¿Algún día me atreveré a decirte que te quiero?

Abrigada, como cada día, llego cinco minutos antes. Luego, un rato más tarde te veo venir, con tus amigos, riendo, y algo se despierta en mi estómago, algo revolotea dentro de mí, latidos a mil por hora empiezan a despertar nada más verte. Nos sentamos. Te observo de reojo, estás apoyado en la pared, a menos de un metro de mí. Me miras unos instantes y sueltas un comentario, no me entero qué me has dicho, sólo puedo fijarme en tus ojos, que me miran inquietos y me pierdo en ellos. Que estés sentado a mi lado hace que no me concentre, me vuelves loca. Ya no existe el temario, sólo existes tú en este día de lluvia. No me atrevo a mirar por la ventana, quizá creerás que te miro a ti. Cada vez que te acercas me tiembla el pulso, seguramente lo habrás notado, pero es que es inevitable. ¿Y cuando te veo sonreír? El mundo se para, desprendes tanta magia, haces que me sienta bien aunque realmente me sienta como una mierda. Suspiro y me vuelvo a preguntar lo que siempre ronda por mi cabeza. ¿Algún día me atreveré a decirte que te quiero? Y es que ya llevo así un año y no lo he logrado. Otras veces he intentado olvidarte de algún modo, pero siempre vuelves a aparecer cuando creo que ya no siento nada por ti. Intento fijarme en otros chicos, pero luego pienso y me doy cuenta que sólo existes tú, que eres el único capaz de hacer que pierda la cabeza. Empezaste siendo un compañero más, hasta que poco a poco fuiste clavándote en mí, como agujas, agujas que nunca se podrán quitar, agujas que duelen. Sé que he tenido oportunidades para tenerte, pero las he desaprovechado por vergüenza. Ahora te miro y me doy cuenta de que te necesito, que quiero estar contigo. Una parte de mí me dice que me lance, que te diga lo que siento por ti, pero otra, llena de inseguridades, me dice que no lo intente, que sólo conseguiré pasarlo mal, que el rechazo me matará con un golpe seco. Siento algo húmedo en mis ojos y noto como una lágrima resbala por mi mejilla izquierda. Rápidamente la borro con el puño y me prometo a mí misma que nunca más me va a pasar, que tengo que ser fuerte. Me miras y sonríes, como sólo tú sabes sonreír, haciendo que tus labios sean aún más apetecibles. Mi pulso se vuelve a acelerar y todo vuelve a empezar, una vez más, y me vuelvo a preguntar ¿Algún día me atreveré a decirte que te quiero?