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lunes, 2 de julio de 2012

Amarrado a ti Capítulo 28




-¿Te gusta la música?
-Sí- muestro una cordial sonrisa.
-Te he visto dejar un par de currículums en los bares de enfrente. Me preguntaba si querrías trabajar aquí, el chico que trabajaba se ha tenido que ir y ahora mismo estoy solo. También podrías tocar los viernes por la noche, que es cuando ponemos música. 
-¿Lo dice en serio?- el hombre sonríe, asintiendo con la cabeza-. ¡Pues muchas gracias! Sí, sí que me gustaría. Soy Darío, encantado- sonrío.
-Yo Donato- me estrecha la mano.
-¿Y cuando empiezo?
-Si te parece bien, me gustaría que empezases mañana, así te vas adaptando. 
-Está bien.
-Pues, mañana a las nueve en punto en la puerta- sonríe-. Y que aproveche- va hacia la barra, dejándome solo con mi desayuno.
Todavía no sé cómo le voy a decir a mi madre que me echan del equipo, que volveré a Barcelona para Navidades, pero no de vacaciones como tenía previsto, sino un tiempo indeterminado. Tampoco sé qué voy a hacer con la universidad, no me gustaría tener que perder un curso, pero posiblemente no me quede otra opción. 
 La canción nos la dejaron escoger a nosotros y también el idioma en que la queríamos cantar, la única norma que teníamos que seguir era que debía ser lenta. Así que no me lo pensé dos veces, en cuanto vi el email del profesor supe qué canción escogería. Y ahora tengo la partitura delante y me identifico mucho con la letra. “Boig per tu” de Sau. Y con la guitarra parece fácil, sólo necesito un poco de práctica.
 
 
Quizá no tan lejos de allí, en un portal (Mara)
 
Hace media hora he recibido un mensaje de Carlo para hablar. Me ha pedido que bajase a mi portal, que iríamos a pasear, que quería hablar conmigo. Me he temido lo peor y aquí estoy, esperándole. Me tiemblan las piernas, estoy nerviosa por escuchar lo que quiere decirme, tengo miedo de que sea algo malo. También me da apuro por Carolina, por lo que pudiese pasar. 
 Me miro en el cristal y veo mi reflejo, algo indefinido. No hace mucho que me he levantado y no me he arreglado, no tenía ganas de maquillarme ni nada, me he puesto unos tejanos y una sudadera gris. Mis ojos están envueltos en unas oscuras ojeras, por culpa de la mala noche que he pasado, no he dormido mucho. Mi pelo rubio, recogido en una coleta alta, hace que mis facciones parezcan más infantiles. 
 Vuelvo a mirar a la calle y lo veo venir de lejos. Se me forma un nudo en la garganta y me entran náuseas. Cierro los puños, con un intento de coger fuerzas donde no las hay. Cada vez está más cerca. Me gustaría ir a donde está él, sin esperar a que llegue, pero mis piernas parece que se vayan a derrumbar de un momento a otro. Mi pie izquierdo da pequeños toquecitos contra el suelo, nervioso. Está a un par de metros y me dedica una leve sonrisa. ¿Y ahora? ¿Un beso en la mejilla o en la boca? Carlo duda unos instantes, aún así me sorprende. Un beso rápido en los labios hace que le mire perpleja. 
-¿Qué tal estás?- seguramente lo pregunta por mi aspecto. 
-Bueno…- me limito a decir-. ¿Tú?
Carlo me mira unos instantes, después dirige sus ojos verdes hacia el horizonte, dejando escapar un suspiro de sus labios, esos que hace unos instantes me han besado.
-Bueno…- responde lo mismo que yo-. Será mejor que hablemos, ¿no crees?
-Sí, pero primero me gustaría saber qué pasó ayer- trago saliva, intentando ser fuerte, temiéndome lo peor.
-Sí, por supuesto- susurra, inspirando hondo y expulsando el aire de golpe.
Caminamos en silencio hasta sentarnos en un banco de madera cerca de su portal. ¡Cuántas veces he recorrido ese camino hasta llegar a su casa! Me trae tantos recuerdos…
-Ayer…- empieza a decir, haciendo una pausa-. La pasé a buscar a su casa y me recibió con un beso en los labios- bajo la mirada ante tal punzada en el corazón-. Decidió llevarme a ese parque- señala el gran paseo con árboles alrededor de la fuente y en su rostro se dibuja una sonrisa triste, yo también lo recuerdo-. Estuvimos paseando, charlando, hasta que nos sentamos en el último banco- traga saliva y me mira preocupado, buscando mi mirada.
Aparto la mirada, apretando los dientes.
-Sigue- hago una pausa para coger aliento-, por favor- aunque me duela.
-Nos sentamos en el banco y me dijo que me quería- traga saliva de nuevo.
-¿Y qué le contestaste?
-No me dejó tiempo a nada, me besó.
-Y tú no te apartaste.
Carlo me mira, y sé su respuesta. Sé que no se apartó. Si es que he sido tonta. He sido una estúpida que se ha creído que había cambiado. Intento que las lágrimas no se escapen de mis ojos, pero no puedo aguantar más, se ha reído de mí. Las seco bruscamente con la palma de la mano. Carlo me mira preocupado, indeciso.
-¡Eres un capullo!- grito, apartándome de sus brazos, después de su intento de abrazarme. 
-Mara, déjame terminar por dios- dice acercándose más a mí. 
-¿Qué quieres decirme más? Creo que ya he escuchado suficiente, ¿no crees? ¿O es que quieres joderme más aún?
-Aún no he acabado.
-¿Es que no entiendes que no puedo escucharte decir lo bien que lo pasaste ayer?- digo al borde de la desesperación. 
-Mara, ¡te quiero! por dios, déjame acabar- le miro con resignación.
-Pues no lo parece- susurro, mirando al frente, esperando que hable, aguantando las lágrimas.
-Ella me besó y no, no me aparté, yo le seguí el beso, lo acepto, pero sólo fue eso, un simple beso. Luego le dije que no sentía nada por ella, que quería a otra persona-le miro recelosa-. Se puso a llorar y me dijo de todo, cuando se calmó un poco me preguntó que de quién. Yo le dije que no la conocía, para que no sospechase de ti.
 Menos mal que no me he ido, sino no hubiese sabido el final, algo que ahora me ha hecho cambiar de idea. Al final ha cumplido su promesa. No puedo evitar sentir un cosquilleo en la barriga que me pide que me siente a su lado y le bese. 
 Carlo me mira y se levanta, poniéndose a mi lado. Me abraza y me da un beso en la frente.
-Podrías haber empezado por ahí- observo esos ojos verdes que me miran ilusionados.
-Quería hacerme de rogar, pero casi te pierdo.
Apoyo la cabeza en su hombro, sonriendo, apretándome contra su pecho. Su olor me encanta, me siento aliviada, creía que todo se iba a acabar. Le miro fijamente deseando rozar sus labios, miro a mi alrededor. No hay nadie más, no hay de qué preocuparse. Él me mira, sabiendo lo que quiero y me lo regala sin tener que pedírselo, se acerca, sujetando mis mejillas con sus fuertes manos y me besa, lentamente, disfrutando como nunca, un beso al aire libre, sin preocupaciones, sin estar dentro de cuatro paredes, sólo él y yo.
 Subimos las escaleras que llevan a la gran terraza, corriendo, dando grandes saltos, como si tuviésemos miedo a que no podamos conseguir llegar nunca. En algunos peldaños Carlo me roba algún que otro beso, cada uno con más intensidad a medida que vamos ascendiendo. Sonrisas en la penumbra de la última planta llenan el ambiente. Carlo me sujeta la mano con fuerza, volviendo a un pasado no tan lejano en nuestros corazones. Lo recuerdo como si fuese ayer. Era primavera, habíamos quedado como otras veces en su piso, pero esa vez Carlo me esperaba delante de la puerta. Sujetó mi mano como ahora y me llevó escaleras arriba. 

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