Como el que se hacía el muerto sin estar muerto

Nada podía ser distinto, los pájaros huían del mal tiempo y él de las responsabilidades, como ley de vida. Lo tenía tatuado en su piel desde tiempos inmemorables, sabueso callejero en busca de un mundo paralelo, perfecto e irreal. Sueños pintados en noches cerradas, pero alejados por el humo de cada cigarrillo prestado. Sumido en sentimientos clandestinos, ocultos frente a los ojos de esa bruja con aire altivo, y perdido en sus pupilas infinitas. Infinitas como las dudas de esa canción de Supersubmarina y como las suyas, que le impedían salir de ese círculo vicioso de cordura y locura. 

Había buscado París en un mapa y se había ahogado en el whisky de un bar de cabaret de mala muerte. Su interés por los libros filosóficos lo había substituido por simples periódicos locales olvidados en las últimas mesas de tristes cafés. Y así todo... Incluso esa llama sobrenatural hacia esa mujer se había apagado con la llegada del invierno.

Nada podía ser distinto, se había dejado llevar por el rumor del mar y sus olas constantes hasta obtener una calma permanente, como el que se hacía el muerto sin estar muerto. 

"Que como yo a veces sueño
nadie ha soñado contigo,
que como te echo de menos
no hay en el mundo un castigo"