continua. Como continua nuestra vida. Ansiosa espero el próximo!

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