Esperar algo que ni siquiera sabes si volverá

Desde el momento que él salió de su vida sin billete te vuelta no se ha movido del banco donde le dijo adiós.   Ha pasado ya un año y su perfume todavía permanece en ese lugar, es como si el tiempo se hubiese parado en ese instante y no hubiese avanzado. Lanzó el reloj de muñeca al agua oscura del estanque con la intención de no contar minutos. Probablemente sería la única forma de no desesperarse si se hacía de noche... Para ella siempre eran las cinco y cuarto de la tarde. 

-¿Por qué siempre te encuentro aquí, sentada, mirando a ninguna parte?- alzó la vista y vio cómo un desconocido se sentaba a su lado y la miraba preocupado.

-Sólo espero- ignoró su mirada.

-¿Esperar a qué?

-A que él vuelva- dijo con total normalidad.

-No puedes quedarte siempre aquí- soltó una carcajada y dio una calada a su cigarro humeante.

-¿Quién me lo impide?- ya se estaba cansando de escuchar a ese sabelotodo.

-Nadie, pero es una tortura, ¿no crees?

-¿Cómo lo sabes? Yo lo llevo perfectamente- se encogió de hombros, tratando parecer indiferente.

-Mientes- dijo seguro de su respuesta.

-¿Debería?- chasqueó la lengua.

-Si lo que pretendes es parecer fuerte, sí- ese desconocido había metido el dedo en la llaga. 

-Bueno, tal vez, pero ¿acaso te importa lo que yo haga con mi vida?- se llevó las manos a la cara y resopló, abatida. 

-La verdad, no... Pero creo que hay mejores cosas en la vida que esperar algo que ni siquiera sabes si volverá.