Ya nada será como antes Capítulo 13

Después de una semana me quité la venda porque ya no me dolía.

- ¿Puedo ir a casa de Andrew un rato?-le dije a mi madre cuando llegó a casa después de trabajar.

-Es tarde.

-Por favor-le supliqué a mi madre.

-Vale, pero no estés mucho rato.

Miré el reloj. Las diez y media. Salí de casa corriendo y llegué a su casa cinco minutos más tarde.

Llamé a la puerta y me abrió Andrew.

-¿Qué haces a estas horas aquí?-me miró extrañado.

-Es que no sabía nada de ti desde el día en que te fuiste corriendo de mi casa.

-¿Y tienes que venir a estas horas?-dijo mirando el reloj.

-¿Estabas durmiendo?-pregunté preocupada.

-No, pero es que me extraña, creía que había pasado algo-dijo apartándose de la puerta-¿entras o vamos a dar un paseo?

-Mejor a dar un paseo, por si tus padres se enfadan conmigo-dije riendo.

-Vale, espera un momento-dijo subiendo las escaleras.

Cuando volvió a bajar iba con unos tejanos piratas y una camiseta rosa fucsia. Cerró la puerta tras él y empezó a andar a mi lado.

-Andrew-dije mirándole-¿dije algo que te molestó o algo? Es que me extrañó que te fueses así, sin más.

Él no me miró, sólo bajó la mirada al suelo, seguramente buscando una excusa que decirme, pero no dijo nada. Sólo alzó la vista al frente y suspiró. Entonces me di cuenta de que no quería hablar de ello.

-Bueno, da igual, no te preocupes-sonreí-.Tendrás tus razones.

Me miró sorprendido y vio que lo entendía. Hay cosas que uno no puede contar y que siempre se quedarán en nuestras mentes, sólo en las nuestras.

-Oye, ¿quieres ir a dar una vuelta en moto?-me preguntó sonriendo.

-Vale, vamos-dije dando media vuelta.

Nos dirigimos al garaje de su casa y Andrew sacó su moto. Nos pusimos los cascos, me monté detrás de él y arrancó. Apoyé mi mejilla en su hombro para que el viento no me diera directamente en la cara y rodeé su cintura con mis brazos. Nunca me había montado en una moto, pero no tuve miedo, me sentía protegida junto a él, notaba que no me iba a pasar nada mientras estuviese con él.

Andrew me llevó a una heladería de las afueras.

-Creo que le gustas-me dijo Sam.

-No te creo. Es mi amigo.

-Creo que él quiere algo más.

Me la quedé mirando, arqueando una ceja. No podía ser verdad.

En ese momento llegó Andrew a la habitación. Nos quedamos calladas. Yo me puse roja.

-¿De qué hablabais?

-No, de nada-dijo Sam mirándome divertida.

Llamaron a la puerta. Era mi madre. Fui al baño a cambiarme porque me había manchado el pantalón y mi madre me había traído ropa limpia. Vi un papel en el suelo, lo cogí y lo leí. No me lo podía creer. No podía ser verdad. Ponía: “Sofía, te quiero”. Me quedé parada. Sam decía la verdad.

6 de junio.

Sólo quedaba una semana para que acabaran las clases. Después habría una fiesta. No tenía pensado ir pero Sam insistía. Demasiado.

Iba por el pasillo en el cambio de clase, cuando noté que algo se me caía del bolsillo trasero del pantalón. Me giré. Una nota. Esa nota que creía haber tirado. La que había cambiado mi forma de verlo. Su nota. La tiré a la basura. Sonó el timbre. Cogí a Sam del brazo y la llevé al baño.

-¿Qué te ocurre?-me preguntó-. ¿Acaso no sabes que tenemos examen?

-Sí, lo sé. Tenías razón-dije mirando al suelo.

-¿En qué? ¿En que tenemos examen?

-No tonta, eso te lo dije yo ayer.

-¿Entonces?-insistió.

-Pues que tenías razón en lo que me dijiste hace un tiempo sobre Andrew.

-¿El qué? ¿Qué es estúpido? Eso es evidente.

Entrecerré los ojos.

-Haber, si no me lo dices, ¿cómo lo voy a saber?

-Que me quiere-me puse roja.

-Ah, bueno-sin importarle-¿Para eso me haces llegar tarde al examen?

-Oye, que es muy serio.

-Pero no tanto como el examen. ¡Vamos!

Entramos al aula. El profesor aún no había llegado.